30. Debe aceptar mis decisiones

8K 1.4K 975
                                    


La gente dice que el tiempo vuela cuando estás feliz, sin importar el motivo. Al mismo tiempo, avanza con tortuosa lentitud cuando tienes miedo o estás triste. Yo no suelo notarlo demasiado, al menos, no mientras lo vivo.

Es por ello que, recién ahora, a pocos días del cambio de año, me doy cuenta de que un semestre completo ha transcurrido desde que conocí a Noah. Mi vida no cambió de forma radical, pero definitivamente hubo giros inesperados.

Estas fechas me ponen melancólica y reflexiva. Me agrada hacer un balance retrospectivo de lo ocurrido.

El invierno pasado tuve neumonía y apenas pude disfrutar del receso con mis amigos. Pasé desapercibida durante el semestre siguiente, sin entablar nuevas amistades ni participar en actividades escolares. Fue una mitad de año monótona. El verano mejoró con las vacaciones familiares; Sebastián estaba en el extremo opuesto del país y me incomodaba salir a solas con Azul y con Elliot, así que las tardes transcurrieron mayormente con mis hermanos.

El cambio se dio la noche de la fogata. El verano moría poco a poco junto con la vegetación de la zona, que se tornaba rojiza y marrón a medida que descendía la temperatura. Creí pedir un deseo absurdo a una estrella fugaz y, antes de que pudiera notarlo, esa rutina pacífica y relajada a la que me había acostumbrado se desmoronó con la llegada de Noah.

Al comienzo, me resistí a su presencia y a sus encantos. Sin embargo, y a pesar de mis esfuerzos, caí a sus pies. Me conquistó porque es el chico ideal para mí, posee todo aquello que siempre quise encontrar en una pareja y mucho más. Superó las expectativas que yo tenía.

Los pocos momentos del año que se destacan en mi memoria tienen que ver con él. Citas, aventuras y sorpresas con cada nuevo día. Incluso estudiar con él ha dejado una huella en mí, enseñar se le da excelente. Podría convertirse en un buen profesor.

No somos dos mitades que hacen un todo, sino que somos dos todos que trabajan en equipo y que se complementan. Eso es lo que más amo de la relación que mantenemos. Que, más allá de las limitaciones, somos dos individuos diferentes que coinciden en el amor.

Admito que no sé si es que él ha cambiado a medida que pasaba más tiempo en nuestro mundo o si fui yo la que aprendí a verlo desde nuevas perspectivas con el avance de nuestra relación. Hubo un par de altibajos, pero fueron pocos y no afectaron jamás al cariño que nos tenemos.

Más allá de las grandes ocasiones, existen también numerosos pequeños instantes que atesoro en mi interior, como la tarde que compartimos un paraguas bajo la lluvia mientras veíamos el primer partido de beisbol de Elliot de esta temporada. ¡O cuando me ayudó a cuidar a mis hermanos porque mis padres salieron a la boda de no sé qué amigo suyo! Nos divertimos jugando con Erik y con Victoria a tonterías como contar cuántos coches pasaban por la carretera. Y fue divertido, de alguna forma.

Noah es, sin lugar a dudas, lo más importante de mi último año. Le sigue de cerca la noticia del embarazo de Azul, aunque creo que dejaré de lado ese sucedo hasta que nazca el bebé en algunos meses.

Mi novio sabe cómo hacerme sonreír, me puede leer con facilidad.

Pero también están mis amigos, ellos fueron parte irremplazable del año. Con nuestras reuniones y ocurrencias, pasamos muchos momentos increíbles juntos. No somos tan unidos ahora como cuando estábamos en la escuela primaria, aunque me duela notarlo. De todas formas, el lazo que nos une es fuerte y confío en que no se romperá cuando nos graduemos.

Me asusta un poco pensar en ello, así que dejo que lo que se refiere al próximo año quede en segundo plano. No deseo concentrarme en mis inseguridades y temores ahora. Ya habrá tiempo para eso luego del receso escolar.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora