Capítulo 6: Retrospectiva

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Se levanta de su asiento y comienza a hiperventilar. Busca rápidamente en su bolso sus pastillas para la ansiedad, con la que había estado lidiando desde hace un par de años. Toma agua y se las toma, para después golpearse repetidamente en el pecho, y después frotarse repetidamente los ojos. No, definitivamente no era una alucinación.

— ¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? – se sostiene del librero para tratar de conservar la cordura.

—Ninguna broma, Carol. Para eso he venido, para ayudarte. Dices querer respuestas acerca del libro, y yo puedo ayudarte a encontrarlas.

—No, eso no puede ser posible. Tú llevas muerto unos 60 años.

Deja el libro sobre la mesa y se cruza de brazos.

—Eso no quiere decir que no pueda ser real. Ya leíste el cuento de navidad muchas veces, ¿por qué me lo cuestionas? El fantasma de Marley se le apareció a Scrooge.

—Los fantasmas no existen. Y yo no soy Scrooge.

—Bueno, estoy de acuerdo con lo segundo. Por supuesto que no eres él, pero sin duda tienes asuntos que necesitas resolver para poder dormir tranquila. O puedes regresar a casa y dejar que la duda te siga carcomiendo. Eres libre de hacer lo que prefieras.

Ella niega con la cabeza una y mil veces.

—Muy bien, supongamos que dices la verdad, ¿qué pretendes hacer para ayudarme a resolver los conflictos de mi vida pasada? No hay nada que arreglar. Lo pasado, pasado, y hecho, hecho está. No puedo hacer nada para cambiarlo.

—Sin embargo te causa mucho conflicto tu pasado, de otro modo no estarías aquí, ¿o me equivoco?

Ella se frota la cara con exasperación, y finalmente suspira.

­—Sólo necesito saber qué es este libro. Porqué conoce mi vida, ¿cómo tiene el poder de saber lo que me ha pasado, mis sentimientos y acciones?

—Pregunta correcta, mi joven alumna. Está claro que el libro que sostienes en tus manos no es común y corriente. Como bien dices, tiene el poder de conocerte, de conocer tus secretos y vida pasada. Y si te incomoda tanto, definitivamente es porque tienes un pasado no resuelto.

—Bueno, veamos si estoy entendiendo, ¿me llevarás a mi pasado así como los fantasmas hacían con Scrooge? – dice con tono irónico.

Jack entrecierra los ojos y la mira atento.

—Di lo que piensas, joven alumna.

—Es disparatado. Y no sólo disparatado, es imposible. Según las leyes de la física, y la teoría de la relatividad, se necesita una velocidad superior a la de la luz para poder viajar en el tiempo. Si esto no es un sueño, entonces humanamente es imposible. Pero si es un sueño, entonces despertaré y nada habrá cambiado.

— ¿Y quién te dijo que puedes cambiar tu pasado? Me sorprendes, de verdad. –La mira de manera curiosa – ¿Leíste muchas veces "Cuento de navidad" y no aprendiste lo que los espíritus hacían? Ellos simplemente mostraban lo que había pasado. Las visiones son sólo sombras de lo que pasó, nada más.

—De acuerdo, de acuerdo. Me convenciste. –se talla la cara y suspira – Sin embargo, ¿de qué manera me va a ayudar una retrospectiva a mi pasado? ¿Borrará las cosas que están escritas allí?

—Has tenido ese libro en tus manos varias semanas, ¿acaso has podido romper una hoja por lo menos?

—No, ninguna. – Asiente con cierto pesar – pero, ¿qué haremos allá entonces? ¿Simplemente observar?

Jack se pone de pie y saca un reloj de bolsillo.

—Ya te diré en el camino. Vamos, que el transporte nos espera.

— ¿Transporte? –Abre grandes los ojos y se pone de pie - ¿algo así como una máquina del tiempo?

—Lo sabrás en cuanto te subas – abre una puerta que estaba oculta entre los libreros y le cede el paso. Ella entra, en parte intrigada, ya que no sabía exactamente que esperar, en parte emocionada, ya que se sentía protagonista de aquellos libros de fantasía y ciencia ficción que tanto amaba. En cuanto cruzó la puerta había otro tren, en donde en la entrada estaba el encargado de los boletos. De pronto comenzaba a oscurecer, y ya tenía una linterna en sus manos. Se sorprendió al ver que no era la única que iba a realizar el viaje, ya que vio a varias personas, de todas edades y razas, que esperaban el turno para subir. Jack se aproximó a ella con una linterna en mano también, y la empujó levemente para que se acercara al empleado del tren.

—Buenas noches tenga usted, ¿me permite su boleto?

— ¿Boleto? –mira a Jack confundida, pero él le hace señas de que busque en los bolsillos de su abrigo. Sorpresivamente, encontró un boleto hecho de un material que parecía irrompible, y se lo entregó. El encargado selló el boleto y les indicó que entraran. Jack le cedió el paso nuevamente y se internaron en el vagón contiguo, para después sentarse en los asientos de atrás. Carol se colocó en la ventana, ya que era su lugar favorito. Contemplaba el lugar, que apenas se veía ya que era de noche y sólo lograba ver al encargado con su pequeño farol. En cuanto todos los viajeros se subieron, hizo una seña con la linterna y el tren comenzó a arrancar. Ella se veía meditabunda, así que Jack le habló.

—Si quieres preguntar, hazlo. Este viaje es para eso.

Ella se queda pensativa y después lo mira.

— ¿Quiénes eran las personas que subieron?

—Pasajeros, igual que nosotros.

— ¿Y qué fue eso del boleto? En ningún momento compramos alguno.

—Ese boleto lo tienen todos los pasajeros de este tren, y tienen fecha de expiración.

— ¿Cuánto tiempo?

—Hasta que el viaje termine. – es todo lo que responde, y se dispone a mirar por la ventana contigua.

Carol también se quedó callada, y sólo le quedaba esperar el destino y lo que haría una vez llegado allí.

El libro de las memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora