I. Ojos rojizos

639 76 157
                                    

Una helada noche de invierno, un par de descalzos pies caminaban lento, meciéndose débilmente entre los cortos pasos que daba, su cuerpo tiritaba del frío, sus dientes castañeaban y el frío aire que daba directo a sus ojos le hacía llorar; sus bra...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una helada noche de invierno, un par de descalzos pies caminaban lento, meciéndose débilmente entre los cortos pasos que daba, su cuerpo tiritaba del frío, sus dientes castañeaban y el frío aire que daba directo a sus ojos le hacía llorar; sus brazos estaban exhaustos por el peso que cargaba en ellos.

Su estómago ruge, indicando su falta de ingesta de alimentos, sus párpados pesan, no ha dormido bien, y las ramas de los árboles chocando unas con otras le prohíben escuchar sus pensamientos, su mirada se fijó en el edificio frente a ella.

Una iglesia.

La mujer se mordió el labio, cam trastabillando un poco, se acercó a la entrada y cuando estaba punto de tocar la enorme puerta, el pequeño bulto que tenía entre sus manos se removió  comenzando a llorar, el bebé que cargaba despertó, junto con su desespero.

Arrullando al pequeño, la mujer comenzó a llorar, había logrado mantenerlo dormido la mayor parte del día, pero bien sabía, que el hambre del pequeño no le permitiría seguir deambulando en busca de comida, con todo el dolor de su alma, comenzó a ponerse de cuclillas y despegando al crío de sus brazos lo depositó en el suelo acomodando las mantas a su alrededor.

Con furia y desespero comenzó a golpear las enormes y gruesas puertas de madera, una voz diciendo "¡Ya voy!" fue lo que necesitó, para agacharse hacia al pequeño y besar su frente, diciéndole en un lastimero y pequeño susurro.

—Perdóname, hijo mío. —La mujer se puso de pie corriendo, dejando atrás a la única prueba sobreviviente del amor que alguna vez le tuvo a aquel hombre, dejando atrás a todo su mundo, dejando atrás la última pizca de felicidad que le quedaba.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¿En qué piensa señor Heechul? —cuestionó una joven voz, que fue reconocida de inmediato por el hombre. Heechul dio un respingo, se pasó la mano por el rostro, y le sonrió al chico. —Buenos días Hongjoong, ¿Has descansado adecuadamente? —cuestionó.

𝐌𝐚𝐫𝐞𝐚 𝐑𝐨𝐣𝐚 | 𝐒𝐞𝐨𝐧𝐠𝐉𝐨𝐨𝐧𝐠「 𝗘𝗡 𝗖𝗨𝗥𝗦𝗢 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora