★•You Told Me Once•★

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★★★

Universo Alterno No Happy Ending BreakUp!Fic
Mención a UsUk

Iván Brangisky (27) / Alfred F. Jones (22)

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¡Qué tengan un día fantástico!
W0W_APHCHIBIRUSIA, KawaiiLit637 y velinnolin

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Los minutos se diluyen como gotas de rocío a la primera luz del amanecer, e Iván Brangisky pierde la noción del tiempo —del espacio—.

La noción de la realidad.

Pronto, la existencia se convierte en bruscos saltos de escena a escena; abrir los ojos en la ducha y, al parpadeo encontrarse preparando el glaseado para un regimiento de cupcakes. Después, el ruso se halla de espaldas al parque, sobre la barandilla del puerto y, en todos aquellos lugares en que las memorias se yuxtaponen al momento.

Y, aún así, Alfred no envía mensaje alguno.

La bandeja de entrada continua vacía de misivas pendientes y, por lo tanto, el alto blondo lee y relee el último texto que le dedicase su ex:

«Dud3!!! (._+ )\(-.-メ).
Trae tu hot ass a re-cogerme!!!! T0d4y's F4lc0n and T3 0th3r Guy! » (1)

El hombre exhala con pesar, porque resulta obvio que aquellas descuidadas palabras no son particularmente especiales y, sin embargo, él las lleva tatuadas en la acongojada alma. Al igual que otros detalles del enervante chico, como su risa tan semejante al ladrido de un perro o su obtusa manía de esconder hamburguesas en los bolsillos de cualquiera de sus prendas.

Y, también está la forma en que la mano del menor siempre está grasosa o, que Jones solía besar como si estuviese famélico.

Solía...

—"Aunque ella se repitiese que lo abandonaría, le faltaba resolución para ello, porque no podía perder la costumbre de amarlo". — Enuncia el varón, citando a una de las tantas frases cursis e icónicas de Anna Karenina, el libro predilecto de Yekaterina, su hermana mayor—. "Porque el amor a luces y sombras, es un vinculo esclavizante...".

Constriñe los nudillos, sintiéndose más estúpido de lo habitual y, en la absoluta necesidad de un trago de vodka, de medovuja o, de cualquier sustancia que lo aísle del sentimiento oceánico en su interior. Empero, el euroasiático ni siquiera elige a dónde se encamina; lejos de la naturaleza de la zona de Griffith y ascendiendo al igual que la interestatal al norte de la ciudad.

E Iván contempla el asfalto a sus pies, el abyecto territorio al cual Fedya y él decidieron mudarse tras que el soviético moliese a golpes a un par de estudiantes de excelencia —e hipócritas homófobos— en Texas.

Por supuesto, a los numerosos familiares armados de esos muchachos no les pareció la paliza y, en consecuencia, la mudanza fue tan apresurada como extrema. Tardaron apenas unos minutos en hacer las maletas y, después fueron a la carretera a solicitar un aventón a cualquier lugar dónde estuviesen a salvo de los perdigones y cuchillos de caza.

Aún así, Bransgiky fue —y es— consciente de que les hubiese ido peor en Rusia; especialmente en Anádyr, pese a ser ésta la "moderna" capital de Chukotka, uno de los cuatro distritos autónomos de la ex-Unión Soviética. Después de todo, el blondo se vio obligado a utilizar la totalidad de sus préstamos universitarios en pos de auxiliar a Natalya a salir del país en cuanto ésta manifestó su orientación sexual.

Razón principal por la que el —en ese entonces— estudiante de Petroquímica no reaccionó como lo habría hecho la mayoría de sus compatriotas cuando el cerdo americano le envío chocolates de San Valentín. Un curioso paquete de confitería a manera del Sistema Solar, en dónde la única pieza faltante era el Sol porque ése era Vanya para el idiota en cuya mirada se hallaban todos los secretos del firmamento.

Un cielo sin estrellas, como el de aquella temprana noche frente al nosocomio principal de la gran urbe.

Emplazamiento al que Iván Brangisky ingresa sin más, forzado por la costumbre y, también, por la última petición que mantiene presente de aquél que solía llevar a cabo sus prácticas profesionales en tal lugar.

Y, el personal no tarda en reconocerlo —en compadecerlo—.

—¡Iván! ¡Qué gusto verte por aquí! — La primera en acercarse al gigante es una de las tantas enfermeras novatas de origen latino—. Toma asiento, por favor.

Ella sonríe y, el ruso fracasa al intentar replicar el gesto.

A continuación, la chica se afana en obtener comida y bebida para quién fuese la pareja de su compañero de estudios y, poco después, ella se excusa para ir en búsqueda del jefe de la plantilla de novatos: Arthur Kirkland. Un cejón de mal genio que es reconocido tanto por su estrafalario estilo punk en un hospital de alta gama como por su maravillosa habilidad para tratar a los pacientes pediátricos.

¡Ah! ¡Y también por su moronsexualidad (2)!

O, de otra forma, el tal Kirkland no se habría fijado en su pupilo.

Un interés destinado a fracasar, dado que Al tenía en claro sus prioridades románticas —y sexuales—.

—Ya era tiempo. — Espeta el más bajo y, aún así, imponente hombre—. ¿¡En dónde carajo te has metido durante esta semana?!

El euroasiático escucha y, ahora sí, sonríe con total preponderancia.

—No es...

—Si Alfred está implicado: entonces, es de mi maldita incumbencia. — Kirkland aprieta la mandíbula, conteniendo el lenguaje soez que aprendiese en Cressida Dick.

—¿Por qué? — El ruso interroga con candidez, honesta candidez.

Y, desconcierta a su atribulado interlocutor.

—Y-yo...— Arthur da un respingo, recuperando su aplomo en cuestión de un suspiro—. ¡No es el momento de banalidades! — Buscando una pose digna, el inglés cruza los brazos por sobre el pecho, a la altura de su atrofiado corazón—. Escúchame: t-tienes que dejar ir a Alfred...— Principia el discurso que tantas veces ensayó al espejo y, del cual su acompañante tan sólo advierte la primera frase.

Aquella petición imposible.

Después de todo, él jamás podría dejar ir a Fedya.

A su Fedya, aquél que lo aceptó a pesar de las anomalías, los errores, las inseguridades y la distancia —conceptual, emocional—.

—No.

Sentencia el ruso, hombros caídos y mirada ensombrecida al igual que el resto de su violenta aura; la cual advierte a Kirkland de abandonar su fútil intento de presionar los botones adecuados para salirse con la suya. Empero, el británico afila la mirada e insiste, pasando por alto las señales de la precaria salud mental de quién podría reventarle la cabeza de un simple puñetazo.

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(1) «Iván, por favor; llévame a casa. Esta noche se estrena "Falcon y el Soldado de Invierno" y, realmente quiero ver esa serie contigo.»

(2) Moronsexualidad = ser atraído por imbéciles.

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¿Escuchaste eso?】

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┊✯до свиданья『•RusAme•』➽ Para MsWellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora