Prologo

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Prologo.

Chicago, 1922:

Bajó del auto, asegurándose que nadie estuviese mirando, y se acomodó su chaquetilla.  Para no levantar sospechas, pasó sus manos por las comisuras limpiándose los restos de su reciente “aperitivo”, y  luego sonrió. Tras haberse peinado su castaño cabello con las puntas de los dedos, caminó pavoneándose por la calle abandonada sin mirar hacia atrás.  Las luces de las farolas iluminaban vagamente a su alrededor, el sonido de los coches se escuchaban a sus espaldas y una feliz pareja salió de la boca del callejón, pasando a su lado.

Mr. Salvatore avanzó hacia una enorme puerta de metal. Miro para ambos lados del callejón y luego llamó con los nudillos. Un pequeño rectángulo se corrió hacia el costado, dejando ver los ojos de otra persona. Stefan hizo una simple señal y la puerta se destrabó, permitiéndole ingresar.

Una vez libre de la ventiscas nocturnas, el misterioso y apuesto Salvatore, se dejó abrazar por el calor de los presentes y se dejó embriagar por notas de aquel alegre jazz. Sonrió genuinamente. La planta alta del club estaba llena de hombres con trajes, iguales al suyo, y de mujeres con vestidos de moda. Todos estaban más que contentos; en ese tipo de fiesta había tres cosas que mantenía feliz a Stefan: la música, el alcohol y la sangre.

Su mirada barrió todo el su alrededor; muchas de las caras presentes eran repetidas. Sus ojos aterrizaron en el rostro de una mujer, joven, de piel color chocolate y cabello blanco; se hallaba en el escenario cantando al compás de la música. Su voz era melódica. Hizo un breve corte y le sonrió al recién llegado.

-¿Pero que ven mis ojos, señoritas?-preguntó con voz aterciopelada.- ¿Busca divertirse, señor Salvatore?- con un solo de trompetas, la cantante colocó sus manos sobre su cadera y las contoneó suavemente.

-¡Baila conmigo, Gloria!-respondió Stefan, bajando las escalerillas. La aludida movió sus brazos en una leve danza y retomó su show. Al llegar al piso de abajo del pub, un camarero pasó a su lado cargando una bandeja con una única copa llena. Él hizo el intento de tomarla, pero alguien más se le adelantó. Una muchacha de piel pálida, cabello rubio recogido en un impecable tocado, le arrebató su bebida y ni siquiera se dio vuelta.- ¡Oye!-exclamó. La muchacha lo ignoró completamente.- ¡Sírvete cuando quieras!-

Ella se detuvo a no menos de un metro y medio. Giró lentamente, jugueteando con la copa entre sus finos y delicados dedos.

-Siempre lo hago, cariño.- sonrió de costado-Y hablando de servirse…-a paso lento y pesado, se acercó al él.-…debería de andar con cuidado, señor Salvatore.-se inclinó un poco hacia adelante, rozando sus labios contra los de él.-Creo que aún tiene un poco de su cita.-la muchacha soltó una leve risita y se dio vuelta, dispuesta a regresar por donde había venido.

-¡Espera!-Stefan la tomó de brazo. Ella lo miró de arriba abajo.- ¿Quién eres?-como si se tratase de un juego, la joven sonrió aún más y se llevó un dedo a los labios.

-Shhh.-

*.*.*

 

Durante el resto de la noche, Mr. Salvatore buscaba entre la multitud a aquella joven pero por más que se esforzase, no lo consiguió. Llegó a pensar que aquella dama se había esfumado del lugar, dejándolo con una enorme intriga. Le sorprendía que sus instintos no pudiesen detectarla.

Sus ojos claros barrieron nuevamente la habitación, aunque no había tenido éxito. Nada más que las mismas personas que estaban hace una hora. Gloria seguía con su repertorio, alternando los ritmos musicales. Los camareros atendían a los mismos consumidores. Pero ningún rastro sobre esa joven. Decepcionado, no le quedó más opción que reunirse con un grupo de hombres a los que les pagó una ronda del mejor whisky de Chicago. Pasada casi dos horas, el numeroso grupo de amigos de Stefan, comenzó a subir el tono de voz. Se notaba que ya el alcohol se les había ido a la cabeza, debido a que se reían de la nada. Muchos de los que estaban a su alrededor hacían todo lo posible para concentrarse en la banda de Jazz, otros simplemente miraban a Gloria en busca de ayuda. Ella, en cambio, solo siguió cantando e invitando a los presentes a ponerse de pie y comenzar a bailar.

Where do broken hearts go? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora