E P Í L O G O

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De nuevo les dejo la canción que me inspiró a escribir el fic <3

De nuevo les dejo la canción que me inspiró a escribir el fic <3

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¿Cuánto tiempo se necesita para olvidar un instante?

¿Y cuántas lágrimas para borrar tristes recuerdos?

Un día conoces a alguien que te cambia la vida sin avisar. Y se va. Se va porque no puede, o no debe quedarse. Pero permanece en tus recuerdos por siempre.

Eso había escuchado Bakugo por ahí alguna vez. Nunca creyó que llegaría el día en el que comprobaría de la peor manera la razón de aquella frase.

Porque tal vez si nunca se hubiera acercado al cerezo aquel día, ahora no estaría ahogándose en lágrimas que parecían no querer terminar.

Porque tal vez si nunca hubiera enviado aquel mensaje, ahora no tendría el peso de un millón de promesas incumplidas sobre los hombros.

Casi un año había pasado desde ese día, pero aún seguía doliendo como la primer vez. Decían que el tiempo curaba, Katsuki se preguntaba cada mañana cuánto le hacía falta a él.

A veces, cuando los recuerdos lo atormentaban en las noches, el chico tomaba las fotografías y leía de nuevo las notas; todas y cada una.

El resultado era el mismo.

Siempre terminaba sollozando mientras abrazaba la playera que le había prestado el día que se conocieron. Pero ya estaba harto.

No solo harto, estaba cansado de sufrir. Llevaba días pensando en las palabras de Ashido —que se había vuelto más cercana a él desde la partida de Eijiro—, y había concluido que la pelirosada tenía razón; era hora de cambiar de página.

¿Pero cómo se supone que dejaría atrás el mejor capítulo de su miserable vida?

Todas las historias tenían una moraleja al final. Al parecer lo suyo no podía contarse como una, no existía un punto de cierre para algo que ni siquiera había empezado.

Y por más que lo intentara, seguía destruyéndose sólo con su recuerdo.

Abrió la puerta de su recámara encontrándose un plato de comida dejado por su madre antes de salir. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba sin probar bocado y su estómago reaccionó ante el olor que emanaba del trozo de carne. El rubio lo levantó llevándolo a su escritorio jurando que se lo comería más tarde.

Salió de su cuarto para dirigirse al baño y lavarse la cara. Su imagen en el espejo era terrible; lágrimas secas delineaban su rostro hasta la barbilla, saliendo de un par de ojos hinchados.

Al terminar su labor regresó a su pieza en silencio, cerrándola con seguro por si sus padres regresaban. Quiso poner un poco de orden y empezó a limpiar el polvo acumulado, tratando de regresarle la vida a su alrededor. Y, por primera vez desde la muerte de Eijiro, abrió la ventana.

Reddish Donde viven las historias. Descúbrelo ahora