Capítulo 1. El pasado que se convertirá en tu futuro.

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TIAN

Los flashes y los aplausos lo siguieron por todo su camino hasta llegar al estrado donde sus maestros y los directivos de la facultad de ingeniería estaban esperándolo con enormes sonrisas en los labios. Los ojos del chico brillaban un poco más aquel día haciendo que su rostro de cotidiano apuesto, luciera francamente hermoso bajo las luces del enorme auditorio donde aquel día se graduaría por fin como ingeniero con todos los honores que un estudiante como él merecía.

Su nombre era Tian Sopasitsakun y la sonrisa tibia de sus labios, esa que no alcanzaba a iluminar sus ojos se volvió cálida por un segundo. Aquel era un día feliz después de todo. A lo lejos, el chico podía mirar la orgullosa sonrisa de su padre quien estaba consolando a Lalita, su madre, quien lloraba de orgullo entre sus brazos. Incluso su hermana mayor estaba ahí y sus sobrinos quienes habían crecido demasiado durante aquellos dos años, gritaban su nombre haciendo que el chico se sintiera valioso de pronto algo que aún le parecía raro después de años y años de despreciarse a sí mismo.

Cuando los médicos habían diagnosticado una enfermedad terrible en su corazón, él había pensado que una vida que tenía fecha pronta de caducidad no merecía la pena vivirse. A partir de aquel momento el chico había caído en una espiral sin retorno en donde estaba destruyéndose a sí mismo y después... después todo había cambiado cuando por medio de un trasplante que le había devuelto la vida y le había ofrecido una segunda oportunidad, una oportunidad para mirar al mundo con otros ojos y convertirse también en la mejor versión de sí mismo.

Su corazón, aquel que había pertenecido a una dulce y maravillosa chica llamaba Torfun alguna vez dio un vuelco en su pecho al pensar en aquellos casi tres meses en medio de las montañas que habían cambiado su vida para siempre. Tian no había querido pensar en aquel lugar durante aquel día. Porque aunque aquel lugar escondido entre las montañas había sido para él un sitio para encontrarse consigo mismo y ganar fuerza, esperanza y el deseo de ser algo mejor, también era el sitio donde un trozo de sí mismo se había quedado para siempre, aunque más que un sitio, Tian pensaba en una persona en realidad.

Porque una parte de él viviría por siempre en aquel enorme gigante que se había desvanecido de su vida del mismo modo en el que había llegado. Él, el hombre que protegía aquel bosque donde las estrellas parecían brillar con más fuerza que en ningún otro lugar del universo era el dueño de esa parte de sí que durante dos años se había sentido como un agujero dentro de su pecho.

¿Dónde estaría él? ¿Estaría pensando en él aunque Tian sabía que aquello era más que imposible? Una sonrisa triste amenazó con aparecer en sus labios pero él hizo acopio de todas sus fuerzas para no dejarla existir. Porque aquel era un día feliz y él estaba construyendo una vida que por fin tenía sentido, una vida que valdría la pena vivir. Porque él estaba en el lugar al que pertenecía, ese lugar que él habría abandonado si el hombre de las montañas le hubiera pedido hacerlo.

Pero tú no eres así, ¿verdad? Pensó Tian al tiempo que bajaba del estrado donde sus profesores lo había felicitado mientras le entregaban todos los honores de los que era merecedor al ser el mejor estudiante de su generación. Tú estás acostumbrado a sacrificarte por los demás pero jamás permitirías que alguien hiciera lo mismo por ti. Y te lo agradezco, te agradezco que me hayas enseñado a distinguir lo que es importante de lo que no lo es pero ¿sabes? Yo habría encontrado el modo de hacerte un sitio en mi vida sin perder la mía. De eso se trata el amor, ¿no crees? Al menos creo que lo que tú y yo sentíamos era amor.

Sentíamos amor... Tian se sorprendió un poco al pensar en sus sentimientos en pasado y un miedo terrible amenazó con envolverlo. Porque aunque Phupha Viriyanon le había pedido que se olvidara de él bajo aquel cielo plagado de estrellas, el deseo que Tian había intentado pedirle a los astros aquella noche seguía quemando en su corazón. Y aquel amor, porque le había tomado muy poco tiempo ponerle un nombre a lo que sentía a pesar de la distancia entre los dos, seguía alumbrando dentro de sí con toda la luz de los luceros que parecen brillar más en medio de las penumbras más profundas.

Cometas Por El CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora