Después de colocar en el brasero la leña que Zenitsu cortó en la mañana, Tanjiro suspira. Es la última tanda, y luego de esto bajará al pueblo a vender.
Pasa por su rostro su antebrazo tratando de secar el sudor y echa un vistazo al cielo.
Un hermoso celeste claro lo cubre, apenas salpicado de retazos de nubes blancas. El sol es brillante y cae con fuerza sobre su cabeza, hombros y espalda. Un tranquilo cielo de primavera.
Aunque a esta altura de la montaña tarda en llegar, finalmente lo hizo. Las flores en el suelo y algunos árboles del bosque se abrieron y adornan no solo con sus colores vibrantes y diversos, sino con los aromas que están en el ambiente.
Tan fresco, tan suave, un aroma al que se acostumbró estando fuera de su hogar. Pero ni en la finca mariposa, donde los jardines rebosaban color, era tan dulce.
Ah, es porque ahora mismo el aroma que siente no es de ninguna flor.
Se voltea desde donde siente que proviene y ve a Kanao caminar lento hacia él. Desde abajo hacia arriba, sus botas blancas, la falda y camisa de lo que solía ser su uniforme. Kaburamaru en su cuello, una sonrisa en su rostro y sus ojos que parecen brillar más reflejando el sol. Nota también que sus brazos se esconden detrás de su espalda.
—Nunca puedo tomarte por sorpresa. —Finge un puchero delatado por su sonrisa mientras Kaburamaru se inclina derrotado.
—Lo sentí-
—Por mi olor, sí. —Lo interrumpe, para luego desviar la mirada a algún punto perdido en el cielo, simulando estar concentrada pensando en algo— ¿Debería camuflarlo?
—No —Aunque la sonrisa sigue en su rostro junta sus cejas, disgustado por la sugerencia—, me gusta tu olor.
La risa que ella exhala de inmediato es un sonido suave y tierno.
—No digas eso. —Le reprocha con sus mejillas coloreándose. Entonces, saca sus brazos de detrás de su espalda y sostiene a sus costados dos botellas de vidrio que reflejan el sol, una en cada mano—. Traje ramune. Hace mucho calor y estás bajo el sol, no es necesario que lo termines hoy.
Logra distinguir que una de las botellas no tiene la tapa puesta y el líquido burbujeante es menos, debe ser la de ella que ya ha tomado.
—Quiero bajar hoy. —Insiste, viéndola cómo se acerca al mismo tiempo que da un pequeño trago a su botella.
—¿Por qué tan ansioso? —Le pregunta luego de terminar de tomar mientras inclina una ceja.
De ser otra ocasión le respondería, "Le debo dinero al señor Yamashita" o "Quiero comprar kompeito para Nezuko". Son las razones más comunes por las que baja dos días seguidos en lugar de intercalarlos, pero esta vez es diferente.
Porque si puede hoy comprar ese peine, aquel plateado con pequeñas flores celestes y rosadas que vio en el puesto de adornos para el cabello. Si pudiera hoy, entonces podría pedírselo antes de que a fin de esta semana ella vuelva a la finca.
Quiere hacerlo correctamente, no retrasarlo más. Quiere esta primavera sellar oficialmente su relación.
Pero también quiere que ella no sepa, así que no puede permitirse decir nada.
Diría alguna excusa, pero haría esa cara rara de la que Nezuko se ríe tanto en sus intentos por mentir y sería muy obvio, así que se conforma con presionar sus labios tensando las comisuras de su boca. Zenitsu lo acompañará, por lo que, con suerte, si no dice nada ella solo sospechará que se trata de algún nuevo regalo para Nezuko, de esos que su amigo no ha cesado de darle.