VII. Florece La Camelia Y Caen Los Pétalos Marchitos Del Clavel

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Por primera vez en sus ciento cuarenta y uno años de vida como vampiro, la vida y la muerte le dolían con la misma magnitud, la cúspide de recuerdos que circulan cual torrente sanguíneo por su sangre, se derrumban frente a la piedra blanca con forma rectangular, que yace frente a sus resplandecientes rubíes cubiertos de una ligera capa de agua salada, mira el nombre grabado en aquella piedra y montones de recuerdos suben a su cabeza a la par de que desaparecen y aparecen de nuevo, siéndole imposible pensar con claridad.

Cierra sus ojos intentando evitar que las lágrimas salgan, sin embargo, estas se muestran desobedientes y terminan por rodar hasta el húmedo y frío suelo lodoso, junto a ellas un sollozo se le escapa seguido de otro, y otro, y otro hasta que su llanto logra escucharse por todo el bosque, los pájaros trinan entonando la melodía de su duelo y un ciervo que pasa se queda quieto al romper una rama bajo sus pezuñas, ocasionando que el vampiro detuviera su llanto y le mirara con esos ojos fieros, recreando la típica escena de depredador-presa, ambos quietos y mirándose fijamente, esperando un movimiento del contrario.

El ciervo parecía hipnotizado por los ojos rojos del vampiro, casi como si aceptara su destino y se quedara quieto dispuesto a aceptar la muerte por obra de las manos de aquel ser antinatural, el vampiro permanece quieto y no es hasta que habla, que el ciervo cobra vida nuevamente y huye despavorido.

-Sal de ahí, puedo sentirte. -Ordenó Seonghwa, descubriendo a uno de sus hermanos que se encuentra oculto tras los árboles.

Lentamente una cabellera negra se asoma de uno de los grandes árboles y sale temerosa buscando la mirada del vampiro de ojos rojos, cuando por fin conecta con la suya, el vampiro se endereza en su lugar y su respiración se torna irregular.

Era San.

De nuevo.

Al verlo su cuerpo se llenó de ira y se acercó en un rápido movimiento, exigiendo en un rugido saber la razón de su estancia en ese lugar.

- ¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Lárgate! -gritó. - ¡¿Acaso tengo que volver a repetirte lo mucho que detesto ver tu asqueroso rostro?! ¡Largo! -volvió a gritarle Seonghwa mientras le daba empujones, rápidamente el pelinegro con mecha plateada habló.

-V-vine a decirte que el grupo de caza- la voz de San es interrumpida por el grito de Seonghwa, quien parecía enfurecerse más conforme más tiempo veía el rostro del vampiro.

- ¡Me importa una mierda! ¡Lárgate! ¡No te quiero ver, y mucho menos aquí! -exclamó colérico el vampiro de ojos rojos.

- ¿A-Aquí? ¿Por qué? -preguntó inocentemente el vampiro de ojos violetas.

Esa pregunta hizo que su coagulada sangre, atascada en los pasillos de sus venas, se helara -si es que eso aún le era posible- ¿En serio preguntó eso? ¿En serio no recuerda lo que sus sucias y viles manos hicieron? Incrédulo de ver la falsedad de los ojos violetas la furia cegó su mente, dándole paso a una bofetada que tiró al suelo vampiro menor.

-Lárgate, te prohíbo venir aquí. -Dijo Seonghwa severo, con los ojos titilando cómo la llama de una fogata, y la mandíbula tan apretada que casi podía sentir cómo sus colmillos le perforaban las encías. -Juro, que si vuelves a aparecer por aquí. -Se cortó, avanzando hacia el chico que, ante el evidente peligro, comenzó a retroceder asustado. -Volveré a despedazarte con mis propias manos. -Le amenazó. -Y esta vez, me aseguraré de empalarte en lanzas de plata para que no puedas regenerarte y mueras de una puta vez por todas. -Sentenció, mirando fijamente y con el ceño fruncido a San, quien ya estaba sollozando en el suelo.

𝐌𝐚𝐫𝐞𝐚 𝐑𝐨𝐣𝐚 | 𝐒𝐞𝐨𝐧𝐠𝐉𝐨𝐨𝐧𝐠「 𝗘𝗡 𝗖𝗨𝗥𝗦𝗢 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora