Capítulo 3

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Terminó colgado de la proa, sin más soporte que la mano de Tom quien, al igual que él, se había quedado sin aliento y su corazón se había detenido, presa del miedo por soltarle y dejarlo caer a las congeladas aguas.

— ¡Auxilio! ¡Por favor! —gritó desesperado, lanzando la vista a los metros que la separaban del mar helado.
— ¡Ya lo tengo! ¡Suba! —le animaba Tom, tomando su mano entre las suyas con fuerza en un intento de tirar y ponerlo a salvo del otro lado de la barandilla, pero sus esfuerzos eran infructuosos. No era porque Bill no pusiera de su parte… del todo. El miedo entorpecía sus movimientos y en todo lo que podía pensar era en el sufrimiento que le causaría la caída; en la desesperación que le causaba el no poder aferrar las manos a la barandilla ni obligar a sus pies a moverse.

— ¡Auxilio! —seguía gritando, mientras el corazón golpeaba furioso su pecho y su respiración se agitaba. Sus gritos eran tan desesperados, que pronto alertaron a los guardias que se encontraban del otro lado de la nave, los cuales corrieron a prisa en su ayuda.

La mirada de Tom se concentró en su rostro, serio y haciendo hasta lo imposible por calmarse para transmitirle un poco de seguridad.

— Escúchemeescúcheme. Lo tengo. No lo dejaré caer. ¡Trate de subir, por favor! —con esas palabras y terminó ahuyentando un poco el miedo que se había apoderado del joven William, animándolo por completo a mover los pies y ayudarle a ponerlo a salvo— ¡Eso es! ¡Puede hacerlo! —siguió animándolo.

Poco a poco trepó por la baranda; con las palabras de aquel joven desconocido alentándolo. Una vez que pudo subir, Tom le tomó en brazos y cayeron, él encima del joven con vestido. Desgraciadamente, cayeron al tiempo que los guardias llegaban en auxilio de “la damisela en peligro.” Al ver al chico de tercera clase sobre “la joven” y a “ésta” con la respiración agitada y la ropa desordenada, inmediatamente pensaron lo peor. Le ordenaron al chico que retrocediera. 

Pronto la cubierta se movilizó: el sargento de marina, Anis y algunos auxiliares más rodearon a Will; le cubrieron con una manta e incluso le ofrecieron un poco de brandy para tranquilizarlo… mientras Tom era esposado y reprendido por el prometido furioso de “la chica.” 

— ¡Esto es inaudito! ¡¿Creíste que sería fácil ponerle las manos encima a mi prometida?! —le tomó bruscamente de la camisa, sin que los oficiales le detuvieran y teniendo mucho cuidado en remarcar “prometida” para así evitar que alguno de los presentes descubriera que era un chico el que se escudaba tras el elegante vestido.

— ¡Anis! —le llamó Bill, manteniéndose en su lugar, sin lograr que volteara si quiera a verlo.
— ¡Mírame, imbécil! ¿Qué creías que estabas haciendo?

Ante el temor que fuera a golpearle, se puso de pie y tomó su brazo.

— ¡Anis, basta!
— ¡Debería darte una paliza!
— ¡Basta! ¡Fue un accidente! —gritó William, exasperado; logrando que su prometido le diera toda su atención y le viera sin entender, al igual que los oficiales y auxiliares que todavía los rodeaban.
— ¿Accidente, dices?
— S-sí —volteó a ver por unos segundos a Tom, encontrándolo en espera de sus explicaciones. Obviamente, no tenía idea de lo que iría a decir. ¿Y si decía la verdad? ¡No! Ni pensarlo… entonces, la única manera de zafarse de eso, era mintiendo—. La verdad… la verdad es que fue algo muy tonto. Yo estaba… recargada en la barandilla y resbalé. —sonrió nervioso.
— ¿Resbalaste?
— Sí. Estaba inclinada para ver el… la… la… la… —movió las manos, más tratando de buscar algo creíble que la excusara a como si estuviera tratando de recordar el nombre de algo.
— La pro-pro… ¿propela? 
— Propela, sí y… resbalé. Hubiera caído por la borda pero el señor Trümper me ayudó a subir y… ¡y casi cae él también! —Tom dibujó una media sonrisa y desvió la mirada.

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