Capitulo 9

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La misma rutina de siempre se repitió el día siguiente. Rocio se bañaba, se preparaba y salía para la cancha con Beto. Lo mismo de siempre. Exceptuando que ese día iba a conocer a los Bordo, a quienes todo el grupo parecía detestar. Sobre todo Capi.

Ciertamente tenía algo de nervios  por si se armaba quilombo y terminaba todo a las piñas.

Sabía que el futbol provocaba muchas peleas. Rezo para que no pasara nada.

Cuando finalmente llegaron a la cancha Rocio vio que todos ya estaban ahí. Por un lado estaban los rayados (el grupo de Capi y Beto) y por el otro los Bordo. Se mataban con la mirada. Rocio hizo una mueca y rodo los ojos, nada contenta con la infantilidad de los hombres.

—Bueno, yo me voy a sentar —le dijo la morocha a Beto, tirando para irse a las gradas.

—Deséame suerte —dijo Beto como si fuera un soldado entrando a la batalla.

La muchacha rodó los ojos con una sonrisa y le dio un beso en el cachete.

—Suerte —y fue a sentarse a las gradas.

Los bordo no la vieron cosa que la castaña agradeció porque ya había pasado lo mismo con los chicos y prefería no pasarlo otra vez. Se sentó y abrazó su mochila en silencio, mirando la tensión entre los dos grupos.

Vio como Capi y quien suponía era el capitán de los Bordo enfrentarse en medio de la cancha, posiblemente amenazándose por las expresiones que tenían. Rocio hizo una mueca desde donde estaba, sabiendo desde ya que la cosa iba a estar tensa.

El partido no tardo en comenzar. 

Al principio todo iba bien pero poco a poco todo se intensifico, y no de una mala manera. Ambos equipos estaban muy motivados por ganar. 

Al momento Beto metió un gol y para presumir miró a las gradas y a gritos dijo:

—¿VISTE LO QUE HIZO EL BETO? ¡EL BETO ESTA QUE ARDE!

Ella en vez de contestar a gritos de igual manera, le sonrió encantadora y asintió en toda su belleza. Obviamente las acciones de Beto delataron a la morocha, los Bordo la miraron embobados. Cuando ella se dio cuenta dio una sonrisa incomoda.

"Pero la puta madre..."

Como los hombres que eran, inmediatamente los Bordo empezaron a hacerse los galanes y tenían un motivo más para ganar el partido. Para quedar bien delante de una mujer, una mujer a la que le importaban un reverendo pepino.

La morocha rodó los ojos y miró hacia otro lado, desinteresada.

Los minutos pasaron y los Bordo metieron un gol, festejando. Uno de ellos miró en dirección a la morocha y le guiño un ojo. Beto lo vio y se enojo.

—¡¿Que le guiñas el ojo a mi hermana?!

Solo eso hizo falta para que se armara quilombo y los grupos se enfrentaran a gritos e insultos. Rocio se quedo quieta en las gradas sin saber que hacer.

"¿Me meto o no digo nada?" 

Se decidió a bajar poco a poco las gradas y acercarse a la cancha. Fue a la banca donde se sentaban los rayados y se quedó ahí parada, con los brazos cruzados y mirando fijamente a Beto para que se diera cuenta de ella y la mirara.

El rubio tardó mucho en darse cuenta pero cuando lo hizo miró hacia todos lados para saber quien lo estaba mirando. Se encontró con la mirada preocupada de Rocio, que le decía "Basta". Beto se alejó de la pelea y se acerco a ella.

—¿Estas bien? —le preguntó preocupado.

—Yo si, los que me preocupan son ustedes —contesto.

Beto miró en dirección a los Bordo con odio en sus ojos.

—Son unos desubicados.

—Déjalos, no me molesta —respondió Rocio con calma—, vos sabes que yo no les doy bola.

Beto miró el bardo que estaba pasando y después miro a su amiga, que lo miraba con ojitos de perro abandonado bajo la lluvia. Suspiró y fue hacia el lugar del problema.

—¡Basta chicos, córtenla! —grito cuando estaba cerca.

—¡Pero vos viste lo que hicieron estos desubicados! —le respondió Capi a gritos.

—Si, yo lo vi. Pero la estamos asustando —miró a Rocio sobre su hombro, Capi le siguió la mirada.

Vio a Rocio con miedo en los ojos y se le partió el corazón, inmediatamente dejo de pelear y fue con ella, llamando la atención de todos, su equipo lo vio y lo siguió mientras que los Bordo se quedaban en la cancha mirando. Todos la rodearon llenos de preocupación y culpa mientras ella se reía con suavidad, todavía algo desanimada. 

Beto, sabiendo como hacerla sentir mejor, la abrazó por la cintura y le dio un beso en la frente. Sabía que eso la tranquilizaba porque había visto que Miguel, el papá de Rocio, siempre hacía eso para calmarla. Y no se equivoco. A penas su labios se conectaron con la coronilla de la morocha ella se relajo. Capi que estaba mirando sintió una pizca de celos, pero presto atención a como Rocio se relajaba con solo ese gesto.

Ahora se la notaba calmada, en paz. Casi parecía arte de magia. 

El rubio miró a la morocha, que le sonrió agradecida.

—¿Queres ir para casa? —le pregunto Beto.

—No...Si siguen jugando me quedo, sino...

—Bueno, dale, anda a las gradas —dijo el de ojos azules con suavidad, acariciándole el cachete.

Rocio le dio una pequeña sonrisa antes de hacerle caso y volver hacia donde se sentaba normalmente. Cuando la morocha fue a sentarse, los rayados miraron mal a los bordo, pero no dijeron nada. No querían poner mal a Rocio otra vez. El partido siguió, había tensión entre todos. 

El juego no duro tanto como de costumbre, así que se fueron más temprano de lo esperado. Y mientras Rocio y el grupo se retiraban los bordo los miraban atentamente, y la morocha se dio cuenta que había uno que no dejaba de mirarla. Capi se dio cuenta y la escondió con su cuerpo al mismo tiempo que miraba mal a su rival. Sin mas los rayados se retiraron del lugar. El viaje a casa fue silencioso, nadie quería hablar, todo había quedado tenso desde el incidente.

Rocio lo notó y se sintió culpable. Maldecía el encanto con el que había nacido. De repente alguien la abrazó por los hombros.  

—¿Que paso, Beto? —Ella sabía que era el único que tenía el valor de abrazarla.

—No te sientas mal. —Como supo que ella iba a replicar, la interrumpió.— Tenes que dejar de culparte de cosas que no son tuyas.

Ella suspiró sabiendo que era verdad. El resto del viaje paso en silencio. A penas llegó a casa, Rocio comió junto a sus papás y se fue a acostar, todavía con una sensación amarga. Pero ignoro esa desagradable sensación e intento dormir, consiguiéndolo 30 minutos después.

Amor y Fútbol [Metegol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora