El Callejón Diagón

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Los argumentos de su padre habían acabado por hacerla ceder y su madre se encargó de hacer su baúl en tiempo record. Hogwarts estaba lejos de Ucrania y eso significaba preparación, según decía ella. Anya solo se limitada a suspirar y gruñir en respuesta a las muchas advertencias de sus progenitores, había decidido que al menos no tendría que soportar a Alina, así que no estaría del todo mal el cambio.

Viajaron a Londres con Polvos Flu y acudieron al callejón Diagon para comprar los últimos útiles. Como a Anya no le gustaba especialmente la magia nunca había tenido nada con lo que practicarla, ni siquiera en su antigüo colegio había necesitado de tantas cosas. Compraron un juego de calderos nuevecito y se acercaron a Ollivander's a por una varita. Edward suspiraba con admiración en cada esquina, recordando sus aventuras y desventuras en su época juvenil y Alina sonreía y mencionaba todo lo que querría comprar si no estuvieran tan ocupados.

Al llegar a la tienda entró sola. Guardó el teléfono en sus vaqueros y se acercó al mostrador con cierta expresión perdida.

-Vaya, vaya... No pensaba que fueras a venir nunca

Tras la mesa apareció un señor de edad avanzada, con una ligera cojera, que la miraba como si hubiera visto a un fantasma. Ella sonrió notablemente incómoda pero no pudo pedirle nada ya que el hombre se desvaneció en la parte trasera de la tienda. Al poco apareció con una cajita y se la mostró, abrió la tapa y le cedió una varita de color anaranjado

-35 cm, madera de Tea. Contiene plumas de grifo

Ella sin tener mucha idea la cogió y le miró a la cara pensando "¿Y ahora?" . Él asintió y ella ondeó la varita levemente. La habitación se volvió fría y algunas de las cajas cercanas se congelaron

-No, esa no - Murmuró y se alejó nuevamente trayendo otra cajita exactamente igual.

Esta vez abrió y le cedió una varita de color rojo tostado, con una empuñadura fina, tallada con esmero

- 30 cm, madera de roble y cerezo. Esta tiene escamas de dragón.

En cuanto la tocó notó el calor de la empuñadura, la suavidad de su madera y lo agradable que se le hacía al tacto. No pudo evitar sonreír un poco con la cantidad de emociones y ondeó la varita sin dejar de mirarla. El hielo se deshizo y Ollivanders asintió

-Esa es 

-¿Esta es mi varita? ¿Ya está?

El hombre volvió a asentir y ella se encogió de hombros antes de pagarla. No volvió a guardarla en su caja y se dijo que no la alejaría de su cuerpo nunca. ¿Qué haría al dormir? Aún no lo sabía, pero desde ese momento no se iba a separar de ella. Para cuando salió de la tienda sólo estaba su madre esperándola

-¿Y papá?

-Acaba de irse, dijo que le esperáramos.

-¿Falta algo por comprar?

-Creo que no. Además ya llegamos un poco tarde para el tren

Sintió que el estómago se le encogía. No pensaba admitirlo, pero estaba nerviosa. Sí, muy nerviosa. La situación era completamente nueva y no estaba segura de poder con todo ello. Tentó su bolsillo y sacó el teléfono móvil. Para su sorpresa, no había ningún tipo de señal. Genial. Miró a su madre que la miraba con recelo y levantó el teléfono intentando coger cobertura. La gente pasaba alrededor y la miraba pero apenas se dio cuenta. Justo cuando iba a darse por vencida apareció su padre con una pequeña jaula

-¡Sorpresa! - soltó con un tono bastante alto para tratarse de él

Anya frunció los labios extrañada y enfocó la vista en lo que había dentro. Se veía una bola peluda, pero en el momento en que se acercó se estiró mostrando un hurón de color canela y blanco, con un antifaz en los ojos. Éste sacó una pata entre los barrotes al verla acercarse

-¿Es para mí? - preguntó sin salir de su asombro, tocándole la pata al hurón con un dedo

-Claro, es muy parecido al que yo tuve cuando estudiaba en Hogwarts - comentó 

Su mirada se iluminó y agarró la jaula con fuerza. Apenas había empezado el viaje y ya tenía dos cosas de las que nunca más quería volver a separarse.

Harry Potter (Fanfic) - Los descendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora