Capítulo 11. El amor, como la eternidad, es una ambición.

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Capítulo 11. El amor, como la eternidad, es una ambición. Una hermosa ambición de los humanos.

Tian paseaba del brazo de su madre mientras saludaba de forma cortes a todos los invitados reunidos en su casa con una sonrisa en los labios. A lo lejos, el chico podía mirar a Phupha quien estaba rodeado de un montón de hombres y mujeres quienes no podían apartar los ojos de él mientras él y su padre hablaban de cosas que Tian no podía escuchar. Phupha lucía hermoso en su traje color azul pálido y el joven ingeniero sentía un enorme orgullo al verlo ahí, hablando con todos de forma cálida y amable aunque lo cierto era que el Mayor prefería la soledad de los bosques antes que la compañía de tantas personas. Pero era lindo verlo ahí, siendo parte de su mundo del mismo modo en el que él formaba parte del universo entero del Mayor.

Tian sonrío y comenzó a caminar después de que su madre le pidiera que la escoltara hacia los baños de la segunda planta de la casa. Lalita parecía contenta y encantada con el rumbo que la fiesta había tomado. De hecho aquella cena había sido planeada como una presentación de los dos como pareja ante los ojos de la sociedad, algo que no había podido evitarse porque sus padres eran personas importantes en la alta sociedad. Y aunque Tian había temido que algunos de los conocidos de sus padres se mostrarían ofendidos o burlones al respecto de su relación con Phupha, en realidad nadie lo había tratado mal y todo el mundo parecía fascinado al conocer a su novio. Tian no lograba discernir si aquella amabilidad era real o simplemente fruto del hecho innegable de que quien se atreviera a meterse con el hijo del general Teerayut, se cerraría todas las puertas en la cara a los beneficios que la amistad con su familia otorgaba.

El chico sonrió pensando que aquello no importaba demasiado en realidad. Las personas que de verdad le importaban estaban genuinamente felices por él. Sus tías y primas, por ejemplo, no dejaban de tomarse fotos con Phupha y Tian podía jurar que todas ellas habían hecho un sorteo para decidir quién sería la primera en invitarlo a bailar. Por otro lado, sus hermanos mayores habían recibido a Phupha con cordialidad. Su hermana había hecho comentarios acerca de la paciencia de santo necesaria para poder vivir al lado de Tian mientras que su hermano se había mostrado sorprendido al escuchar la historia del ascenso de Phupha en las fuerzas militares. De hecho, Tian creía que los dos habían congeniado porque hablaban prácticamente el mismo idioma. Y no, no es que Tian hubiera estado esperando lo peor de todos cuando lo cierto era que a nadie parecía molestarle su felicidad pero es que se sentía tan bien ser apoyado, sobre todo después de darse cuenta de que otras personas como Longtae, por ejemplo, no contaban con el apoyo que su madre estaba dándole a él a manos llenas.

Por primera vez en su vida le parecía ser parte del mundo de sus padres sin tener que esforzarse por encajar en un sitio donde siempre se sintió fuera de lugar. Por primera vez no tenía que fingir que estaba feliz y encantado de ser el centro de atención en una fiesta porque en realidad estaba feliz. Había sido maravilloso poder hablarles a todos de las obras que estaba llevando a cabo en Pha Pun Dao y de lo mucho que mejoraría la vida de las personas en aquel lugar. Tian incluso había logrado establecer contactos para asegurarse de seguir protegiendo las reservas naturales de la villa y sabía que Longtae estaría feliz con eso.

Pero nada lo había vuelto tan dichoso como hablar de Phupha. Sus primos y primas no se cansaban de escuchar la historia de cómo se habían conocido y cómo se había enamorado de él. Los chicos y chicas no dejaban de preguntarle acerca del programa de maestros voluntarios y Tian había reído con ganas al escuchar que todo el mundo quería emprender una aventura hacia las montañas, más en busca de una historia de amor como la suya que por verdaderas ganas de ayudar pero era divertido escuchar a todo el mundo haciendo planes que jamás se cumplirían.

Tian se sentía bien, demasiado bien. Ahora que tenía tiempo de pensar en ello, parecía ser verdad que cuando haces cosas buenas por los demás, el mundo también hace cosas buenas por ti. Su vida ahora era una vida plena, llena de sueños y amor, sobre todo de amor. Phupha estaba en su mundo y a pesar de los temores del Mayor, no estaba fuera de su elemento y eso era así porque Phupha estaba acostumbrado a hablar con las personas, y sobre todo, a escucharlas. Ahora todos sus conocidos sabían de lo maravilloso que era ese hombre. Ahora el mundo entero sabía que además de haber tenido la suerte de amar y ser amado por el hombre más guapo de Tailandia, ese hombre también era hermoso de mil formas distintas.

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