Terapia.

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— Háblame de tus pesadillas – dice mi psicólogo.

Llevamos 10 minutos en la sesión y yo no hago más que dar vueltas por todo el consultorio, estar aquí encerrado me vuelve loco.

— Ya se lo dije, casi todas empiezan igual. – suspiro, estoy harto de repetir lo mismo — Una chica, una habitación, tal vez música y sexo, mucho sexo. En medio del clímax sucede algo, aparece alguien, mato o hiero a alguien y despierto.

— ¿Conoces a la chica? ¿Podrías describirla?

— Sí, creo que la conozco. Es de piel cremosa, ojos verdes, cabello largo y un cuerpo que enamoraría a cualquiera.

— ¿Por qué dices que "crees" conocerla?

«Es que a veces no sé qué es real y qué no» susurran a mi lado. Me volteo rápidamente, sin embargo no hay nada.

—... ¿Pasa algo? – me pregunta mi psicólogo. Vuelvo a mirarlo y niego. – Bien, sigamos. Sobre la habitación, ¿es la misma siempre o cambia en cada acto?

— Cambia, siempre cambia. Es la misma casa pero en diferentes habitaciones. – respondo.

— ¿La misma casa?

— No sé cómo lo sé, solo tengo esa sensación de haber estado tanto tiempo en esa casa que la conozco de memoria.

— La misma chica, la misma casa, la misma chica, la misma casa... – repite como un retrasado. A veces creo que los psicólogos están más locos que los pacientes. – Quizás estés recordando algo del pasado y tu mente está haciendo de las suyas cambiando el panorama. La mente hace con nosotros lo que quiere si se lo permitimos.

Cuando voy a responder suena la alarma que indica que el tiempo acabó.

— Recuerda tomarte las pastillas y deja de faltar a clases.

...

Después de mi terapia, me dirijo a mi habitación como de costumbre.

Al llegar lo primero que veo es el cuerpo de una chica en mi cama con el cabello naranja.

Anastasia.

Ella tumbada en mi cama leyendo el periódico que tenía escondido en un hueco improvisado que había hecho.

— ¿Se puede saber qué haces en mi habitación? – le pregunté lo más frío que pude.

— Ah, hi daddy – me dice ella.

—Anastasia ¿qué haces en mi habitación? — le digo más demandante.

— Pues, estaba escondiéndome de las enfermeras que quieren que tome mi medicina. Levana me dijo que viniera aquí. – me dice normal

— Genial, ahora mi habitación es un escondite secreto – susurre molesto.

— Ay muñeco, no es para que te alteres de esa forma, yo ya me iba. – me dice mientras se levantaba de la cama.

— Pues la puerta está por ahí – le digo con el mismo tono.

Estoy cansado, no he dormido nada después de esa pesadilla, tengo la ansiedad a mil porque las ganas de desestresarme me sobran.

Anastasia al parecer se da cuenta de lo tenso que estoy y se acerca más a mi con pasos firmes, cuando lo hace toma mi mentón con una mano y la otra la pone en mi pecho.

— ¿Qué te pasa bonito?, está estresado y ansioso, Levana, eso se nota. – me dice en un tono de preocupación y a la vez seductor.

— No es de tu incumbencia cómo estoy, lárgate de aquí antes de que llame a una de las enfermeras y te saque – le dije aún más frío.

— Gatito, solo queremos hacer que se vaya tu estrés. Puedo darte terapia a mi manera. – me dice mientras se arregla su cabello.

No pude evitar bajar la mirada a sus labios entreabiertos, Anastasia se alejó de mi y se comenzó a quitar su suéter y sus pantalones grises quedando solamente en ropa interior.

Y lo que veo me gusta, Anastasia tiene un buen cuerpo, una cintura estrecha, unos pechos sumamente lindos y ni hablar de esas nalgas. Llevaba un conjunto de encaje color verde.

Anastasia es sumamente hermosa, una muñeca que hace de ti su mundo de juguetes.

— ¿Te gusta lo que ves? – me pregunta acercándose a mi.

No le respondo, trato de no perder la cordura que nunca he tenido, pero ella no colabora.

— ¿No hablarás?, entonces yo te haré hablar – me dice mientras se tiraba en la cama y abría sus piernas para mí.

Estaba de pie en frente de ella sin hacer nada, dudé mucho y antes de acercarme a ella habla.

— No lo pienses y desquítate en mi. – me dijo sumamente sensual.

Solo con eso no me contuve y me tiré sobre ella y comencé a besarla y a tocar todo su cuerpo, estaba ansioso y desesperado, no podía contenerme.

Me gusta la manera en la que besa Anastasia, sus labios son sumamente suaves y rosados no puedo imaginar su...

Ella soltó un gemido que ahogue en mi boca cuando  comencé a acariciar sus pechos, bajé por su cuello dejando besos húmedos ahí y ella se estremeció eso me indicó que puedo seguir bajando.

Beso sus hombros y sigo bajando hasta llegar al centro de sus pechos, miro a Anastasia y ella está tan excitada que me paso unos de sus pechos.

— No tengas miedo –me dijo.

— No lo tengo – respondí.

Desabrocho su sostén y lo guardo debajo de mi almohada. Beso, chupo y muerdo sus pechos y con la otra mano masajeaba uno y cambiaba de vez en cuando.

Me encanta el rosa de sus pezones, pasaba mi lengua por cada uno de ellos y me gusta la manera en la que Anastasia gemía cada vez que los chupaba.

Regreso a su boca mientras sostenía sus pechos y los apretaba cada vez más y más.

Comencé a deslizar mi mano por su cuerpo hasta llegar a sus bragas, la aparto y la acaricio despacio.

— Solo follame con tus dedos – me dijo.

Y eso hice, busqué con mis dos dedos ese botón sensible lleno de nervios y cuando lo hice ella gimió de placer.

No perdí más tiempo y comencé a hacer círculos con mis dedos dentro de ella.

— Oh, daddy- ella gimió.

Mis venas eran notables en mi brazo y ella solo arañaba mis hombros y espalda.

No me detuve en ningún momento, seguí besándola para callar sus gemidos en mi boca, ella ya estaba húmeda y eso me facilitó más deslizarme en su intimidad.

Ella estaba apunto de llegar al clímax cuando "ella" irrumpió en la habitación.

— Recoge tus cosas Anastasia y lárgate de aquí antes de que te rompa la cara- dijo sumamente molesta.

Pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora