» 36 «

30 2 0
                                    

Me acuesto y cierro los ojos.

(Intrusa).

Al abrirlos, mis pensamientos se transforman con una rapidez envidiable y llego a la conclusión de que, lamentablemente, mi rutina jamás volverá a ser la misma...

(Intrusa en Hillertown).

Bueno, quizá un poco.

La estadía de Holly aún no cumplía una semana y presiento que ha notado el cambio en el entorno, y no por el aire denso y agitado precisamente, porque la energía en las calles, en los restaurantes, en el parque incluso en el colegio, parecía ganar fuerza y eso me asustaba.

(Intrusa).

Sí, las voces también.

Caí en cuenta que Holly no las escuchaba, o fingía no hacerlo, porque no mostraba signos de alteración cuanto estas se referían a ella.

(Intrusa en Hillertown).

Me repetía que tal vez mi mente me engañaba y me hacía creer que me encontraba en una jaula llena de hostilidad oculta, y lo peor era que aún me oponía y no quería aceptar que todo eso era verdad. Una verdad cruel y peligrosa.

(Hay una intrusa en Hillertown).

Sé que por las situaciones pasadas, me encerré en una burbuja de dolor y pesar, evitando con rudeza hacer algún tipo de contacto con cualquiera, eso contaba a mis amigos y familiares más cercanos.

Y Hunter, también.

Si bien mi relación con él pintaba maravillas de principio a fin, sentía que algo importante hacía falta, algo que pasaba ante mis ojos y no era capaz de darle forma. Parecía una cortina de humo que me distrae de mi entorno y me invitaba a deambular en otra realidad.

Pues desde de lo ocurrido en el restaurante chino, el reloj de arena, los dibujos y las voces, nada parecía encajar

—¿Ya notaste sus ojos? —indicó mi prima el otro día, mientras íbamos de compras en el centro de Hillertown.

—Sí, debe ser una enfermedad o algo —respondí.

—No creo —repuso Holly, mirando con disimulo a las personas—, parecen... ser del mismo color. ¿No te parece raro?

No supe qué responderle.

Sin embargo, sé que ella ha notado que algo no andaba bien conmigo.

Amabas dormíamos en mi habitación, yo no tenía ningún inconveniente con respecto a eso, porque su compañía era agradable y tenerla cerca me ayudaba a controlar mis emociones que me atormentaban. Pero, recientemente, eso cambió.

Unos ruidos la despertaron a mitad de la noche y al tratar de advertirme lo que pasaba, descubrió que yo no dormía a su lado. Desconcertada, apartó las sábanas y activó el interruptor de la luz; cayó en cuenta por qué no estaba en la cama.

Era yo la que hacía los ruidos, al tratar de dibujar con mis uñas destrozadas, aquel paisaje que llevaba semanas haciendo en las paredes, en el suelo y la puerta, solo que esta vez con mi propia sangre que brotaban de la punta de mis dedos.

—¡Miranda, detente! —escuché su voz en la lejanía.

Holly corrió y me detuvo, me despertó y trató de encontrar una explicación a mi raro comportamiento.

—Esto... esto...

Jadeando, me llevó al baño.

El ardor en mis dedos aceleraba el pulso de mi corazón.

La asíntota del mal [#1] - ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora