D O S

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A Bakugo nunca le había importado el paso del tiempo

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A Bakugo nunca le había importado el paso del tiempo. Realmente se mantenía desorientado la mayor parte del mes y su repentina atención actual extrañó a sus padres.

Desde su último avistamiento el chico veía el calendario cada mañana, como si contase el tiempo desde algún acontecimiento del que no estaban enterados. Igualmente no se dignaron a preguntarle. Confiaban lo suficiente en él como para saber que en algún momento les diría.

Una semana y media había pasado ya desde la extraña visita de Kirishima, y aunque no lo aceptara en voz alta, en la escuela era extraño ver aquel árbol suyo tan vacío.

Katsuki llevaba días debatiendo entre enviarle un mensaje o esperar. ¿Esperar qué? No sabía exactamente. De alguna forma su subconsciente le decía que aguardara, que pronto algo pasaría.  Y por primera vez en sus dieciocho años de vida, no se dejó llevar por sus impulsos.

Una calurosa mañana de sábado, Bakugo se dignó por fin —con amenazas de por medio— a limpiar su no tan sucia habitación

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Una calurosa mañana de sábado, Bakugo se dignó por fin —con amenazas de por medio— a limpiar su no tan sucia habitación. Eso era algo que el chico no entendía; él nunca había sido desordenado, es decir, era un maniático de la perfección en un nivel exagerado, pero una vez al mes su madre exigía que hiciera limpieza a fondo para que según ella, todo quedara impecable. Esa era una falsa excusa. La realidad era que el día diez de cada mes sus abuelos iban de visita y se quedaban a cenar con ellos, ¿el problema? La pareja mayor tenía un TOC con la limpieza y presumían de buen ojo para el polvo, detalle del cual ni sus hijos escapaban.

Normalmente el día de la cena Mitsuki despertaba a su hijo y esposo desde muy temprano para que le ayudaran a limpiar cada diminuto rincón de la casa. El estrés y la presión se acumulaban en la pobre madre que se irritaba con cada pequeña partícula o mancha que se veía, desquitándose con los hombres entre gritos. Una completa locura. Ese día Katsuki se apresuraba a terminar lo que le tocaba para encerrarse en su cuarto y tocar la batería hasta la llegada de las visitas y esa vez no sería la excepción. Limpió la sala, el pasillo, las escaleras y barrió el jardín para quitar las hojas que caían del árbol frente a su ventana.

Mientras terminaba de juntar las hojas un pequeño brillo lo encandiló por unos segundos. El destello provenía de un trozo de metal en la tierra junto al tronco. Se puso de cuclillas para levantarlo.

Reddish Donde viven las historias. Descúbrelo ahora