Fueron exactamente veintidós minutos en los cuáles tomé mi requerido tiempo para 1. Terminar mi desayuno y 2. Tomar una refrescante ducha. Sabía que probablemente Jericho estaría reventando en su propia rabia, porque claramente había dicho cinco minutos y aún así yo me demoraba lo mas que podía. Honestamente, lo conocía por un mínimo día y el definitivamente tenía algo contra mí. Lo sentía cada vez que me hablaba, como si no soportara mi presencia y eso, para ser sincera, dolía. No le había hecho absolutamente nada, sin contar nuestro incómodo y para nada placentero primer encuentro. Eso había sido raro en el más alto nivel. Aunque Franky me había dicho que era así con todos, él no lo demostraba, al menos no en frente mío. Probablemente, era porque recién había llegado aquí y no me conocía para nada o simplemente yo no le agradaba.
Bajé las lujosas escaleras tratando de no caerme con los ordinarios tacos que me había puesto y me encontré con un Jericho no muy contento apoyado vagamente contra la puerta de entrada.
-Claramente no sabes ver la hora ¿no?- murmuró mientras abría la puerta bruscamente y salía disparado hacia su auto.
Salí tras él, cerrando la puerta de la casa, y siguiéndolo hacia su gigante camioneta que parecía el auto que obviamente nunca podré tener. Empecé a preguntarme si sería millonario o algo por el estilo, pero claramente eso no tenía mucho sentido si vivía en la casa de Nastasia. Igual su vida era algo que no me incumbía.
Entré sentándome en el asiento del pasajero, mientras Jericho empezaba a arrancar su camioneta.
-¿Siempre estás en ese humor?- pregunté un poco tímida.
-¿De que hablas?- preguntó sarcástico- No podría estar mas feliz en este momento, Verona.
Le lancé una mirada fulminadora.
-Sinceramente, no puedo creer que esté pagando por este trato-
Soltó una falsa y fuerte risa por todo el auto mientras conducía por las hermosas calles a nuestro alrededor.
-Bueno, nadie mencionó nada acerca de la calidad de mi servicio, ¿o sí?- preguntó sonriendo arrogantemente- Además, fue idea tuya.
-Ahórratelo- dije cansada de sus comentarios.
Saqué mi mapa de bolsillo, el cual había conseguido en el aeropuerto a la hora de aterrizar, y comencé a inspeccionarlo. Estaba ansiosa por comenzar a recorrer esta gran ciudad, y obviamente, a buscarlo.
-Entonces, ¿a dónde vamos primero?- comencé la conversación mirando a mi mapa sin entender donde carajos estaba algo.
-¿Vamos?- murmuró con el ceño fruncido- Yo no iré a ninguna parte contigo.
¿Que?
-Pero acabábamos de acordar en algo- dije confundida.
-Acordamos en que yo te llevaría a donde quieras ir, pero eso no significa que yo sería tu guía turístico o algo por el estilo- escupió las palabras con disgusto.
-Jericho, no puedo hacerlo sola- me quejé chillonamente- Tienes que venir con..
-Verona, tengo cosas que hacer- soltó molesto, y cuando digo eso, lo digo en serio. Jericho se puso furioso de un momento a otro- Tengo una vida de que ocuparme, y créeme cuando te digo que tu no estás en mi lista de prioridades.
Bueno, definitivamente no tuvo que ser tan duro con las palabras, ni molestarse, ni levantarme la voz; pero podía soportarlo. No empezaría una pelea de la nada, tal vez tenía razón, sin embargo ¿tenía que tratarme así? No lo creo.
-Entiendo- dije cortante- Solo déjame en el centro de la ciudad.
Y Dios sabe que eso exactamente hizo. Fueron unos minutos cuando paró el auto justo donde le pedí y me bajé orgullosa sin un solo adiós.
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Verona
Dla nastolatków¿Qué sucede cuando llegas a una ciudad totalmente desconocida con un propósito prácticamente imposible de cumplirse con tan solo dieciocho años? Eso mismo se preguntaba Verona al sentirse atrapada en los aires veraniegos de la mágica ciudad del amor...