El reloj marcaba las cuatro de la mañana.
Steve aún mantenía su mirada clavada en la puerta de su habitación, mientras contaba cada segundo que pasaba en susurros casi inaudibles. Él estaba esperando que Tony llegara, que se echara a su lado y que por fin descansara. Aquello era lo único que podía y se le permitía hacer. Pues, fue hace seis meses que perdió el derecho y el deseo de seguir acompañando a Tony en su taller, animando su trabajo y velando por él en las madrugadas. Tal como lo hacía en sus cinco años de matrimonio. Porque Rogers no podía fingir que todo iba bien. No cuando era consciente de que su matrimonio se iba rompiendo desde hace seis meses por un silencio que no se atrevía a romper y por un dolor que no se atrevía a confesar. Su matrimonio se derrumbaba, se derrumbaba por su culpa. No, por su cobardía. A pesar de lo mucho que se esforzaba, él era incapaz de enfrentar a Tony, de exigirle el motivo de ese encuentro con Doom en la embajada de Latveria, o de incluso herirlo con su propio dolor.
Era el miedo de perder a Tony que se lo impedía. Así que, prefería vivir bajo este matrimonio que los aplastaba y los hacía infeliz antes que perderlo, perderlo para siempre. Aunque, ello le hiciera odiar a Tony. Corrección, querer odiarlo. Porque él sabía que, si lograba odiar a Tony, podría huir de las promesas que se hicieron, desaparecer el amor que los condenaba a este sufrimiento. Pero, no podía. No podía odiarlo porque Tony era su vida, su razón de ser. Pero, aun así, fingía lo contrario. Todo por el afán de que Tony sea quien se aleje, quien se canse y quien se decida a terminar la relación, su matrimonio. Porque él era incapaz, un cobarde. Estaba tan jodido que se avergonzaba, se avergonzaba por ser el héroe de muchos y el símbolo de valentía cuando no era capaz de luchar por su matrimonio, por enfrentar sus miedos, por sacar este dolor que podía liberarlos a los dos. Pero, sobre todo por preferir batallas que estaban destinadas a su victoria.
No como esta.
Suspirando profundamente, Steve volvió a mirar el reloj y luego la puerta. Ya eran las cuatro y media de la mañana. Tony aún no aparecía, no abandonaba su taller. Era demasiado tarde para él, para la rutina que había forjado durante estos seis meses. Tal vez, el sueño lo venció. O, tal vez lo abandonó. Porque el genio acostumbraba subir a las tres de la madrugada, darse una ducha antes de acostarse a su lado y quedarse dormido, mientras los noticieros resonaban en la habitación. Así que, su demora debía tener una razón. Una razón que debía saber. Por lo que, sin pensarlo más, Steve se levantó de la cama y salió de la habitación. Bajó con rapidez hasta el taller de Stark, introdujo su clave y se topó con Tony sentado en una esquina del taller. Tony no apartaba la mirada del suelo ni dejaba de mecerse. Ni siquiera por su llegada. Y negar que verlo así no causó un revuelo de emociones, en donde la culpa, la impotencia y el enojo predominaron, sería una mentira. Una enorme mentira porque era Tony, era Tony quien se hallaba en trance, quien sufría.
—Viernes. —Steve susurró, mientras se acercaba a Tony.
La IA tardó unos segundos en aparecer. —El señor Stark tuvo un ataque de pánico porque descubrió que... Solo busque en el suelo, Capitán, y lo sabrá.
Steve asintió, pero prefirió no obedecerle.
Porque le importaba más recuperar a Tony.Por lo que, estando a su costado, Rogers se agachó, colocó su brazo encima del hombro de Tony y poco a poco fue abrazándolo. Una vez abrazados, Tony escondió su rostro en el cuello de Steve, mientras Rogers besaba sus cabellos. E, inmediatamente, los recuerdos de todos esos días y noches en las que Tony detuvo su vida, en las que decidió aislarse y alejarse de todos después del aborto espontáneo, y en las que era constantemente atormentado por esas pesadillas y por esa angustia grave como culpa, llegaron de pronto para asustarle. No, Steve no quería que Tony se perdiera, que cayera en ese abismo nuevamente. No soportaría verlo así. No, otra vez. Menos, saber que sería incapaz de ayudarlo, de sacarlo de ese agujero que él mismo formó parte. Porque Tony no se lo permitiría, no le daría el derecho o la oportunidad. Así que, esperando que Tony regresara en sí, Steve se mantuvo en silencio y acariciando la espalda del castaño con delicadeza.
Estuvieron así por varios minutos hasta que Tony soltó un profundo suspiro, se alejó de Steve y lo miró fijamente, topándose con la culpa en los ojos de Steve. — ¿Podemos olvidarnos de nuestro infierno solo por unas horas?
Steve le dedicó una media sonrisa, agradeciendo la tregua por este día. —Podemos, Tony.
Sin más que decir, Steve cargó a Tony.
Lo llevó hasta la que todavía era habitación de ambos, lo recostó en la cama y se echó a su lado. Fue ahí que Tony se giró hacia él, le abrazó la cintura y volvió a esconder su rostro en su pecho, recordándole todas esas noches en las que ambos regresaban de las misiones y lo único que deseaban era dormir y sentir al otro. Dolía tener esto, pero no la paz que antes ambos sentían. Y todo por su culpa, por su cobardía. Reteniendo esas inmensas ganas de romperse frente a Tony, Steve tomó aire y empezó a acariciar la espalda de Stark, tratando de distraerse. Mientras lo hacía, el noticiero anunciaba brevemente los nuevos tratados entre aliados.
Parecía que el sueño estaba por vencer a Steve.
Así que, Tony lo aprovechó, alzó su rostro y lo miró con miedo. Miedo a que escuchara lo que le iba a confesar. —Estoy gestando.
Steve se levantó abruptamente y sorprendido. — ¿Qué, Tony?
—Vamos a ser padres, Steve.
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¿SEGUNDAS OPORTUNIDADES?
Fanfiction[•] Pareja: Stony. [•] Advertencia: Mención de Mpreg (embarazo masculino). [•] Recordatorio: Los personajes no me pertenecen, sino a Marvel. Sinopsis: El matrimonio Rogers Stark pende de un hilo y la llegada de Peter sorprende a Steve y Tony quie...