♱PRÓLOGO♱

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—¡Por favor, déjame! —quería que me atendiera, que escuche mi súplica, que parara de alguna forma existencial.

Mi cabeza dio vueltas por los golpes, tenía la garganta desgarrada por tanto que he gritado y suplicado aun sabiendo que mi tío no dejaría de agredirme y escupirme. Mis lágrimas parecían su incentivo para acabar conmigo. No quiero más golpes. Me gusta que me abracen fuerte, no sé cuándo se acabó aquel gesto, tal vez comenzó cuando me dejaron sola y todo se volvió una larga oscuridad.

—¡Soy tu tío! — Jaloneó mi melena rubia hacia atrás y un quejido de dolor abandonó mi garganta—. ¡Yo decido cuándo dejar o no de golpearte! ¿Entiendes? ¡Yo soy quien está a cargo aquí, pequeña perra asquerosa! — Gritó feroz. Eso causó que mi oído emitiera un pitido incómodo.

Mi cuero cabelludo empezó a doler, las lágrimas nublaban mi visión al punto de ya no ver nada y mi pecho dolía... por el hecho de extrañar a mi madre y a mi padre. Ya no estaban, no existían, esa era mi agonía, a él no lo conocía. Ni siquiera sabía que tenía un tío en este mundo. Cuando murieron, el abogado dijo que, al no tener más familia, debía quedarme con el tío.

Ya sabía el sabor agridulce de la vida. Lo vivía cada instante cuando no cumplía lo que mi tío quería. Me golpeaba todas las noches cuando llegaba de la cantina oscura, me escondía en el armario mientras él me buscaba. Debajo de las sábanas existían susurros, ellos decían que no saliera del closet.

Su mano seguía agarrando con fuerza mi cabello, traté de zafarme, pero solo me gané que estampé mi rostro en la pared. Me quejé del dolor en toda mi cara, la sangre no dejaba de correr.

—Ya no me pegues... —lloré más fuerte—, por favor, tío, prometo no decirle a nadie de las cuerdas, ni la correa, tampoco del cadáver. Por favor, ya deja de pegarme. —sollocé.

—¡Cállate, zorra! —estrelló de nuevo mi rostro y algo se rompió en mi mandíbula... no quiero que sea mi diente. No quiero, no quiero.

No quiero morir.

Primero que muera él. Que se derrame su sangre antes que la mía. Ya él vivió suficiente, era mi momento.

Aunque, tal vez, no contaría todo lo que he visto, ni tampoco iría a la universidad, no tendría un buen empleo y una hermosa familia, como mis amigas de las noches que me decían que todo sería lindo y que yo sería la mamá que les contaría lindas historias a mis bebés. Tal vez era una señal de que moriría en un sótano oscuro y sucio en el cual solo olía a puro moho y mierda.

—Tú te buscaste este problema, Sky, que te cuesta obedecer y callar esa puta boca, ahora mi jefe me quiere muerto porque mi sobrina no quiso hacer lo que él le indicó. —Volvió a estampar mi cabeza y otra vez escuché ese sonido de algo que se rompe. —¿Qué te costaba entrártela en la boca y no cometer esa puta locura? —masculló.

Cruel Perdición © HDM#1 [+21] RESUBIENDO versión 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora