Parte 7. Omar

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―Mamá, ya salí de la cena con Humberto y los demás. Sí, todo bien, pero me llamó Lucio para invitarme a bailar, llego más tarde ¿OK? Sí mamá, cuando salga te aviso ―Ángela colgó el teléfono y recargó su cabeza en la cabecera del asiento, presionándose el puente de la nariz. 

Estábamos estacionados unas calles adelante del departamento de Humberto. Había sido una locura salir de ahí. Emiliano se desquició por completo cuando me ofrecí a llevar a Ángela a su casa. Se puso a repetir como loco que iba a matarme si le tocaba un pelo a "su mujer", gritaba que lo soltaran porque se estaban llevando al amor de su vida y solamente se calló cuando Paty lo dejó inconsciente por un golpe que le dio en la cabeza con un libro grueso de pasta dura, que Humberto tenía en un pequeño librero. Sabiendo que ese loco aún respiraba nos fuimos mientras los chicos se quedaban a encargarse de Emiliano y las chicas pidieron sus taxis para irse a sus casas.

―No puedo creer lo loca que se puso esta noche ―dijo Ángela después de soltar un largo suspiro..

―La palabra "locura" se queda corta. No sé cómo pudiste andar con un tipo tan enfermo.

Ángela dejó de presionar su nariz  y miró al techo de mi coche ―en mi defensa puedo decir que cuando recién empezamos a andar era muy dulce, muy atento. Pero cuando descubrí que me estaba poniendo los cuernos y lo mandé al diablo, fue cuando empezó a ponerse loco ―volteó ligeramente para verme ―. Y empeoró cuando te conocí. Fue cuando empezó a enseñarme que se estaba haciendo cortes en los antebrazos. Me abrazaba demasiado fuerte y me decía que su vida no valía nada sin mí y cosas así. Cuando lo dejé definitivamente, pensé que sí cumpliría sus palabras sobre suicidarse, pero, ya lo viste, vivito, coleando, loco y ebrio.

―Creo que nunca te lo había contado pero él habló conmigo antes de que llegaras a decirme que ya lo habías terminado para siempre. 

Ángela frunció el ceño y levantándose del respaldo del asiento me miró ― ¿Qué fue lo que te dijo?

No me hacía mucha gracia rememorar aquellos instantes, pero finalmente iba a sacar todo eso de mi sistema.

«―Hola Omar ―Emiliano se me acercó mientras yo estaba con mis amigos en las jardineras del patio de la prepa ― ¿puedo hablar contigo, en privado?

Miré a mis amigos que nos miraban con recelo a ambos ―claro ―le dije y caminamos hacia otra jardinera que estaba sola.

―Ángela terminó conmigo.

― ¡Vaya! No te andas por las ramas.

―No te burles ―se veía triste el pobre diablo, ―aunque ella no mencionó tu nombre, sé que me terminó para poder ser tu novia y te vengo a pedir, que cuando ella venga a hablar contigo; porque sé que lo hará, la rechaces.

― ¿Porqué debería de hacer eso? Si quiere estar conmigo y yo con ella, nadie, ni siquiera tú, debería de querer impedírnoslo.

―De su manga asomó el mango y el filo de una navaja. Instintivamente me hice para atrás, previniendo un ataque.

―Porque si los llego a ver juntos la mato y luego me mato yo.

―Sus palabras hicieron que un escalofrío recorriera mi columna, a su vez, un vacío se instaló en mi estómago cuando comprendí la locura que estaba diciendo.

―No te atreverías... ―se me fue la voz, él escondió la navaja nuevamente en la manga de su camisa ― ¿estás demente?

―La amo, no voy a perderla y si ella no está conmigo, me voy a asegurar que tampoco esté contigo.

Mientras para de lloverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora