EXTRA 02

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La mejor parte de las vacaciones es, indiscutiblemente, pasar algunos días con tus amigos en un sitio nuevo. No siempre podemos organizarlo porque cada quien tiene su vida, sus viajes familiares y demás. Pero este es el último verano que podremos pasar juntos con seguridad, antes de empezar a estudiar en la universidad —porque allí ya no sabemos cómo será la vida o si podremos coincidir—.

Nos pasamos varias semanas buscando el momento y el sitio ideal. Con Azul a poco de tener a su bebé, las opciones son limitadas. Acampar es imposible para ella, y un lugar demasiado alejado podría traer complicaciones. Por ello, luego de pasar más tiempo del debido en búsquedas de internet, decidimos pasar un fin de semana en Hampton Beach. Son menos de tres horas de viaje en coche, solo dos noches. Es un lugar relativamente tranquilo y pacífico. Además, conseguimos un hotel a solo dos cuadras de la playa.

Sebastián, Noah y yo vamos en un coche. Elliot y Azul van en otro. Thea está con su familia en Salisbury, que queda a media hora de allí. Prometió pasar una tarde con nosotros para que mi mejor amigo no se sienta tan solo.

—"Friday is forever, we belong together. So come on, come on, and don't you say never" —cantamos a coro el tema que suena en la radio. La voz de mi novio es mejor que la del resto, pero en conjunto desafinamos tanto que no nos importa.

Falta poco para llegar. El GPS dice que en unos minutos alcanzaremos a ver el océano. No son ni siquiera las 10 am. Decidimos salir temprano para aprovechar lo más que podamos de estas pequeñas vacaciones. ¡Estoy ansiosa!

Amo pasar días así con mis amigos. Sin la escuela, sin obligaciones ni padres. Aunque todos hayamos prometido comunicarnos con las familias de vez en cuando, la libertad es maravillosa. Vamos a quedarnos despiertos hasta tarde, a comer como si no hubiera un mañana y a reír hasta la madrugada.

—Muero de hambre —dice Sebastián cuando acaba la canción—. Cuando lleguemos, este debería ser el plan: ver dónde queda el hotel, seguir de largo hasta algún restaurante, comprar el desayuno para llevar, ir a la playa y sentarnos a comerlo con los pies en el mar. O enterrados en la arena si el agua está muy fría.

—Me encanta la idea —coincido—. Además, no podemos hacer el check-in hasta las dos de la tarde.

—Fíjense en sus teléfonos qué opciones para desayunar tenemos cerca así elegimos una y la ponemos en el GPS —pide Noah, que conduce.

Como usamos su coche, que es mucho más nuevo y cómodo que el de mi mejor amigo, optamos por dejarlo estar tras el volante en el camino de ida. Sebas lo hará en el regreso, si es que Noah está demasiado cansado.

—Acá hay uno —digo yo—. Se llama Wilson's Pancakes, tiene buenas reseñas y no es tan caro. En las fotos parece que tiene la opción para pedir la orden desde el coche, que es más práctico.

—¡Genial! Pásame la dirección —pide mi novio.

Eso hago. Luego, me pongo a leer el menú para ver qué es lo que quiero. Creo que Sebastián hace lo mismo, porque se queda en silencio observando su teléfono los siguientes minutos.

Pronto alcanzamos el restaurante. Hay una fila extensa de vehículos, pero se mueve con prisa y no nos toma demasiado comprar lo nuestro y continuar el camino hacia la playa. Allí, por lo que nos dijeron, hay un aparcamiento público muy barato que, en la mañana, siempre tiene espacios. En la tarde, sin embargo, suele estar lleno y eso hace que las personas deban pagar por garajes privados.

Es un día precioso. Todavía no hace demasiado calor, pero sí el suficiente como para disfrutar al aire libre. La brisa es mínima y solo se ven un par de nubes pasajeras en el cielo. El reporte del clima asegura que solo hay posibilidades de lluvia por algunas horas el sábado en la noche. El resto del fin de semana estará bien. ¡Tuvimos suerte con eso!

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora