Solo para aclarar, en esta historia las mujeres pueden tener hijos sin necesidad de tener que estar con un hombre, así que las niñas son hijas biológicas de ambas. No me importa la lógica. ¡Disfruten!
Pov Kendall Jenner
10 de marzo del 2014, 23:01 p.mEs ya muy tarde en la noche, estoy sentada en una de las sillas alrededor de la mesa intentando leer algo, no tengo éxito en ello.
Bella aún no regresa, y entonces, comienzo a contemplar lo agotada que me siento de que extienda sus horas de trabajo, —que de por sí, ya son bastante largas— no tolero que continúe con tal actitud, no teniendo una familia, una familia a la cual no ve siquiera más de cinco horas al día, y cuando lo hace, está demasiado cansada para siquiera convivir.
— ¿Mamá? — la dulce y somnolienta voz de una pequeña niña resuena con delicadeza a un costado mío.
— Oh, cariño, regresa a tu habitación, es demasiado tarde. — digo, dándome la vuelta en la silla, acariciando su rostro pálido y frío.
— Pero no puedo dormir... — respondió levantando un poco la voz, irritada. Se frotó los ojos sin ningún cuidado y luego, su expresión se volvió una mueca. — ¿A qué hora llegará mami? — sus grandes y redondos ojos verdes brillaban por la luz tenue de la noche, suplicantes.
Aquí vamos de nuevo.
— ¿Recuerdas lo que te dije hace unas semanas, cariño? — digo yo, volviendo a colocar mis manos en sus mejillas ahora más cálidas. Ella asintió, sus labios volviéndose una línea invertida en su rostro. — Bueno, mami tiene un trabajo muy importante... y a veces, eso requiere que ponga todo su tiempo en ello. Se que... —
— ¿Por qué tiene que pasar tiempo con esas personas? ¿No tienen ellos una mami? ¡Ella debería de cuidarnos a nosotras! ¿Qué pasa si una se enferma y mami no está aquí para curarnos? — interrumpe mi pequeña, con el mismo tono que había escuchado una y mil vez antes. Justo como Bella.
— El trabajo de mamá es importante, cariño... —
— Jean... — de pronto, una tercera voz surgió detrás de nosotras. — Te dije que no molestaras a mamá, vamos. Dormiré contigo... ¿si? —
— Sloane, cielo. ¿Te despertamos? — la mayor de mis hijas hizo lo posible para forzar una sonrisa, pero el cansancio era evidente mientras movía su cabeza negando. — Ve con tu hermana, Jean, mami se despedirá de ti antes de irse en la mañana, ¿si, cariño? —
Pude ver la decepción reflejada en los ojos de mi hija menor, fue como una gota más antes de que el vaso se llenara por completo, eso, y verla una vez más con lágrimas atrapadas en sus ojos mientras subía las escaleras tomada de la mano de Sloane.
Pasaron probablemente treinta minutos entre pensamientos vagos y ráfagas de ira en mi cabeza, hasta que escuché el indudable sonido de unas Christian Louboutin resonar con delicadeza en el suelo. Ella apareció. En toda su gloria, mi esposa. Me levanté y me apoyé en la columna del pasillo sin provocar un ruido mientras la miraba retirar la bufanda de su cuello y las zapatillas de sus pies.
— ¡Jesús! — murmuró del susto, su mano ahora en su pecho. — ¿Desde hace cuánto estás ahí, mirando? — su tono naturalmente relajado y despreocupado resaltando como siempre.
— Son las tres de la mañana. — Ella suspiró, cerrando los ojos y acercándose a mi. Sin las zapatillas, medíamos lo mismo, así que su mirada conectaba perfectamente con la mía.
Esos malditos ojos brillando.
— ¿Hice algo malo? — frunció el entrecejo, enseguida notando mi actitud distante. Porque por supuesto, ella siempre es la buena, tan relajada. Nunca hace nada mal.