Eren ha sufrido una desilusión amorosa otra vez. Levi está ahí, como siempre, para reconfortarlo.
A lo mejor la historia sería distinta si el joven Ackerman poseyera la valentía y no se guardara los sentimientos hacia su mejor amigo. Quizás todo ser...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Viernes 1 de julio 2016 Londres
—¿Qué pasó ahora, Eren?
La pregunta iba dirigida al chico parado en el marco de su puerta, quien le transmitía tristeza con su mirada, una que estaba presente en sus bonitos orbes verde esmeralda. Él sólo se limitó a encoger los hombros, a la vez que se apoyaba ligeramente contra el umbral.
—¿Por qué lo dices?
—Mírate al espejo nada más, ya verás la cara de perro abandonado que andas trayendo —le respondió, rebosando obviedad en su expresión corporal y en las palabras que recién habían salido de su boca. Enfocó a Jaeger, su mejor amigo desde que eran pequeños, y le alzó una ceja, incitándole a que siguiera hablando sin tener la necesidad de decírselo verbalmente.
Eren sólo bufó, a la vez que entraba a la habitación y cerraba la puerta tras su espalda, recargando su ejercitado cuerpo ahora en ella.
—¿Se me nota demasiado? —Fue el turno del moreno de volver a cuestionar, a la vez que movía el picaporte color plateado, haciendo surgir un ruido que llenaba el poco silencio que se llegaba a provocar en el momento posterior al que uno de ellos terminaba de hablar.
—Acabas de entrar como un alma en pena a mi habitación, ¿qué esperabas?
—Pues no lo sé, llegué a imaginar que no era tan evidente y que había logrado ocultarlo, al menos hasta llegar aquí —mencionó soltando una risa forzada, como si estuviera avergonzado de sí mismo y de lo que iba a contar. Eren llevó la misma mano que antes tenía en la manilla de la puerta a su cabeza, enredando sus largos y finos dedos en su cabello, jugueteando con sus hebras castañas. Ackerman tenía la dicha de conocerle desde hace años, prácticamente de casi toda la vida, así que no dudó ni un segundo en sacar conclusiones y pensar en que el más alto en la mayoría de probabilidad estaba tratando de distraerse con cualquier cosa con tal de no llorar.
Eren siempre había sido más sentimental que su persona, tal vez “demasiado expresivo”, como ya se lo había dicho un par de veces en ocasiones anteriores. Levi siempre lo había asimilado a un libro con las páginas abiertas, en su totalidad dispuesto a quien lo quisiera leer. A la vez, él era el misterio más profundo y complicado, difícil de entender. Un enigma, el cual tenía únicamente un requisito: ser descifrable sólo a quien se tomara el tiempo en su investigación y tuviera perseverancia.
