III

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Taehyung cayó de la cama y Tannie le siguió muy alarmado. El muchacho acarició a su mejor amigo para tranquilizarlo. Estaba sudando, jadeando y desorientado. Abrió su cortina, el cielo seguía oscuro, con tan sólo el diminuto detalle de luz. Miró su reloj. 5:13 a.m.

Sus ojos se fijaron en el móvil que pendía sobre su cama. Corrió hacia su escritorio y tomó un cuarzo de gran tamaño, procedió a pasarlo por el atrapasueños, intentando calmarse y concentrándose en limpiar el sueño que había caído en las redes artesanales de Taehyung. Una vez que había lidiado con el sueño, se había incorporado lo suficiente como para empezar a pensar con claridad. Había gritado su nombre. Era la primera vez que decía su nombre en voz alta. Si ya era riesgoso pensar en él...

No. No era nada, todo estaba bien. Kim Taehyung lo sabía. Todo estaba bien. Mientras más lo decía, más parecía creerlo. Aún le quedaban dos horas de buen sueño, que esperaba aprovechar. El joven Kim volvió a su cama intentando conciliar el sueño aunque sea un poco más. 


Diez días pasaron. Con cada atardecer, Taehyung recordaba el sueño, el cielo como algodón de azúcar y los ojos de cachorro. Pero con cada ocaso, el castaño veía más y más distante aquel sueño. Parecía que Jungkook y su vida en Corea volvían a los abandonados rincones de su mente.

Al meridiano del undécimo día, Taehyung se encontraba registrando un par de libros nuevos en el sistema cuando vibró a Jean por entrar a la librería. En cuánto la puerta se abrió, el joven Kim habló sin subir la mirada.

—Pensé que habíamos quedado en la tarde. 

—Sí, pero, recordé que tenías ese gran pedido y supuse necesitarías ayuda.

—¿No tienes clases?

—Sí, pero...

—Jean. —Taehyung no la permitió terminar—. No te vas a saltar clases en la librería. 

—Pero, estoy trabajando. 

—No. Estás faltando a clases. Yo no voy a permitir eso. Vuelve en la tarde, una vez que hayas terminado. No te preocupes. Te dejaré todos los libros para que los acomodes.  —Jean soltó una suave risa—. ¿Trato?

—Trato, Kim. 

Si Taehyung podía decir algo sobre Jean Anderson era que su entusiasmo era admirable. Tenía una dedicación notoria en sus ojos y el trabajo que realizaba lo hacía con suma cautela y gran empeño. Suponía tendría que agregarlo a la lista de cosas en las que Jean y Jeon se parecían. Si no se mentía, Taehyung posiblemente hubiera dejado que la chica se quedara en la librería. Es más probable que aprenda cosas útiles trabajando y hojeando los libros de los pasillos que en la escuela. Sin embargo, no podía estar cerca de ella, por lo menos no demasiado tiempo. 

Primero que nada, a Taehyung la Vibra de Jean le recordaba demasiado a la Vibra del pelinegro. En esos momentos, después del sueño, no podía arriesgarse a vibrar así nuevamente. No sólo eso, pero había modificado la memoria de la chica, por lo que intentaba no estar tan cerca de ella, pues él aún tenía la memoria, y no podía arriesgarse a que la memoria regresara a Jean. 

Había estado evitando a la chica, pero tenía que admitir que ella estaba haciendo un grandioso trabajo, pero Taehyung aún dudaba si era buena idea dejarla trabajar en la librería. No por todo lo que implicaba. 

Llegó la hora de la comida, y Taehyung salió a su lugar de hamburguesas habitual, pero durante el camino no pudo quitarse una leve migraña de la cabeza. No le dio la atención que debió de haber dado. Tenía hambre, el dolor de cabeza no se veía extraño. Le solía dar dolor de cabeza cuando no comía. Llegó al establecimiento, le pidió su habitual a Darryl y esperó. Pero incluso cuando su orden de papas llegó y comenzó a comer, la migraña no se detuvo. 

Tae Extraño (Taekook )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora