EXTRA 08

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Si el mundo acabara en este momento, al menos moriría junto a mi novio.

Noah conduce despacio, la tormenta cae con tanta fuerza que apenas podemos ver por dónde vamos. Sus padres van a empezar a alquilar el apartamento que le pertenecía a su abuela en Boston como Airbnb y nos han pedido que lo limpiemos y que tomemos fotos para que puedan hacer renovaciones. De paso, nos ganamos un fin de semana de vacaciones para recorrer la ciudad.

Todavía no me acostumbro a que él tenga familia y que podamos referirnos a ellos con total naturalidad como si siempre hubiesen estado allí, pero me esfuerzo por no hacer comentarios raros ni dudar porque sé que eso podría herirlo. Si Noah llegó al mundo para hacerme feliz, lo menos que puedo hacer yo es dar lo mejor de mi para hacer lo mismo por él.

Si soy sincera, no sé qué expectativas tengo para los próximos días. Hace muchísimo que no voy a Boston y tengo ganas de recorrer la ciudad y de disfrutar del paisaje. Al mismo tiempo, sé que tengo obligaciones y que este no es un viaje solo por diversión. Y claro, se siente bonito saber que tendremos un par de días de privacidad con mi novio. Eso no ocurre a menudo.

El cielo se vuelve blanco por algunos instantes y un trueno ensordecedor me hace saltar en el sitio, eso ha golpeado cerca. Mierda. Llevo una mano a mi pecho y respiro hondo.

—¿Estás bien, Amy?

—Sí —asiento, mi voz tiembla—. No pensé que el clima fuese a ponerse tan horrible.

—Yo tampoco —niega él.

En la distancia vemos la silueta de un rayo que cae en el horizonte. Es hermoso y aterrador a la vez. Lo que me asusta no es que la electricidad nos golpee, sino que el coche resbale y se salga del camino, que un árbol nos caiga encima o que algún idiota no nos vea y acelere en nuestra dirección. Hay muchas formas en las que podríamos acabar en un accidente.

—Paremos en el próximo descanso —pido yo y muerdo mi labio inferior.

—No sé si veamos alguno por aquí. Maldición, esto es mi culpa por elegir los caminos laterales en lugar de la autopista. —Noah lamenta—. Las curvas son muy cerradas, no hay casi luces y... tendría que haber mirado el pronóstico de Massachusetts antes de salir, pero solo revisé el de nuestra zona. ¡Y se supone que me has deseado inteligente!

—No te estreses. Se suponía que habría mucho menos tráfico por aquí —apoyo mi mano sobre su pierna derecha en un gesto de cariño—. No te preocupes. Ya llegaremos, aunque tardemos bastante.

—Lo que más me preocupa es que no nos pase nada malo. No veo un demonio, pero si conduzco demasiado despacio el coche puede resbalarse —suspira—. Ay, Amy, perdona. Aunque quiera detenerme, aquí es peligroso.

—No te disculpes, en serio —aseguro y busco mi teléfono—. Deja que reviso el GPS a ver si hay alguna gasolinera o lo que sea cerca para aparcar. Lo que sea.

Él asiente, concentrado en el camino. Hay un vehículo más grande que el nuestro varios metros por delante, las luces se ven apenas. Detrás no viene nadie, eso es un alivio.

La recepción aquí en medio de la nada es pésima, va muy lento. Al menos, parece que ya estamos a más de mitad de camino para llegar a nuestro destino.

—Tenemos dos opciones —murmuro, pensativa, algunos segundos más tarde mientras analizo lo que muestra la pantalla—. Podemos desviarnos en la próxima derecha. A dos millas hay un restaurante, podemos aparcar allí y, si está abierto, comer algo mientras aguardamos.

—¿Y la otra?

—Si continuamos unos quince minutos más por aquí, podemos encontrar un acceso a la autopista que corre cerca. Allí será más seguro porque no hay casi curvas como aquí. Y una vez que entremos, hay un descanso con gasolinera, comida y baños a pocas millas. O sea, tardaríamos más, pero nos aproximaríamos a Boston.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora