CAPÍTULO II - Reencontrar(nos)

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APOV:
Los desencuentros sentimentales con Marcela, eran tan comunes como nuestros encuentros sexuales. Al principio de nuestra relación, yo pensaba que sus ataques de celos no eran más que provocaciones para terminar en la cama. Me equivoqué y fue mi primer error. Desencontrarme con ella, encontrarla en la cama y distraerme buscando otros encuentros casuales fue un alivio, una escapatoria en mi juventud, algo que visto desde hoy, que confirmo que amo a una mujer con la que veo un futuro pleno; me doy cuenta que antes de ella, yo no era más que un estúpido.
Me siento avergonzado de lo que era antes, de lo que les hice a las personas que amé, eso lo acepto completamente, pero, si tuviera que volver a hacer las cosas y tener que ser el "ogro" como las del cuartel me dicen, lo volvería a hacer para estar con ella.
A Marcela la lastime, no minimizo su sufrimiento, pero hacía tanto, tanto, que no recordaba sentir algo en mi pecho cuando la mencionaban, que me asusté.
Sentí mi corazón llenarse de Marcela, de sus recuerdos y el cariño que nos tuvimos. Me sentí con unas ganas inmensas de abrazarla, de besarla en la cabeza como agradecimiento a lo que había hecho por mí. Lo mínimo que merecía por hacer de abogada del diablo, era tener un agradecimiento mío, pero dárselo era darle esperanzas o lastimarla y yo no quería volver a hacerle daño a nadie. Esta era la prueba del amor tan grande que me tenía Marcela. Tan grande como para hacer a un lado su felicidad por darme la mía.

Le agradecí en silencio.

-Así que Marcela Valencia, su enemiga acérrima fue quien la aventó a mi lado.- dije con una risa con llanto y en tono de burla- parece que al fin se deshizo de este neurótico odioso.-

La vi voltearse a mí, sorprendida probablemente por la forma en que hice las preguntas anteriores. Cuando vio mi expresión, cambió la suya. Me comenzó a acariciar el mentón, las mejillas, las orejas y lo hacía con la paciencia de terminar de consolarme por el llanto reciente.

-Usted, Doctor Mendoza, es un neurótico bellísimo.

Sentí mi corazón hacerse chiquitico, lo suficiente como para poder quitármelo y ponérselo a ella entre el pequeño espacio que había en su boca entreabierta.

La tensión por ese beso que ambos deseábamos, era tan palpable, que tuve miedo a acercar mi cara y que sucediera como cuando te estampas en un cristal que está tan limpio, que no lo ves.

Ella jaló mi corbata, poco a poco, con tanta paciencia que me desesperé por cortar la distancia entre su aliento y el mío. Su determinación para besarme me abrumó un poco, porque esta era otra Betty. Pero mientras la besaba, vino a mi mente el día de su cumpleaños, que después de asegurarle que iríamos fuera, me robó un beso muy infantil. En el momento me desconcertó porque sí, ya sentía este amor por ella, no lo quería aceptar por imbécil. Recordar ese beso, en este momento, me hizo sonreír, me hizo saber que siempre fue Beatriz quien merecía mi devoción.

BPOV:
Don Armando es la saciedad de mi vida. En encontré todo lo que los demás me negaron. Lejos de su engaño y su enamoramiento, yo podría haber quedado satisfecha sin saber la verdad. Me saciaba y así era feliz. Y no encuentro otra palabra mejor, porque mi trabajo me gustaba, pero me sentí plena hasta que trabajé con él. Mi vida me agradaba, pero empecé a amarla cuando él fue parte. Mi cuerpo no me incomodaba, pero me sentí llena cuando estuve con él.
Desde el primer momento, deseé que él se sintiera de igual manera conmigo. Que buscara mis brazos como su refugio, como su calma en medio de la marea que nos ahogaba. Quería que fuera recíproco.
En ese momento así lo sentía, tan vulnerable que yo podría aprovecharme. Podría lastimarlo si así lo deseaba, pero prefería morirme antes de hacerlo sufrir de nuevo.
Algo tenía apachurrado en mi corazón, en una especie de escondite, que no supe durante meses qué era. Hasta que ese beso lo descubrió. Era mi deseo apaciguado por su ausencia, que en este momento, brotaba, se multiplicaba como gremlins.
Cada que su labio agarraba el mío, sentía que crecía y crecía. Pero no era tiempo.

Locura Mía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora