|3|

521 94 13
                                    

—Así que, ¿también eres biólogo marino? —Interroga, entrando directamente al camino de rocas.

Aquel día había comenzado bien, ninguna nube se asomaba en el cielo. Pero, ahora por la tarde, parecía que una tormenta de verano se aproximaba, y ninguno de los dos oceanógrafos querían perderse la reacción del agua ante las nubes grises.

—Sí—asiente distraído.

Creía que tal vez el cambio de aires estaba haciéndole enfermar y le hacía tener alucinaciones. Había sopesado todo tipo de opciones, desde que aquel chico era rápido y desaparecía sin que nadie se diera cuenta, hasta que puede que tuviera esquizofrenia y no lo sabía. Al instante descartó lo último, era una locura pensar eso.

Viktor traía consigo una bolsa, donde había incluido el libro que compró aquella mañana. Toman asiento en una piedra individual cada uno, y el ruso observa cómo Conway saca un cuaderno y una cámara de fotos.

—Tardará un poco más en empezar—anuncia luego de analizar su horizonte.

Volkov suspira en respuesta. Debería estar disfrutando aquello, pero había algo que le ocupaba la mente.

Mira hacia atrás, queriendo ver que tiene a su alrededor. Su pulso se dispara cuando ve una estructura pequeña a lo lejos. La casa.

—Está muy cerca de donde te quedaste tirado ayer—habla el de pelo negro, viendo en la misma dirección.

«Ya», piensa el contrario.

Decide no mirar más el lugar, y se vuelve para sacar el libro. No lo había ojeado aún, estaba curioso.

—¿Te lo has comprado esta mañana? —Interroga el oceanógrafo a su derecha.

—Sí—responde sin más, pasando la palma de su mano por la cubierta.

—"Leyendas del océano"—lee textualmente—. ¿Sabes que en este pueblo también existen algunas leyendas?

Eso hace que el ruso desvía la vista y la atención al mayor. Frunce el ceño, curioso.

—Se dice que se pueden ver pequeñas hadas en la orilla de aquella pequeña isla cuando cae la noche y va a haber luna mediante—señala su frente, justo a la nombrada.

Aquel lugar se caracterizaba por tener un pequeño islote a unos metros de la costa.

—Y que también hay un alma, que seguramente sea un ángel, que protege al pueblo—ahora su vista da justo a la casa de campo del fondo—. Dicen que los ancianos y niños pueden verla, porque son almas puras.

Volkov no le detiene. Sus recuerdos estaban haciendo "click".

—Esta gente es muy fiel a esa leyenda, incluso dicen que esa luz cálida suele verse por allí—señala la estructura donde había estado ayer.

—¿U-un ángel? —Se aclara la voz al preguntar.

—Sí, algo así. También otros dicen que es un alma pura que solo termina su estancia en este mundo—se encoge de hombros, mirando lo pálido que está el otro—. ¿Estás bien, Volkov?

El de pelo plateado parpadea un par de veces.

—Sí, sí—le resta importancia sacudiendo la mano.

—Mira—le llama—, ya está empezando.

Pero en vez de pensar en cómo la tormenta hacía cosas increíbles con el agua del océano, solo podía detener el impulso de ir esa noche a aquella casa de campo.

Take Me Back On The Way. ||AU Volkacio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora