A Kanao le encantan las expresiones de Tanjiro.
Tan diversas, tan transparentes, es como leer un libro abierto, más bien un anuncio publicitario gigante.
Le gusta su gran sonrisa, aquella con la que la saluda en la entrada todos los días. Le divierte cómo su rostro se vuelve raro cuando intenta mentir. Le encanta la determinación que puede ver en sus ojos cuando se decide a hacer algo.
Y como ahora, la llena de ternura cómo su lengua asoma de entre sus labios mientras sus ojos se concentran en la hoja de papel sobre la que garabatea números rápidamente, tratando de resolver ese ejercicio de matemática con el que lleva batallando los últimos diez minutos.
Ella terminó con sus deberes hace un tiempo ya, y aunque le ofreció ayudarlo él se negó firmemente, diciendo que esta vez quería intentarlo él mismo.
Así que ella simplemente siguió la rutina que llevan tiempo haciendo. Luego de terminar, siempre se recuesta a su lado, mientras come algo de lo que esté en el centro de la mesa. Las galletas de hoy son dulces, el exterior crocante resuena cuando las muerde para encontrarse con el interior suave, y las chispas de chocolate se derriten con el mismo calor que aún mantienen. Son las que Nezuko hace, acaba de sacarlas del horno.
Lo oye suspirar, para luego verlo apoyar su frente contra el cuaderno.
—¿Terminaste? —Le pregunta, su voz un poco amortiguada por la galleta que sigue comiendo.
—No me dio —murmura cansado.
Se incorpora nuevamente, solo para ahora inclinarse hacia atrás, dejando a su brazo izquierdo el peso de su cuerpo mientras que con su mano derecha termina de desajustar la corbata ya un tanto floja, hasta finalmente sacársela.
La expresión frustrada y casi aburrida en su rostro es linda. Cómo junta sus cejas y presiona sus labios es similar a un puchero.
Lo observa discreta, al menos hasta que él también la ve a ella, y sus labios se vuelven hacia arriba en una sonrisa cansada. Tal vez no estaba siendo tan discreta.
Se sorprende a sí misma cuando su rostro comienza a calentarse y la emoción se siente crecer en su estómago. Le sonríe también, pero desvía su mirada porque ¿Qué fue eso? Esa imagen de él, lucía tan... Maduro. Por un momento quisiera no haberse volteado para grabarla mejor en su mente.
Respira profundo para calmar el palpitar acelerado de su corazón, y su vista se encuentra con algo que podría distraerla de su mente que no hacía más que empeorar su estado: la hoja en la que Tanjiro estaba trabajando.
Se inclina más cerca de la mesa, y echa un vistazo a los números desprolijos. Una ecuación medianamente simple, tal vez sola no sería un gran problema, pero junto a las otras veintinueve que el profesor Shinazugawa les dio luego de que terminaran con su ya de por sí poca paciencia, resultan al final tediosas.
La verificación no da los mismos resultados, es cierto, pero deduce rápidamente que el error en la ecuación en un signo negativo que olvidó poner, y una suma simple mal hecha en la última parte. Detalles pequeños que al final hacen una gran diferencia, pero que por la sobrecarga de ejercicios que resolvió en la última media hora deben habérsele escapado.
—Tal vez deberías descansar un poco. —Le dice, volteandose una vez más hacia él.
—Sí —murmura—, podríamos...
Cuando sus miradas se encuentran no tarda ni un segundo en captar lo que quiere decir. Sus ojos entrecerrados brillan con una luz calmada y su sonrisa ligeramente inclinada son demasiado obvias.
Y solo con la sugerencia su rostro comienza a calentarse, pero no piensa rechazarlo. Gira su cuerpo por completo a la izquierda, y con movimientos lentos pasa su pierna derecha sobre él, colocándose por sobre su regazo.