Flightless Bird || l.s. español

Capitulo 31

N/A si tienes un programa de ballet a mano, probablemente sepas a dónde quiero llegar.

Este capítulo reintroduce a un personaje del capítulo 3.

***

Harry me miró desde la cama, con las piernas cruzadas y la barbilla apoyada en la mano.

Levanté el programa triunfalmente. Era tan obvio. ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

"¡Conozco a alguien que puede ayudarnos!"

"Nadie en la compañía me ayudará, Louis. Todos me odian ahora mismo: los bailarines, la administración, todos. También quemé todos mis puentes en el Bolshoi. Toda la industria me tiene manía".

"Harry, ¿cuál es la parte más importante del ballet?"

"Yo."

"No, cariño".

Frunció el ceño.

"El público". O, más concretamente, los espectadores.

Harry se ganaba la enemistad de todos los que trabajaban con él, pero fuera de la empresa la élite londinense lo adoraba. Tenía una reputación terrible en toda la industria, pero era celebrado por prácticamente todos los demás.

Pasé a la parte posterior del programa y le mostré la lista de patrocinadores. "Nuestros generosos benefactores".

"No necesito dinero", dijo.

Señalé el nombre de Margaret Wexley. "No sólo es rica. Es la heredera de un imperio mediático. Es dueña de periódicos y revistas en todo el mundo. Fui su acompañante en la cena del patrón. Es la mujer más poderosa de Gran Bretaña, además de la Reina".

"¿Crees que publicaría un artículo sobre Beauchamp en uno de sus periódicos?"

"Creo que podría convertirlo en el hombre más odiado del planeta si quisiera".

Mags tenía innumerables periodistas de investigación a su disposición y esos periodistas hacían casi el mismo trabajo que los investigadores criminales, sólo que sin las mismas limitaciones. No estaban sujetos a la jurisdicción y no tenían que cumplir con la carga de la prueba exigida por los tribunales.

Si no podíamos juzgar el caso en un tribunal, lo haríamos en el tribunal de la opinión pública.

A la mañana siguiente nos aventuramos a ir a la finca de Wexley. Alquilé un coche. Si fuéramos allí en mejores circunstancias, conducir por las exuberantes colinas verdes de la campiña inglesa podría haber sido romántico. Harry estaba nervioso. Rebotó la rodilla y se agarró al cinturón de seguridad durante todo el trayecto. Le aseguré que si este artículo se publicaba no tendrían que utilizar su nombre. Era una víctima. Su identidad estaría protegida.

Subimos por el largo camino de tierra hasta la casa principal, si es que se le puede llamar casa. Me sentí como si acabáramos de llegar al plató de Downton Abbey. Era una mansión clásica cuadrada construida en estilo jacobetano con torres italianas y arcos góticos.

El aparcacoches, un elegante caballero vestido de negro, estaba esperando para llevarse nuestro coche. No habló. Entonces se acercó el mayordomo de la finca, un hombre mayor, y nos dijo que la señora Wexley nos esperaba en el invernadero. La propiedad era tan extensa que tuvo que llevarnos hasta allí en un carrito de golf.

Me alegré de haberme arreglado un poco. Llevaba pantalones de color canela y una chaqueta azul marino. Harry llevaba una de sus blusas onduladas con el pelo suelto. Aunque se había criado en una familia de clase media baja, parecía estar extrañamente a gusto en un lugar como éste. Debió de ser un duque en una vida pasada.