Capítulo 12: El Escritor

9 2 5
                                    

Tan pronto como entró, Carol se puso de pie de inmediato. Se limpió las lágrimas de los ojos y lo siguió con la mirada. Al principio, parecía no darse cuenta de su presencia, ya que fue a recorrer la habitación como buscando algo.

Carol lo sigue con la mirada, hasta que él llega a un librero que había en la habitación, aunque ella no se había dado cuenta... ¿O acaso habían cambiado de cuarto sin avisar? Ya ni siquiera se sorprendió, le habían pasado tantas cosas raras desde el inicio del viaje que ya no objetó nada.

Se acerca lentamente a este extraño personaje, y carraspea para llamar su atención.

—Disculpe... ¿usted es el autor del Libro de las memorias? – le pregunta sin rodeos.

El hombre no la mira ni la le habla por unos momentos, ya que parecía estar ocupado con algo.

Carol se sentía fuera de lugar, y además algo ignorada, así que se sentó en una silla que había allí.

—Veo que Jack te dio un pequeño recorrido. – habla después de un rato.

Ella lo mira.

—Si. Un recorrido a mi memoria, de eso se trata este libro, ¿no? –dice en tono irónico.

El Autor no respondió, se limitó a pasar sus manos sobre los libros. Ella suspira, algo arrepentida de su actitud.

—Perdone... No quise ser agresiva.

—No hay problema. Estoy aquí para escucharte. –dice él en tono tranquilo.

Carol suspira de nuevo. No sabía cuanto tiempo había estado en esa habitación hablando con él, pero el sol parecía estar congelado de nuevo.

—Di lo que piensas, joven Carol.

—Bueno, yo... sinceramente no sé como seguir adelante.

El Autor la mira.

—¿A qué te refieres?

—Que mi vida es un completo desastre, ¿sabe? Gracias a esta travesía me he dado cuenta de que he estado viviendo en mi pasado, rumiando mis propias desgracias, una y otra vez, sin obtener ningún alivio. Gracias al Libro de las Memorias... aunque no sé si esto ha sido una bendición o una maldición, porque...

El personaje ya se había sentado en una silla frente a ella.

—¿Por qué?

—Es decir, he estado recordando momentos dolorosos para mí, sin embargo, siento como si mi vida hubiera estado pausada todos estos años, como si hubiera estado dormida... y que recién estoy despertando.

El Autor sonríe mientras ella sigue hablando.

—Crees que aún estas a tiempo de reanudar tu vida.

—Claro, tengo 17 años.

El Autor levanta un poco las cejas.

—¿Diecisiete? Mira el calendario, chica.

Entonces Carol mira hacia el punto que el Escritor estaba señalando. No, no era 28 de agosto de 1994... estaban ya en el año 2006. Abre mucho los ojos.

— ¿Que cosa ha pasado de nuevo? ¿Cuanto tiempo estuve aquí encerrada? Estuve encerrada 12 años? –dice entrando en pánico.

El Autor suspira.

—Aún no es demasiado tarde para ti. Tienes 28 años. En tu mundo, claro está.

Ella está obviamente confundida, así que sigue hablando.

—Carol del pasado se quedó aquí todo este tiempo, encerrada en sus propios recuerdos, durante todo este tiempo. Pero tranquila, esta bien. Estás a salvo, y tienes éxito en tu vida laboral, hasta un puesto como profesora en Cambridge.

—Como es que... ¿como es que no me he dado cuenta de mi propio presente? – dice con los ojos llorosos.

El Autor se pone de pie y va hacia ella, con una gentil sonrisa en el rostro, y acaricia su cabeza. Pone una mano en su frente.

—Todo está bien. Esto sólo ha sido un mal sueño, recobrarás tu vida.

—¿Cómo se supone que la recupere? ¿Dejé pasar momentos hermosos por estar pensando en mi pasado?

—No todo es tan malo. El pasado está para recordar lo que no has hecho bien, pero también los momentos más sublimes para alegrarte en momentos de tempestad –limpia las lágrimas de sus ojos–. Has cumplido lo que tenías que hacer aquí, es necesario que reanudes tu vida. Ya no te tortures más –dicho esto, con la mano que tenía en la frente de Carol hizo que una especie de calma rondara su cabeza, y se extendiera por su mente, sanando sus heridas, y trayéndole calma. – Nunca más te atormentará nada de esto – retira su mano y ella siente todas sus penas aliviadas – Sólo te pediré una última cosa antes de que regreses.

—¿Ya es hora de irme?

—Así es. Cuando regreses a tu mundo, te pediré que dejes este libro en el mismo lugar donde lo encontraste. Hay más personas que necesitan leerlo.

Ella asiente, con dulzura y con una paz inmensa en su corazón.

—¿Cómo, cómo Señor? Como puedo recobrar mi vida luego de este incidente?

—Sólo... despierta.

El libro de las memoriasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora