VI

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Kim Taehyung aún recuerda ese día como si hubiera sido ayer. O más que el día, recordaba el sentimiento, recuerda las emociones que lo desbordaron como las presas holandesas. Recordaba la tierra moverse bajo sus pies, recordaba el pesar en su mente, y recordaba que las Auras a su alrededor parecían ahogadas en su propia ánima, atraídas sin opción alguna. 

Pocas veces se había asustado de sus propias habilidades, pero ese día, al ver a Namjoon, a Lisa y a Rosé, a todos asustados sabía que este momento no sólo lo sobrepasaba a él, sino que sobrepasaba al Palacio entero.

Los siguientes momentos eran nebulosos en su mente. Una vez que hizo su maleta, recordó ver a Jungkook fuera de su habitación. El dolor se intensificó con el pelinegro mirándolo. No podía ver a Jungkook sin pensar en todo lo que pocos días antes se había desmoronado. Sus palabras aún resonaban en su mente. 


Nos hemos desgastado, Tae. 


No podía escuchar las palabras de Jungkook, no en ese momento, no cuando el Palacio entero esperaba demasiadas cosas de él. Era como si las cosas fueran apilándose sobre el pobre castaño, podía sentir el corazón roto, las expectativas, podía sentir las frustraciones de Jungkook, los miedos del pelinegro se mezclaban con las expectativas de las Auras de Namjoon o Seokjin mientras que el Ánima del castaño sólo se desgarraba en un tifón de sentimientos. 


Creo que es lo mejor...


No. Nunca era lo mejor. Sin duda no había sido lo mejor para el castaño. Quizá por eso Namjoon no había querido que su hermanito conociera el amor. Namjoon sabía que el amor eventualmente acaba, te destroza y deja vacío, intentando recoger tus piezas. 

Taehyung siendo Taehyung, no podría recuperarse de algo como eso. 

«Mierda, ¿por qué siempre tiene que tener razón mi tonto hermano?» 

—Tae...¿estás-

Era demasiado tarde, Taehyung no lo escuchaba. No podía, aunque quisiera. Sabía que Jungkook no diría lo que él esperaba, y no tenía motivo alguno por el cual hacerlo. Taehyung salió del Palacio, mirando sus paredes que se yerguen sobre el bosque. En verdad no quedaba nada para él en ese lugar. Y a pesar de que lo hubiese, él no quería nada que pudiera ofrecer su situación actual. 

Taehyung recordó altamar. El tenue mecer de las olas parecían arrullar sus penas, manteniéndolas en un letargo constante que lo ayudaba a concentrarse en el horizonte. 

Pero uno de los recuerdos que le llegaron a la mente fue la primera noche en la cabaña de Kansas. Llevaba un mes en Estados Unidos, y cautelosamente marcó su camino desde California hacia el centro del país, una de esas partes donde el paisaje sólo sirve como escenografía en un viaje, un lugar sencillo, un lugar callado. Nadie lo buscaría ahí. 

Una vez que se instaló, desempacó las pocas pertenencias que había traído de Corea y preparó un poco de ramen instantáneo. Cenó en el centro de la sala, las luces apagadas, con nada más que sus lágrimas. Nada cruzaba por su mente salvo su propia Ánima, y el motivo por el cual no podía encontrar el amor. Se quedó dormido en el suelo, con su bol de ramen a medio comer. Nunca se había sentido tan solo, pero en la melancólica soledad silente pudo encontrar algo de consuelo y clemencia de sus emociones. 

Todo ese progreso se desmoronó en cuanto Jeon Jungkook se postró entre el cielo gris y el húmedo sendero de Minnesota. Cada paso que daba el pelinegro hacia Taehyung era como una ola que arrasaba con el mar y se llevaba lo escrito en la arena, reclamando el castillo que había construido en esos tres años de regreso al mar. 

Tae Extraño (Taekook )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora