Puede que no se entienda mucho el capítulo sin contexto porque no sé qué tan conocida es esta información, así que acá está:
En Japón, los hoteles para parejas comenzaron en casas de té, he leído también que podían encontrarse habitaciones de este estilo en los segundos pisos de restaurantes. No estoy muy segura de la información que encontré respecto a fechas y detalles, pero se me hizo buen material para un capítulo así que espero que no importen mucho esas cositas y que les guste.
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Nunca le gustaron los días lluviosos.
Aunque en la montaña no fueran tantos como las tormentas de nieve. Si llovía, la salud de papá empeoraba, sus hermanos tenían frío y mamá no le permitía ir a cortar leña. Los días siguientes siempre eran más duros de lo usual.
Al comenzar su servicio como cazador de demonios, mientras más bajaba a la planicie se volvían más frecuentes.
Las nubes grises y cargadas que cubrían el cielo no dejaban pasar el sol, no podía estar tranquilo de que los demonios no aprovecharan el clima para salir de día y atacar a la gente.
Su haori mojado pesaba, el lodo era incómodo y resbaladizo de pisar. Escuchaba el sonido de las garras de Nezuko rasgar desde el interior de la caja en su espalda. A ella tampoco le gustaba.
Incluso ahora, sin tener que preocuparse de los demonios o ver a su familia pasar por un mal momento, seguía trayéndole problemas.
La lluvia había sido demasiado rápida. Comenzó antes de que pudieran volver a la finca. El camino de vuelta era de unos veinte minutos a paso rápido, sin paraguas no dejaría que Kanao camine tanto tiempo en el frío, mucho menos mojándose.
—¿No hay alguna posada cerca? —Le pregunta volteándose hacia ella.
—No. —Su mirada se mantiene fija al frente, hacia la calle vacía, a nada en especial—. No viene mucha gente de afuera.
Es un pueblo, aspirando a pequeña ciudad. Si bien hay varios negocios y tiendas en las que Kanao y Aoi reabastecen sus suministros, es cierto que no es muy turístico ¿Por qué tener una posada para personas que no vendrán?
Frunce el ceño. La tienda de kimonos en la que se resguardaron al comienzo con la esperanza de que la llovizna inicial cesara pronto está cerrando. Nota al voltear la mirada al otro lado cómo la dueña les da una mirada de soslayo, antes de volverse otra vez al frente. Está claro que no pueden seguir allí.
Pero ¿Dónde pueden ir? ¿No les quedará otra opción que correr hasta la finca bajo la tormenta que cada vez cae con más fuerza? Ni siquiera tienen algo más que su haori mojado con lo que cubrirse.
Vuelve a echar un vistazo a Kanao, que junta sus manos y las presiona contra sus labios tratando de mantener el calor. La ve temblar ligeramente por un momento, antes de que cierre sus ojos y se encoja sobre sí misma conteniendo el escalofrío.
Suspira tratando de pensar alguna alternativa, algo que puedan hacer, algún lugar donde puedan-
Sus ojos se abren con realización al recordar algo.
—Hay... —Comienza en voz baja mientras siente la vergüenza calentando su rostro. Ella lo observa, pero él no puede continuar sin desviar su mirada—. Un restaurante de soba por aquí ¿No? —murmura para que solo ella pueda oír.
—Eh- Sí, creo que... —Oye sus palabras salir con timidez y dificultad, casi en un tartamudeo de vergüenza y sorpresa—. Doblando a la derecha por la esquina de la tienda de dulces.
Asiente, después de todo lo recuerda.
—Lo siento.
No puede apartar la mirada de la puerta de la habitación que les indicaron. Se siente mal, como si desde subir las escaleras del restaurante estuviera haciendo algo indebido.