Capítulo 14. Me jugué todo a una carta, bendito destino, me dijo que sí.

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PHUPHA

Tian había llegado a su vida para provocarle una revolución, una revolución de amor, eso era seguro. Había muchos sueños en este mundo que Phupha no se había atrevido a tener jamás y que, de no ser por Tian, quizá jamás habría echado en falta.

Phupha solía dividir su vida en un antes y un después de Tian. Él, la persona que era antes de que aquel joven llegara a la aldea distaba mucho del hombre que era ahora porque la existencia de Tian había sido como un vendaval que agita todo a su paso. Todo en su universo había sido revolucionado. Sus ojos habían aprendido a mirar con ternura y con anhelo. Sus labios habían aprendido a decir palabras dulces y entregar besos cálidos en lugar de gritar solo órdenes. Sí, Tian había cambiado todo y seguía haciéndolo.

Tian era la lluvia que trae consigo nueva vida en aquellas partes de su ser que por muchos años le habían parecido más bien un desierto.

Tian era el viento que hacía volar cometas por el cielo y las elevaba al infinito de mismo modo en e que los besos de Tian lo hacían volar a él por cielos azules llenos de sol.

Tian era también el primer rayo de sol después de una noche fría, solitaria y oscura.

Tian era para él todo lo bueno que podía existir en un mundo que siempre había sido más bien indiferente y algo cruel con un hombre como él. La verdad es que Phupha jamás había esperado demasiado del mundo, mucho menos se había atrevido a pedir algo. Incluso aquel deseo de que Tian volviera a él se había hecho con voz tímida y sin atreverse a tener demasiadas esperanzas. Phupha sabía que una parte de él seguía pensando que no merecía tener lo que tenía porque le parecía demasiado para un chico rural que un día se había atrevido a apostar todo su corazón y su futuro a la sonrisa del joven ingeniero que, en ese momento, estaba hincado frente a él con una argolla de platino en sus dedos.

La mente de Phupha estaba en blanco, no podía pensar, no quería hacerlo. Los sentimientos que la imagen de Tian despertaba en él habían convertido todo lo que él era en pura emoción. No había lugar para palabras dentro de él ni para preguntas de ningún tipo. Él sabía muy bien qué era lo que Tian estaba a punto de preguntarle pero la sola idea de que sucediera era demasiado bella, demasiado insólita.

Phupha no era un gran admirador de los cuentos de hadas pero aquel instante era una escena sacada precisamente de esas historias que los niños adoran escuchar. Esas historias donde los finales felices son posibles y donde, las personas sencillas e insignificantes como él, pueden atreverse a soñar con que un príncipe vendrá a ellos para transformar su vida.

Pero Tian no era un príncipe, era algo mil veces mejor que eso. Aquel hombre estaba mirándolo con un amor enorme en los ojos y con miles de promesas en los labios. Aquel hombre que estaba de rodillas ante él era la promesa de un final feliz para él aunque era más bien un inicio. Si era sincero, Phupha siempre se había imaginado a sí mismo en el sitio donde Tian estaba ahora. Incluso había ido a buscar anillos de compromiso durante todas las veces que había tenido que ir solo a Bangkok a arreglar los últimos trámites de su matriculación en la universidad militar pero jamás se había atrevido a pensar que Tian sería quien tomaría la iniciativa.

Y es que en el mundo de Phupha no había lugar para las expectativas altas y sin embargo, ahí estaba Tian, demostrándole una vez más que siempre podría sorprenderlo y que lo amaba con la misma intensidad con la que él lo había amado desde la primera vez que lo había sostenido entre sus brazos. Y los ojos de Tian reflejaban la luz de las estrellas de aquella noche, la última noche del año. Phupha sabía que si los dos no se apresuraban a comenzar con la tradicional cuenta, el nuevo año llegaría sin que los dos fueran capaces de pedirle un nuevo deseo a las estrellas.

Cometas Por El CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora