Capítulo 5

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— Y tienes prohibido ver de nuevo a ese muchacho. —fue la última orden que su madre le dio antes de salir a la recepción donde se llevaría a cabo la celebración religiosa. 

Will era una de las voces principales del coro, debido a su voz tan limpia y armoniosa, con lo que no podía faltar... claro, "Willermina" era una dama respetable y a la que todo mundo apreciaba. 

Tom, ajeno a la orden que Simone había dado a su hijo, se apresuró a subir a la primer clase y bajar una vez más bajo la cúpula de cristal que adornaba la recepción. En su camino saludó en una sonrisa al señor Shäfer, quien parecía haberle tomado aprecio, pues le saludó imitando su gesto sin impedirle que siguiera su camino hasta las puertas donde se resguardaban los fieles feligreses, donde le fue negada la entrada y se le pidió que se retirara, pero no lo hizo. Él era un chico terco y si quería hablar con Will, lo haría. Insistió en verle; en hablarle aunque fuera por unos momentos cortos, pero tanto el par de guardias que custodiaban la puerta como el fiel sirviente de Anis le recordaron que su lugar estaba en la tercer clase y no ahí, en la recepción del gran salón. Que no era una persona bienvenida y tenía la obligación de permanecer en la zona que le correspondía y así evitarles la incomodidad de tratar con una persona como él. Al ver que nada de eso funcionaba para que diera vuelta sobre sus talones y regresara en sus pasos, el sirviente de Anis pidió a los guardias que lo escoltaran hasta la tercer clase y se aseguraran que no volviera, ante la vista vigilante de Simone que, como si hubiese escuchado el lío que armaba, lanzó la vista discretamente a través de los cristales de la puerta, sin que Will se diera cuenta. Él permanecía pensativo bajo el disfraz de chica. Cantaba en forma automática, pero sin poner la mínima atención a lo que sucedía a su alrededor. 

El resto del día la pasaron visitando cada rincón del barco en compañía del capitán y el señor Shäfer. Al tiempo que Simone preguntaba la razón de los dos timones, llegó a manos del Capitán una nueva alerta de ice berg, lo que alertó tanto a Will como a su madre y lanzaron las miradas preocupadas sobre los demás. 

— Oh, no se preocupen —les tranquilizó el capitán con voz calmada y una sonrisa—. Este tipo de alertas son comunes en ésta época del año. Es más, aceleramos. Ordené encender las últimas calderas. —completó ampliando su sonrisa en un intento de que confiaran en sus palabras. 

Mientras el chico de tercera clase se infiltraba de nuevo en la zona de las personas influyentes y robaba un abrigo y un sombrero de copa para pasar inadvertido, siguieron su recorrido por la cubierta, admirando el resto de la nave. Will, ahora ya vestido como el chico que era, caminó al lado del señor Shäfer, haciéndole notar la falta de botes salvavidas. 

— Señor Shäfer, disculpe. Hice el cálculo y... multiplicando los botes salvavidas con la capacidad —negó despacio, soltando una pequeña risa—... disculpe, pero... creo que no son suficientes para todos los pasajeros. 

Gustav se detuvo, sonriéndole. 

— Solo para la mitad —asintió—. Will, no se le escapa nada. ¿Verdad? —se giró y señaló al frente— ¿Ve aquello? Yo mismo había instalado esa especie de grúas para poner una fila más de botes sobre ésta. Pero creyeron, algunos, que la cubierta desluciría —sonrió de lado, recordando la manera en la que se habían deshecho de su propuesta—. Así que me ignoraron. 
— Es un desperdicio de espacio en cubierta —repuso Anis, girándose a verlos mientras se adelantaba en compañía de Simone—. Este barco no puede hundirse. 

Gustav se giró de nuevo a Will, asintiendo. 

— Usted y su hermana pueden dormir tranquilos. Les he construido un buen barco. Fuerte y confiable. No necesita botes salvavidas —reafirmó, dejándole unos pasos atrás para darle alcance a Simone y Anis—. Vayamos a popa. Les mostraré el cuarto de máquinas.

TitanicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora