CAPÍTULO QUINCE

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Devlon no quería dejarla hacer el Rito de Sangre.

Para un iliriano era uno de los momentos más importantes de su vida, donde podía mostrar al fin la clase de valía que poseía. Todos los machos del campamento llevaban años preparándose para el rito, en donde quedaría claro quienes eran los mejores y quienes no.

Todo se definía en ese instante.

Y Lord Devlon no la dejaría participar.

Ella había exigido explicaciones, pero él se las había callado con un movimiento de su mano. La quería fuera de su tienda y, probablemente, de su vista. Pero Brina no se marcharía como un cordero, lucharía como la loba que era.

―Si es por lo de Godrian ―comenzó diciendo, alzando la barbilla para no temblar. Lo que había pasado con el iliriano todavía rondaba por su cabeza, pero no porque su amigo le hubiera arrancado un brazo, sino porque no hallaba forma de sentirse culpable.

Incluso se había reído. A escondidas, en medio del bosque, pero se había reído.

―No es por eso ―respondió antes de que pudiera continuar. Ella sabía que sí era por eso ―, es porque ya se te ha dado más libertades que a cualquier otra hembra. Querías entrenar y lo hiciste, con eso deberías conformarte.

Brina debería haber guardado la compostura, mostrar que era lo suficientemente razonable como para no armar un escándalo. Tendría que haber encontrado una forma de hacerlo entrar en razón sin perder los estribos, pero no lo hizo.

Estaba cansada de esos machos que querían decirle que hacer o quién ser; tenía que comportarse como una hembra, agachar la cabeza e ir a lavar platos, porque eso era lo máximo a lo que podía aspirar. Se le era permitido jugar con una espada y hacerse la valiente, pero al final jamás sería una guerrera.

―¡Eso es una estupidez! ―gritó, estampando su mano contra la mesa―. Sabes que soy más hábil que muchos de tus guerreros, y tal como te prometí me convertí en la mejor. ¡Hice de todo para que vieras que soy digna de estar en tus filas! ¿Y ahora me sales con esa tontería? ¿Por qué? ¿Por qué uno de tus hombres quiso hacerse el listo conmigo? ¿Es que yo tengo la culpa de eso? ―respiró, intentando serenarse. Obviamente no lo logró―. Ahora, me dejarás hacer el Rito de Sangre o...

―¿O qué?

Se inclinó hacia adelante, tan cerca de Devlon que su aliento le hizo cosquillas en las mejillas.

―O me aseguraré de que te arrepientas ―lo decía enserio, aunque no estaba muy segura de cómo lo lograría. El director del campamento no era un niño a quien se pudiera asustar con una historia de terror―. No tienes idea de lo que soy capaz.

―En el Rito de Sangre ―dijo él, sin siquiera alejarse―, se atan las alas del guerrero para que sobreviva solo con su fuerza. Tú, en cambio, no tienes alas que atar. Te has acostumbrado a no usarlas, así que estarías en ventaja.

Lo expuso como si fuera una de las razones por las que se estaba negando.

―Pero soy más pequeña, en comparación con ellos mis músculos son un chiste ―lo dijo en el mismo tono que él, a pesar de que era ridículo―. Así que técnicamente la ventaja sería lo más justo.

―Bien ―se movió hacia atrás, arrastrando su silla en el proceso―, pero no usarás la misma ropa que ellos. Te daré lo suficiente para que no andes desnuda, pero no tendrás el calor de tus ropas para mantenerte viva.

Eso era una mierda, ambos lo sabían. Y aún así, ella aceptó.

Devlon la iba a ver salir triunfante del Rito de Sangre.

Una corte de sombras y sueños ― AzrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora