Deleitar(nos)
Apov:
Tampoco todo es fatalismo y añoranza. Mis neuronas idealizan sin duda el futuro, mis aesperanzas tan cambiadas, que me siento como un niño en su primera navidad. Deseo dormir junto a Beatriz, tomar una ducha con ella, tener un bebe, casarnos, viajar, visitar el mar a mi lado. No importa el orden de mis deseos, sino cumplirlos todos.
Llenarle la vida de momentos conmigo, que ninguno de nosotros sea capaz de visitar esos lugares con otra compañía o por lo menos, no rememorarlo. Deseo muchas cosas de Beatriz, pero la primera, es su cuerpo, sus caricias, sus besos.
El estereotipo es estúpido y más estúpido soy yo por haber cosificado a tanta modelo, a buscar cuerpos idénticos entre sí, con los cambios mínimos en la cara.
Cada noche de cacería era la misma presa, pero siempre diferente. Las mismas medidas, el mismo cuerpo, las mismas ropas y algunas variedades de perfumes ostentosos que no sabes si te gustan o te asquean. Ahora me doy cuenta del patrón tan aburrido y autocomplaciente.
Pero Beatriz, dios mío.
Esa mujer lo es todo y con todas las letras.
Descubrí mis mejores tesoros en los lugares más pecaminosos e inmundos. Descubrí el amor de Beatriz en ese archivero húmedo e inhumano. Pero también descubrí su cuerpo en el lugar más frecuentado por el pecado y la mugre: el apartamento de Mario.
Eso o la magia de Beatriz sale a relucir en lo oscuro para contrastar, para iluminar con su presencia y demostrar que hasta los peores sitios, pueden ser bellos.
(...)
Impulsado por el deseo de corroborar aquel enigma que se me presento en el hotel, me decidí. Lo venía deseando desde la madrugada del cumpleaños de Beatriz. Me sentí atraído, embargado de una necesidad y deseo incontrolable.
Sus caricias tambaleantes vibraban en mi piel.Cada que la acaricio, la beso, la miro, ella tiembla, se estremece y el deseo en mí se enciende. Ese momento, mientras se estremece, quiero pegarla tanto a mí, que seamos capaces de temblar al mismo ritmo.
En automático, mi mente se desconectó. Ya no importaba que estuviéramos en ese lugar tan pecaminoso, lo verdaderamente importante era sentirla, hacerle notar todos los espasmos, temblores que recorren desde lo más adentro de mis entrañas, esos mismos temblores que hacen cosquillas en mis manos, que piden acariciarla piel a piel, con delicadeza con tranquilidad para hacerla disfrutar.
Si me preguntaran, yo podría decir que incluso el deseo es un lugar, un momento. Cuando Beatriz me mira con sus ojos amorosos y oscuros, ahí en la parte de su mirada que quiere arrastrarme a las orillas de la razón, empujándome al abismo; ahí donde su cuerpo me pide que esté dentro de ella, que ahí me quede. Que la unión de nuestros cuerpos sean como el de nuestras almas.
Eterno, inconfundible.
En el hotel, pude hacer un reconocimiento táctil completo. Con los ojos cerrados podría ser capaz de recrear su figura con gran precisión. Detallar su breve cintura, sus caderas amplias y la espalda preciosa e increíblemente erótica que me tiene estos días hambriento.
Esta vez no quiero que sean mis manos quienes la acaricien. Quiero saborearla, tantear su carne, degustar sus ansias, tratar de apaciguar con mi saliva aquel fuego que la recorre cuando estamos cerca.
Deslicé su cuerpo sin esfuerzo. La diferencia corporal entre ella y yo me permite manejarla, acomodarla a mi gusta a mis deseos de hacerla gozar; mi cuerpo sobre el de ella, lo suficientemente juntos como para estremecernos juntos, pero sin el apoyo completo para no aplastarla.
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Locura Mía (1)
RomanceLa capacidad de transformación de las personas enamoradas es abrupto, irrepetible y sobre todo admirable. Beatriz y Armando tienen tantas heridas del pasado, que no encuentran otra forma de sanar que no sea el amor. Esta narración ficticia se concen...