Capitulo 2

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Rocio volvió a su casa, apurada, sin querer mirar atrás.

"Mira lo que hago por vos, Beto" Pensaba.

Volvió a circular por las diez cuadras hasta llegar a su casa, y cuando llegó lo primero que hizo fue ir a la cocina, donde su madre ya tenía la comida preparada.

Se sentaron a comer tranquilas.

—¿Y? ¿Que dijo de las galletitas? —preguntó su mamá.

—Dijo que estaban buenos. Tipo que es obvio pero bueno —respondió Rocio, graciosa.

—¿Le diste muchas? Para que comparta con los compañeros.

—Si, mamá. Aunque en si hice las galletitas para Beto y para la madre. Pero hice muchas, así que supongo que debe estar bien —comentó.

—Bueno. Para la próxima hace más para los compañeros de Beto.

—Para, ni que yo fuera la mujer de alguno —se quejó.

La madre intento convencerla, pero su hija se negó, quejosa. Sin querer arruinar el ambiente, cambiaron de tema y siguieron comiendo. El padre de Rocio, Miguel, no estaba presente. Trabajaba desde las siete de la mañana hasta las ocho de la noche.

Después de comer, la morocha se fue a su cuarto y se tiró a su cama con el celular. Así estuvo el resto del día. 

Las horas pasaron y finalmente se hizo de noche, se escucho la puerta abrirse. Rocio se levantó y fue a la cocina, ya había llegado su papá.

—Hola, pa —lo saludo.

—Hola, hija.

—¿Y? ¿Como te fue en el laburo? —le preguntó su mujer.

—Bien. Todo tranquilo. Es más, hoy nos dieron postre —y puso sobre la mesa una bandeja de plástico transparente, cerrada. Contenía flan casero con dulce de leche repostero y crema de leche batida.

—¡Si, que rico! —celebró la castaña.

—Joya, pi —dijo su mujer con una sonrisa.

Una vez más se sentaron a comer en familia. Hablando sobre el trabajo y su vida cotidiana.

—Miguel, hoy tu hija hizo galletitas —dijo la madre de Rocio.

—¿Enserio? ¿Hiciste galletitas, Ro? —preguntó su padre, feliz.

—Si, pa.

—¿Estaban ricas, Caro? —preguntó el hombre hacia su mujer.

—Si, la verdad que si. 

—Igual no quedaron por que les lleve a la señora Lucia y a Beto —informó Rocio.

—Uh, bueno. Para la próxima deja algunas para tomar con el mate.

—Bueno.

Y siguieron comiendo.

Una hora después se fueron a acostar.

***

—Por fin. Ya me quería ir de ahí.

Rocio bajo de la camioneta de su mamá, recién volvía del secundario. Entró a su casa y dejó la mochila en una silla. Abrió la heladera y sacó una botella de agua, la abrió y se tomo unos cuantos tragos largos de agua.

—Ufff, tenía una sed.

Justo en ese momento llegó Beto.

—Buenos días —saludó.

—Buenos días, Beto —lo saludo Carolina.

—Buenos días —saludó la morocha.

—Roci, mi mamá te invita a comer, ¿queres venir? 

—Dale.

—Joya. Pero primero voy a ir a jugar con los chicos, ¿venís?

—Nah —respondió con desgana.

—Dale, anda —le dijo su mamá—. No quiero que te pases el día encerrada acá.

—Ay, bueno —se quejó.

—¡Vamo'! —celebró Beto.

Rocio rodó los ojos y dijo:

—Bueno, deja que me cambio y vamos.

—Ok.

Ella se fue a su cuarto y se cambio de ropa. Se puso una remera blanca, unos shorts azules y una zapatillas reebok blancas. Se miró al espejo, lo aprobó y salió. 

—¿Ya esta?

—Si.

—Vamos.

Los dos salieron caminando bajo la mirada de Carolina, la madre de Rocio. A lo primero estuvieron en silencio, sin saber que decir.

—¿Para que me llevas si sabes que odio el fútbol? —rompió el silencio.

—¿Y para que va a ser? Para que me veas jugar —respondió Beto. Rocio sospecho pero dijo:— No se ni para que pregunté.

—Che, estaban buenas las galletitas que me diste ayer, ¿las hizo tu mamá?

—Las hice yo.

—No sabía que podías cocinar.

—Y yo no sabía que podías ser tan fanfarrón. 

Los dos se rieron y caminaron más animados. Planeando salir a comer juntos un día de esos o salir a pasear. 

Después de unos minutos, llegaron a la cancha. Inmediatamente los nervios se empezaron a comer viva a la morocha y el animo se le cayó al suelo. Beto notó esto y le puso una mano en el hombro.

—Tranquila, no pasa nada. Mira que la cancha no muerde —Rocio le pegó.

Entraron. La morocha se mantuvo cerca del rubio todo el tiempo, tratando de no mirar a la gente y evitando ser vista. Cuando llegaron a la cancha ella no supo que hacer.

—Anda a quedarte allá —señalo Beto.

La castaña fue a sentarse a unas gradas vacías con dudas y allí se quedo observando como Beto entraba en la cancha y saludaba a su equipo. Sin perder tiempo empezaron el partido y con la misma rapidez ella perdió el interés. Solo se concentraba en ver a Beto y sonreía cada vez que metía un gol.

Pero constantemente estaba aburrida y para tratar de entretenerse, cantaba en voz baja sin apartar sus ojos del partido. Para su suerte nadie la había notado todavía.

Las horas pasaron y el partido por fin termino. Ella suspiró de alivio. 

"Por fin, ya me estaba muriendo" Pensó la morocha.

Vio a Beto despedirse de sus amigos y entonces mirarla, hizo una seña con la mano y gritó "vamos". Con cuidado ella bajo de las gradas bajo las sorprendidas miradas del equipo. Camino hasta Beto y cuando llego a su lado se quedo quieta como estatua. 

—¡Hasta mañana, chicos! —grito Beto antes de darse le vuelta e irse con ella.

—¿Y esa quien era?

Beto y Rocio salieron de la cancha tranquilos. El rubio hablaba y presumía de los goles que había metido y la morocha lo escuchaba en silencio, contestando con vocablos o asintiendo. 

—¿Que te pasa? Estas muy tranquila.

—Nada. Estaba aburrida.

Y siguieron charlando.

Amor y Fútbol [Metegol]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora