Finn ingresó a una tumultuosa cafetería en New York; por lo general esa clase de lugares, dónde había más gente que espacio no eran de su estilo, pero el mayor de los Mikaelson debía admitir que había adquirido un nuevo gusto por el café neoyorquino.
El vampiro se acercó a la barra y levantando únicamente un dedo llamó al empleado más cercano; un joven veinteañero, de mejillas pecosas y cabello cobrizo terminó de atender a un grupo de hombres de uniforme negro y aceptó el gesto de Finn.
-Buenos días.-saludó, sacando una libretilla del interior de su verde delantal.- ¿Qué puedo ofrecerle?-
-Café, negro solo.-ordenó el vampiro, apoyando un codo contra la barra y girando apenas el cuerpo hacía el costado.
-Café negro solo.-repitió el empleado, anotándolo todo.- ¿Para tomar aquí o llevar? Oh, ¿podría decirme su nombre?-pidió, apenas levantando la vista de la libreta.
-Finn Mikaelson.-respondió el cliente.-Y que sea para llevar.
-¿Mikaelson?-repitió el muchacho, dejando de anotar.
-Mikaelson.-asintió el vampiro.- ¿Tienes problemas para escribirlo o no escuchas?-preguntó hostilmente mientras depositaba un billete en el mostrador.-Conserva el vuelto.
El empleado tragó antes de arrancar la hoja y posarla sobre la ventanilla que se encontraba a sus espaldas.
-¡Café negro solo, para llevar!-exclamó cuando una mano se extendía desde el interior de la cocina, tomando el papel.
Finn apoyó el otro codo mientras les daba la espalda por completo a los demás empleados. A esa hora de la mañana, la cafetería estaba llena de oficinistas que buscaban su dosis diaria de café antes de entrar a trabajar. El vampiro aún no se acostumbraba a deambular en una ciudad tan concurrida como lo era New York, pero aquella estadía solo era momentánea.
-¡Tessa Mikaelson!-gritó una voz femenina, haciendo que Finn girase bruscamente. La empleada sostenía un vaso grande de espumoso y caliente cappuccino.
-¡Aquí estoy!-una mano se elevó en medio de la multitud y segundos después un rostro demasiado familiar para el vampiro se asomó.-Gracias.-la bruja tomó su pedido mientras le sonreía a la dependiente.
-Qué lo disfrute.-expresó alegremente la muchacha mientras otro cliente la llamaba desde la otra punta.
-No hay nada mejor que empezar el día con algo de cafeína encima, ¿verdad, hermano?-la joven acunó el vaso entre sus manos mientras su nariz aspiraba el dulce aroma de su bebida.
-¿Qué quieres?-preguntó Finn, acercándose a su hermana; ella bebió un sorbo mientras se encogía de hombros.
-¿Piensas armar una escena aquí?-inquirió ella, señalando a todas las personas que se aglomeraban alrededor de ellos esperando para ser atendidos.-Eso sería algo...inapropiado, sin mencionar que es muy temprano aparte.-
-Vienes porque nuestro hermano te envió, ¿verdad?-Tessa ladeó varias veces la cabeza, curvando los labios ligeramente.
-No, he venido sola a intentar convencerte de que tomes la decisión correcta.-con ojos serios y tono mesurado, la bruja miró a su hermano mayor mientras una de sus manos se posaba sobre las de él.-Podemos mejor...
Finn apartó su mano, pero cerró sus dedos alrededor de la muñeca de la joven atrayéndola hacía adelante; el vaso se tambaleó en el agarre de la bruja, derramando líquido sobre la madera del mostrador.
-Estás haciendo una patética escena.-murmuró entre dientes la bruja, empleando el único hechizo que servía para repeler aquellos agarres.
-Tú eres patética si crees que podrás convencerme con estúpidos argumentos.-escrutó el vampiro, liberando la mano de su hermana al tiempo que su piel quemada comenzaba a sanar.-Para ti la vida fue fácil.-atisbó.-Ser la protegida de Klaus te dio más beneficios de los que te imaginas, pero te olvidas que tu amado hermano bastardo también te sentenció a pasar por el mismo calvario que todos nosotros.-Tessa posó sus ojos en los de Finn, viendo el nerviosismo con el que se movían.- ¿Por qué sigues detrás de él?-
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Where do broken hearts go? ✔
Fiksi Penggemar{LIBRO I} »Se enamoraron con solo mirarse. Él venía con el corazón dolido. Ella creía saber como arreglarlo. Él resolvió ser distante para gustarle. Ella que debía ser él quien diese el primer paso. Ambos esperaron que fuera el otro quién hablara. Y...