Ⅱ -♱BLOOD SACRIFICE♱

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Omnisciente

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Omnisciente

En las noches las cabezas de las personas se transforman en algo temible, en la basura del mundo, ¿seres humanos? No, se vuelven monstruos en pieles humanas.

Ella jugueteaba con aquel libro prohibido entre sus manos, mientras a su lado había una vela encendida, la misma vela que usaba para pasar el dedo por ella para sentir el dolor que le gustaba experimentar. No lloraba, al contrario, reía por lo bajo con la quemazón de tener una extremidad de su cuerpo en el fuego. El olor que emanaba, como la piel, dejaba su forma normal y no paraba de mirar el resultado con ojos muy abiertos.

Piel magullada, llena de sangre y con una quemadura que deja ver la piel roja de adentro.

Por su cabeza pasó la idea de hacerle lo mismo a su muy hermosa compañera de cuarto. No dejaba de verla con recelo, envidia y sobre todo maldad, a su cabello y labios. Se acercó a la cama de ella con la vela y dejó caer gotas de cera que exaltaron a la chica. Miró con horror a la que causó su dolor.

No dejó de mirarla, con ojos bien abiertos, que daban miedo, como paseaba la mirada por su cuerpo en una bata rosa y delicada.

—¿Me quieres? —le preguntó a su compañera y amiga desde el nivel A.

Aquella muchacha se asustó por el aura que emanaba y, como la miraba su compañera, la vela le aportaba dimensiones a aquel bonito y tierno rostro.

—Sí, soy tu amiga de nivel —le contestó en un deje de voz.

Tenía miedo, la otra chica se dio cuenta y sonrió con aquel resultado.

Acarició su mejilla de una manera tan lenta, cautelosa y expectante que la piel de la segunda se puso de gallina, se acercó a la cama y al rostro de la otra, dándole un beso fugaz en los labios y sobre todo macabro a la hora de hacerlo con tal malicia.

—Cantemos, por favor —le pidió en un tono bajo a la otra chica de vestido rosa que temblaba de miedo, la cual se había quedado fría con el acto de su amiga.

Ella nunca había hecho tal cosa con ella y eso le daba temor.

—Tengo mucho sueño —contestó ella, acostándose rápido y volteándose para evadirle.

—Cantaré para las dos, entonces —el colchón perdió peso y eso le dio la señal de que se había levantado de la cama.

Un aura asfixiaba a la chica que trataba de dormir, pero no podía, lo que pasó, le daba vueltas y se sintió mal porque le decían siempre que lo que acababa de hacer es pecado en el Garden lupus.

En el Garden les leían la palabra de Dios todos los días y ella era una devota de todo lo que la Biblia respecta y su amiga lo sabía.

—Ahora no eres tan pura —la voz de su compañera la tensó—. Y eso me gusta porque si yo no lo soy, tú tampoco.

Cruel Perdición © HDM#1 [+21] RESUBIENDO versión 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora