dodici

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Thomas nunca se había sentido así.

Ya no tenía idea de lo que estaba pasando entre él y Dylan, pero se sentía... se sentía mareado, sonreía de la nada, se tropezaba a cada rato y simplemente se comportaba estúpido en general. Racionalmente, sabía que no había nada por lo que sentirse así. Fuese lo que fuese, era demasiado frágil e incierto. Francamente perturbador. Dylan había dejado en claro que pensaba que había sido un error, y obviamente, Thomas sabía que existían innumerables razones por las que era una idea terrible.

Pero todavía no podía desterrar la sensación cálida y vertiginosa cada vez que pensaba en los brazos de Dylan a su alrededor, sus ojos mieles, su boca, su aroma. Joder, su aroma. Thomas nunca había notado realmente cómo olía la gente, pero el aroma terroso y masculino de Dylan lo hizo querer enterrar su nariz contra la garganta de Dylan, su axila, su entrepierna y simplemente respirar.

Parte de él no podía creer sus propios pensamientos. Siempre se había burlado de sus hermanos y cuñados por la forma en que se comportaban con los demás, y ahora estaba actuando mucho peor que ellos, por un hombre que no era suyo y que nunca sería suyo. Por un hombre que era de un mundo diferente.

Dylan es un exitoso hombre de negocios, multimillonario, CEO de varias corporaciones, un verdadero adulto once años mayor que él. Dylan es un hombre heterosexual, el heredero de una familia antigua y poderosa, y uno de los solteros más elegibles del país. Sin duda tenía cientos de mujeres haciendo cola para ser la próxima señora O'Brien.

Thomas era solo un estudiante británico confundido que ni siquiera estaba seguro de cuál era su sexualidad. A este punto, esperaba que fuera gay o bi, y no demisexual, porque eso significaría que ya estaba demasiado hundido si incluso pensar en Dylan lo excitaba. No fue alentador que hubiera un elemento de completa confianza y seguridad que lo atrajera a Dylan.

Joder, necesitaba controlarse. Esto es inútil. Inútil. Esta no era una especie de historia gay de Cenicienta. Esto no iba a ninguna parte. Dylan O'Brien era su jefe. Había contratado a Thomas para que cuidara a su pequeño hijo, no para que lo molestara durante sus horas de trabajo.

Cuidar de dicho hijo no fue realmente fácil esa mañana. Liam estaba inusualmente malhumorado, hacía berrinches sin razón y no escuchaba palabra alguna de Thomas. Seguía hablando, pero era mucho menos hablador que el día anterior, sobre todo cuando usaba respuestas monosilábicas cada vez que Thomas intentaba entablar una conversación con el niño.

Afortunadamente, Liam estuvo de mucho mejor humor después de su siesta. El pequeño monstruo de la mañana se había ido, reemplazado por el chico tranquilo y cariñoso que Thomas había llegado a adorar. Nunca entendería a los niños, concluyó Thomas, sacudiendo la cabeza con desconcierto, pero inmensamente aliviado.

Animado por el buen humor de Liam, finalmente decidió abordar el tema del que Dylan le había hablado la noche anterior... antes de que se distrajeran.

Thomas se aclaró la garganta y centró su mirada en Liam.

—Tu papá te quiere mucho —comenzó con su voz más tranquila—. Tú también amas a tu papá, ¿verdad?

Los labios del niño se fruncieron, sus ojos mieles todavía en las piezas de LEGO en sus manos. No dijo nada y continuó construyendo una casa, pero Thomas tuvo la impresión de que estaba escuchando.

—Tu papá es un buen hombre.

—Malo —murmuró Liam, sacudiendo su pequeña cabeza.

Thomas frunció el ceño.

—Estás equivocado, Liam. Tu papá no es malo.

—Malo —dijo Liam tercamente.

—¿Por qué crees que es malo? No es verdad, pequeño. Él te quiere mucho.

(a)sexual ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora