Parte 6. Ángela

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¿Algo casual? ¿Algo sexy? No, algo sexy no porque alguien podría descubrir que Omar y yo somos amantes. O algo así. No sé, esa palabra suena demasiado melodramática. Somos, estamos...

¡Claro! La blusa escotada beige con reflejos dorados que me regaló mi papá, jeans azules y botas color marrón, a juego con la bolsa y un abrigo ligero en color gris. Algo sexy y casual. El maquillaje poco cargado y el cabello suelto, que no se vea que me esforcé mucho.

El taxi estaba llegando al departamento de Humberto y no se veían señales del coche de Omar ¿se habrá arrepentido? ¿Y si ya no quiere verme? ¿Si por fin recapacitó y vio que esto que está pasando entre nosotros es un error? ¿Podré soportar que mi corazón se rompa otra vez por causa suya? Al menos esta vez no estaba sola. Aunque Ulises se hubiera enojado conmigo, no puedo dudar que me ama y que, aunque no le pudiera decir la razón de mi tristeza, sé que estaría ahí para juntar los pedacitos de mi corazón y volverlo a armar.

Pagué el taxi y subí las escaleras hasta el tercer piso. Toqué la puerta del 302, de donde ya se escuchaban música y risas.

― ¡Ángela! ―Humberto me recibió con un abrazo en la puerta y vi que ya estaban reunidos todos mis amigos, Víctor, Damián, Raúl, Paty, Sarah y Lorena. Unos estaban preparando la carne y la pasta que cenaríamos hoy y otros estaban escogiendo la selección de música y bebida para esta noche. Lorena fue "casualmente" la última en saludarme.

―¡Qué guapa te ves hoy amiga! ―Me dijo y me guiñó el ojo. Gracias a la mentirita de Omar, tenía que fingir que no sabía lo que se traía entre manos.

Puse mi mejor cara de confusión ―Ahm, gracias Lore, tú también te ves muy guapa hoy.

―Es lo que pasa cuando la gente se baña ―bromeó Damián y todos nos reímos.

No pasó ni una hora cuando llegó Omar. Traía una chamarra de piel negra, una playera gris, jeans y botas. Cuando llegó, todos me miraron y luego a él. Lorena se adelantó a saludarlo.

―Chicos ¿recuerdan a Omar? Espero que no les moleste que lo invitara a nuestra reunión.

Ninguno se opuso y se acercaron a saludarlo, al final, Omar atravesó la barrera de mis amigos, quienes se voltearon a mirarnos.

―Hola Ángela ― como no había nadie que le pudiera ver la cara, me guiñó un ojo y me sonrió ―mucho tiempo sin vernos.

Nos dimos un beso en la mejilla y nos abrazamos brevemente.

―Sí, algo ―de haber querido ruborizarme a propósito, no lo habría logrado. Mis amigos empezaron a hacernos burla y continuaron en lo que estaban haciendo. Todos menos Lorena, ella me vio con algo de vergüenza en sus ojos.

― ¿No estás molesta? 

―No Lore, siempre es una bonita sorpresa ver a un viejo amigo.

Ambos fruncieron el ceño. Omar sacó de la bolsa de su chamarra mi cartera y me la dio ―se te olvidó en el parque el día que bailaste.

―Ah, muchas gracias, pensé que nunca la recuperaría ―la abrí y tenía mi identificación y un billete de 100 pesos que había dejado ahí.

― ¿Cómo se te ocurre olvidar tu cartera Ángela ―Lorena me reprendió ―capaz que te sacan tus tarjetas o algo así?

―Cuando voy a alguna presentación no llevo mis tarjetas. Mi maestra nos ha recomendado a todas que no llevemos más de lo necesario, justo para evitar pérdidas. Lo bueno es que guardaste mi cartera, Omar, muchas gracias de nuevo.

―Y dinos ―interrumpió Humberto ―¿cómo has estado Omar? ¿Qué has hecho de tu vida?

Omar se sentó junto a mí en la barra que separaba la cocina del comedor ―bien, bueno luego de la prepa me metí a estudiar Negocios Internacionales y ahorita estoy trabajando para una transnacional que exporta llantas desde Japón.

Mientras para de lloverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora