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La semana siguiente transcurrió en una mancha de ansiedad desgarradora, pánico y miedo indefenso. Thomas sintió como si lo hubieran apaleado, le dolía la cabeza y le dolían los ojos por la falta de sueño. Comió algo cuando Winifred casi lo obligó e intentó ignorar las miradas compasivas del personal. Trató de sonreír cuando estaba con Liam, pero el niño todavía parecía sentir de alguna manera que algo andaba mal y alternaba entre estar demasiado callado y hacer berrinches.

—¡Quiero a Papá! —Gritó en algún momento, sus ojos mieles fulminaron a Thomas.

Más tarde, Thomas se avergonzaría de sí mismo por haberse derrumbado frente a un niño pequeño, pero eso fue exactamente lo que sucedió. Se echó a llorar, y no del tipo amable, sus rodillas se derrumbaron mientras se acurrucaba en una bola apretada y lloraba.

Quería que Dylan volviera. Quería verlo, quería sentir sus brazos alrededor de él, quería decirle cuánto lo amaba, decirle cada pensamiento ñoño que había tenido.

Pero con cada día que pasaba, la esperanza se hacía cada vez más pequeña. Lo que el asistente personal de Dylan les había dicho no parecía prometedor. Dylan había sido operado tres veces hasta ahora, y aunque los médicos habían logrado detener la hemorragia interna y reparar los huesos rotos, la cirugía cerebral no había dado los resultados que todos esperaban.

Aparentemente, Dylan ni siquiera podía respirar adecuadamente sin ayuda. Si bien no tenía muerte cerebral, todavía estaba en coma, y las probabilidades de que despertara empeoraron con cada día que pasaba.

Una pequeña mano tocó el brazo de Thomas.

—¿Oma? —Dijo Liam en voz baja. Sonaba confundido. Asustado.

Thomas se secó la cara con las manos y levantó la cabeza para mirar al niño. Cielos, mirar a Liam dolía. Se parecía mucho a su padre. Thomas podía ver a Dylan en todas sus características.

—Lo siento, amor —gruñó Thomas, tratando de sonreír por el bien del pequeño.

Antes de que pudiera decir algo más, la puerta se abrió.

Thomas se encontró mirando a una mujer desconocida. Era alta y vestía elegantemente. Thomas tardó un momento en reconocerla. Era la hermana de Dylan, Amanda. Se veía diferente de las fotos que él había visto de ella. Más mayor. Agotada.

—¿Quién eres? —Dijo ella.

Thomas abrió la boca y la cerró, sin saber qué decir.

Ella frunció el ceño, mirándolo con algo de sospecha. Por supuesto que sospecharía: acababa de encontrar a un extraño en la habitación de su sobrino, un extraño que probablemente parecía un desastre.

—Soy Thomas —logró finalmente Thomas, poniéndose de pie—. Solo le hacía compañía a Liam mientras su niñera estaba fuera.

Amanda desvió su mirada hacia Liam. Algo de dolor parpadeó en su rostro.

—Gracias por cuidar de Liam. Pero ya no será necesario. Liam vivirá conmigo y mi madre de ahora en adelante.

El corazón de Thomas dio un vuelco.

—¿Por qué? —Dijo—. ¿Qué quieres decir?

—Mi hermano está en coma, Thomas —dijo, con su voz tan baja que no era natural—. Difícilmente podemos dejar solo a mi único sobrino en esta enorme casa. Él necesita familia. Es... —Su voz finalmente vaciló—. Es una solución temporal, obviamente. Hasta que mi hermano despierte —A pesar de sus palabras, su barbilla temblorosa la traicionó. Ella realmente no creía lo que estaba diciendo.

Thomas tuvo que darse la vuelta para ocultar sus propias emociones. Miró por la ventana el cielo despejado de afuera. Era un día tan soleado.

—¿Es tan malo?

(a)sexual ᵈʸˡᵐᵃˢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora