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El hombre se bañó con agua de la fuente de la isla (en privacidad) y Jimin le prestó ropa, una camisa y un pantalón blancos. Y empezó el interrogatorio.

- ¿Por qué estoy aquí?

- Te dispararon y te saqué de ahí, te traje aquí y te salvé. Simple.

- ¿Qué lugar es este?

- Es mi casa y mi isla. Ven, te mostraré.- Jimin se levantó y le tomó la mano para guiarlo hasta la salida de la cueva, subieron por unas escaleras naturales y arriba les esperaba el mundo de afuera. Salieron y vieron el mar desde lo alto, el viento soplaba fuerte y la luz solar de la tarde se transformaba en un ocaso digno de admirar.

- Vaya...- no se podía distinguir nada en el horizonte, solo el mar les acompañaba.

- Ésa es Nunca Jamás.- el rubio señaló a un punto muy lejano, casi indistinguible en la grandeza oceánica.

- Increíble...- el capitán estaba maravillado con el paisaje. Hasta que recordó el por qué estaba ahí.- Mi tripulación, deben de estar esperándome.- el semblante de Jimin se entristeció y desvió su mirada.- ¿Qué?

Algo no estaba bien. Lo sentía en los huesos.

- Ven conmigo. Hay otra cosa. Y tiene que ver con tu tripulación.

Jungkook siguió al joven y bajaron por otra escalera en las afueras de la isla de piedra. Se acercaron a unas rocas y desde ahí pudieron ver un bote, se acercaron más y vieron lo que contenía.

Un mapa, un cofre de joyas, una lámpara y una botella. Pertenencias del capitán.

No puede ser, pensó Jungkook.

- Ellos creen que el disparo te mató y que el cocodrilo del reloj te devoró. Para ellos, tú estás muerto.

Esas palabras asustaron a Garfio. No podía creerlo. Pero lo que más le extrañó fué saberlo de la boca de Jimin.

- ¿Cómo sabes qué pasó? ¿Por qué sabes todo eso?

Jimin suspiró, podría transformarse y asustarlo si él atacaba. Pero no matarlo, no por cómo le quería. Algún momento esto pasaría.

- Yo soy el cocodrilo.- dijo muy serio.

Pero Jungkook tuvo un ataque de risa.

- ¿Y me vas a gruñir?- siguió riendo.

- Estoy diciendo la verdad.- dijo enojado.

- Vamos, grúñeme.- rió el pelinegro. Lo que no esperó, fué que el pequeño chico adorable le gruñera de verdad y bastante realista. Automáticamente dejó de ahogarse de risa para estar completamente asustado. Los ojos de Jimin brillaban en un verde intenso que lentamente volvían a ser verde oscuro.

Él era esa bestia, la que se comió su mano y lo siguió hasta su supuesta muerte.

- Tú...- el rubio se acercó despacio pero el otro lo detuvo.- ¡No, no te acerques! ¿Qué especie de juego es este? ¡Ya te comiste mi mano! ¡¿Qué más quieres?!- gritó asustado y furioso mientras agitaba su garfio, sustituto de lo que perdió.

Jimin lo había llevado a su cueva pero hasta ahora no se la había comido, de seguro estaba jugando con él, haciéndole sentir confianza y luego lo atacaría por la espalda como el mentiroso y sanguinario cocodrilo que era.

- ¡Eres un traidor!

Traidor.

Esa palabra despertó algo en su ser. Jimin ya había cicatrizado y ahora le abrían una vieja herida.

- ¡No soy un traidor!- gritó de vuelta, con los ojos vidriosos.- ¡Nunca me comería tu mano, eres un ser tan asqueroso que el cocodrilo que se la comió desapareció de la segunda estrella!- Jeon se sintió ofendido y le gritó de vuelta.

- ¡Los de tu especie son unos malditos sanguinarios que comen de todo!

- ¡Entonces pregúntate a tí mismo si soy sanguinario después de salvarte la vida!- gritó con la voz rota al igual que su corazón.

Después de eso Jimin se transformó, rompiendo su ropa y dejando al capitán solo en la isla rocosa, pues él se había marchado hacia algún lugar lejos de ese humano, el cual empezó a dudar de todo.

•••

Pobre Jiminie, pero el mundo no termina aquí.

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