CAPÍTULO VI - Confiar(nos)

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APOV:
Mi relación con Marcela fue intensa, caótica y muy destructiva. Caímos en una cotidianidad aburrida y abusiva de ambas partes. Ya no sentía emoción en nuestros encuentros, ya no percibía la sensualidad de su cuerpo y si la tenía todavía, yo ya no la podía encontrar. Ya no quería tomarla de la mano para no juntar su sudor y el mío, nuestros besos no eran más que la fuerza del hábito.
En algún punto del camino pensé que la fogosidad de Marcela sería lo que me mantendría a su lado, pero la relación terminó en una temperatura ambigua, ni caliente ni frío, apenas soportable para -quizá- envejecer juntos.
3 años

3 años

3 años fueron los que estuvimos juntos, maldita sea tres años y se había acabado antes y ninguno dijo nada. Yo para no lastimarla y ella por querer amarme más de lo que debería. La cercanía se nos volvió familiaridad, la familiaridad en cariño, el "cariño" después en un amor a fuerza, en un compromiso que nos sembraron desde niños y nos esmeramos en cumplir, pero nos confundimos. Ella creía que era mi dueña. Llegó el aburrimiento, el aburrimiento se convirtió en cansancio y el cansancio en resentimiento.
Al aceptar una relación, un enamoramiento, ¿es necesario ponerse a disposición física y sentimental del otro?

Tantas cosas que sé que hice mal todos esos años, el daño incontable día a día, las promesas a medias, los acuerdos no cumplidos. Las noches, esas noches que ella sufría y tal vez lloraba porque yo no la acariciaba, que ella me necesitaba, pero yo estaba muy ocupado deseando a Beatriz, ignorando el dolor de Marcela por englobarme en el de Betty. Esta carta sé que tiene estas razones y probablemente podría hacerme una lista y yo lo entiendo, maldicion si lo entiendo y estoy listo para leerlas, para aceptar mi culpa y quizá darle una disculpa.

Nos miramos mutuamente esperando que el otro rompiera el silencio, pero ninguno se atrevió.

-Ay, Betty, yo creo que casi debe ser la carta de suicidio y despedida de Doña Marcela. Mire que ninguna mujer posesiva como ella va a dejarse así como así, yo creo que ustedes deberían leerlas aquí y vemos que hacemos con la información- Dijo Berta, pero estoy seguro que se arrepintió al momento de terminar de decir esta sarta de tonterías.

-Doctor, voy a mi oficina, nos vemos en el almuerzo.- Dijo Betty esquivando mi mano que la quería acercar, negándome un beso, arrebatando la carta y yéndose rápidamente a su oficina.

Quedé como un pasmarote frente al cuartel ¡qué cruz con estas brujas! Tomé mi carta y me encerré en la oficina.

Cuando estuve al borde de la autodestrucción en el bar y Marcela fue por mí, yo no hacía más que pensar y querer gritar que la alejaran, que yo quería que Beatriz fuera quien me consolara, que se virtiera con balsamos y cuidados sobre mi cuerpo, que lavara mis heridas y con los aceites tibios de su amor me dejara como nuevo, pero no. Era Marcela a quien tenía a mi lado. De nuevo me siento así, quiero a Betty aquí cerquita de mí, quiero que leamos juntos estas cartas y podamos hablar al instante lo que nos duele, lo que nos inquieta y no dejarnos llevar por la visión de una mujer lastimada, pero no señor, otra vez estoy solo en mi oficina con una carta en las manos.

"Armando:

Yo sé que antes de siquiera abrir esta carta ya estás enumerando en tu mente mis reproches, mis arranques de celos y las culpas que debería estamaparte en la frente, pero no, ya entre nosotros está casi todo dicho. Nuestra relación sin remedio no amerita más dolor.

Quiero que sepas que esto te lo escribo con el mismo amor profundo que te he profesado estos años, que han sido los más dolorosos y felices de mi vida.
La muestra de mi amor es dejarte libre, que tarde me di cuenta de que dejar ir, también es una forma de amar. Quizá de saber esto antes no estaría tan herida como lo estoy.
No te culpo, yo tampoco podía seguir viviendo en esta jaula contigo, yo encerrada en el dolor de tus traiciones y tú en el encierro de mis celos.

Locura Mía (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora