Nada tiene sentido.

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Llegué a la oficina unos minutos después, la directora se había adelantado, me esperaba sentada detrás de su escritorio.

— Toma asiento, tu psicólogo está por llegar.

Apenas me senté, la puerta volvió a abrirse.

Mi psicólogo nos miró confundido. Tomó asiento a mi lado. — ¿Pasa algo?

— Sí, su paciente se ha escapado de su habitación. Veía las cámaras del tercer piso, lo he visto hablando solo y minutos después abrió la puerta. Cuando salió al pasillo tenía una actitud bastante extraña, movía la cabeza a ambos lados con frenesí.

— Las puertas se cierran desde afuera, no hay forma de abrirla por dentro. – dijo mi psicólogo mirándome.

— Lo sé – contesté.

— Entonces, ¿cómo lograste abrir? – me preguntó extrañado.

— No lo hice yo.

— ¿Quién lo hizo?

No sabía cómo decirle que fue Ella, no recordaba ni su nombre (si es que en algún momento me lo dijo). — La chica que golpeó a Anastasia.

Los dos se miraron con una expresión de confusión.

— ¿De qué chica hablas? ¿Quién golpeó a Anastasia? – preguntó la directora.

— ¿Está drogada? Hablo de la pelinegra, de ojos verdes por la que me puso el castigo.

Ella me mira como si no entendiera nada — Volviste a hacerte daño, tu castigo fue por la herida que te has hecho en la cara y el muslo. Nadie ha golpeado a Anastasia.

— ¿De qué habla? Estas heridas no las hice yo, no sé cómo pasó pero estoy muy seguro de que no tuve nada que ver. Y sí han golpeado a Anastasia, ella lo hizo frente a mí por celos o yo que sé.

Mi psicólogo examinó mi rostro como si buscara algo – ¿Podrías decirme el nombre de esa chica?

— Es que no lo sé, nunca se lo he preguntado y ella no me lo ha dicho. – suspiro. Mi vista va hacia la directora — Usted debe saberlo, me encontró frente a la habitación en la que ella estaba y le dije que había abierto la puerta, usted me dijo que era imposible que ella se hubiese desatado de su cama.

Ella mira al psicólogo por un instante y luego regresa a verme. — En el pasillo solo te pregunté qué hacías afuera y luego te pedí que vinieras a mi oficina.

— ¿Qué? — no podía creerlo. – Creo que estar rodeada de tantos locos le ha afectado, ¿no ha considerado internars...

Mi psicólogo me interrumpió. — Dices que hablabas con alguien pero no sabes su nombre, y abrió la puerta para que salieras. – asentí. — La directora dice que hablabas solo, abriste la puerta y saliste al pasillo con actitud extraña.

Rodé los ojos. — Ahora mismo creo que la loca es la directora.

Se quedó pensando unos segundos, parecía analizar la situación.

— Creo que has vuelto a alucinar.

— Fue algo muy real, no creo que haya sido...

— ¿Te has tomado tu medicamento?

Respiro hondo, estoy harto de estos dos, estaba seguro de que no me creerían por más que insistiera. — Por si no lo recuerda en el piso tres nos mantienen drogados, así que sí, me lo he "tomado".

La directora se aclara la garganta haciendo que fije mi atención en ella — Pues al parecer no ha sido suficiente para mantener a raya tus alucinaciones, se aumentará la dosis. Tu castigo acabará mañana, sin embargo te mantendré vigilado, no perderé a más pacientes...

Pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora