Capítulo 6

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Mientras Tom guardaba el retrato en la caja fuerte y Bill escribía una nota, Anis se informaba con su sirviente de más confianza a cerca de la localización de su prometido, ya que no le había visto desde que Gustav les mostró parte de la nave, pero lo que le informó no fue nada alentador, pues nadie le había visto desde el atardecer. 

— Es un maldito barco —murmuró Anis, tratando de que el resto de los caballeros que se encontraban junto con él en el salón para fumadores no lo escucharan—. No tiene muchos lugares dónde esconderse... así que encuéntralo. 

Salió del salón, buscándole, mientras en donde el capitán, uno de los marineros se mostraba preocupado por la quietud del mar. No había ni movimiento ni viento, de esa manera los ice bergs serían casi imposibles de visualizar sin que el agua rompiera en la base. Lo comentó; lo hizo notorio... y el capitán, aunque pareció turbarse, lo ignoró. Dio media vuelta, dando órdenes de seguir con la velocidad actual y se retiró, dejándolos a él y a sus compañeros, a cargo del timón. 

En la sala de estar, Tom se frotaba las manos tras haber lanzado la vista por una de las ventanas. El clima estaba casi helado afuera, haciéndole erizar un poco la piel a pesar del abrigo que llevaba, mientras que Bill iba vestido ligeramente, con un pantalón y una camisa delgada de algodón. Se acercaron y rozaron sus manos, cuando escucharon a alguien tocar a la puerta y llamar a Bill. Era el sirviente enviado por Anis, quien siguió insistiendo al no recibir respuesta, obligándolos a huir mientras él abría las puertas, dando por fin con ellos en el pasillo de la recepción. Apresuró el paso al tiempo que ellos corrían entre las pocas personas que se encontraban ahí, hasta que llegaron al ascensor al que tuvieron que subir a prisa, pidiendo que bajaran. Su persecutor se quedó de pie, observando cómo desaparecían en las partes inferiores mientras el joven Will se burlaba de él mostrándole el dedo medio y reía al igual que Tom. 

Se burlaron de él hasta que llegaron a la zona de calderas, donde les recriminaron el que estuvieran ahí... mas ellos sólo se disculparon y se mantuvieron en el lugar un momento para atravesarlo después, corriendo y felicitando a los hombres por su trabajo... claro, sería una descortesía pasar y no decirlo, ¿no? 

Atravesaron la zona, llegando hasta la zona de carga; un lugar en el cual podrían ser descubiertos. Tom tomó la mano de Bill y le condujo entre todos esos enormes cargamentos hasta un auto elegante color negro y vino, con la parte delantera en color dorado y los asientos revestidos de piel. Los ojos de Tom miraron maravillado aquel vehículo mientras Bill, que ya estaba acostumbrado a ver toda clase de autos de ese tipo, se quedaba de pie frente a la puerta trasera, esperando que el chico le abriera, como todo un caballero, cosa que no tardó en hacer para en seguida subir al frente y tomar el volante con ambas manos mientras erguía su espalda y Bill bajaba el vidrio, colocando sus brazos alrededor de su pecho. 

— ¿A dónde vamos? —preguntó Thomas dibujando una sonrisa. 
— A las estrellas... —susurró Bill, arrastrándolo a la parte trasera antes de que pudiera reaccionar. 

Ambos rieron leve al verse en brazos del otro. Callaron y fijaron sus miradas, diciéndose miles de cosas en silencio, al tiempo que sus manos se entrelazaban y sus corazones latían furiosos contra sus pechos, acompasados al mismo ritmo. 

— ¿Nervioso? —preguntó Tom en una sonrisa suave. 
— No —respondió en un susurro, seguro, recorriendo su rostro con la mirada. Tomó uno de sus dedos y, llevándoselo a los labios, le besó repetidas veces y clavó la mirada en su rostro nuevamente—. Por favor... acaríciame. —pidió en un murmullo, con los ojos inundado en amor y deseo. 

No tuvo que repetirlo. En cuanto Tom se aseguró que él estaba decidido, bajó sus manos en delicadas y nerviosas caricias, terminando en rodearle con sus brazos y besarle apasionadamente un poco más y más... profundizando el beso; llenándolo de deseo y pasión. Ambos se estaban dejando consumir por el fuego que reinaba en sus interiores sin querer detenerlo. 

TitanicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora