Capítulo 33

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Verano

Angela, un presupuesto ilimitado, demasiado tiempo libre en sus manos y rienda suelta, los llevaron a esto: Una boda a finales del verano en el patio trasero de la casa de Julián y Juan. Informal y simple se tradujo en velas rosas flotando en la piscina, mesas largas bajo los rosales en el tramo entra la casa y el garage y un corredor blanco desde la puerta de atrás a un punto bajo un gran árbol, donde tomarían sus votos.

Luego estaban los globos blancos y las guirnaldas de lirios y diminutas luces de hadas tejidas.

Juan se quejó durante ocho minutos, sobre todo porque cuando trató de conseguir un poco de jugo de naranja de la heladera, una señora del catering lo echó.

—Que alguien, por favor, traiga el jugo de naranja de Juan, para que no tenga que ahogarlo en la piscina —dijo Angela con dulzura en su auricular. En su minivestido de
encaje y una corona de pequeñas rosas, parecía un ángel etéreo, aunque Juan dudaba que el cielo le permitiera unos tacones de doce centímetros, un sujetador push-up y un lenguaje que haría sonrojarse a los camioneros.

Juan…, que no llevaba aún su esmoquin debido a las preocupaciones por las arrugas, se paró como un niño regañado en la puerta de atrás, esperando el jugo de naranja y a alguien que lo salvara del espectáculo que era su propiedad.

Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones vaqueros y contempló entrar a escondidas en la casa para encontrar a Julián.

—¡Ni siquiera pienses en eso! —Angela pasó a su lado, con un portapapeles bajo el brazo. Detrás de ella, venía una alegre Guillermina en un vestido blanco y sandalias plateadas. Estaba a cargo de Samanta, que tampoco llevaba su traje de la boda por la suciedad y por las posibles arrugas.

—Estoy en el mismo horario que la niña —murmuró mientras Samanta lo saludaba.

—¡Hola, hola Uan! —No importa lo mucho que lo intentaron, el apodo se le había quedado pegado.

Juan le devolvió el saludo con entusiasmo, porque a pesar de sus nervios tenía una paternidad que preparar.

El sonido de una pequeña caravana que llegaba sacó a Juan de las escaleras. Se metió entre los árboles y los arbustos que bordean el lado de la casa hasta que salió a la calle.

El resto de la fiesta de bodas había llegado.

****

Gabriel salió de la limosina alquilada, parpadeando en el luminoso sol de finales de febrero hasta que se deslizó sus gafas de sol. Un buen tipo llamado Arturo era su conductor y les había obsequiado con historias sobre la zona, durante el paseo desde el hotel.

Gabriel tenía los deberes del padrino cubiertos. A partir de este momento, estaría entreteniendo a Juan para alejar su nerviosismo y haciendo que se pusiera su traje. En unas dos horas, le entregaría un anillo para que él y Julián se pudieran casar.

¿Después de eso? Iba a bailar toda la noche con Renato.

Mientras estaba estupendo en un esmoquin.
Silbó un poco, mientras tomaba su bolso por la espalda.

Arturo aún estaba contando la historia local al entregarle la bolsa a Gabriel. Renato se les unió un segundo más tarde y no pudo resistir robarle un beso.

—¿Qué pasa con ustedes? —preguntó Emilia,
apareciendo de repente en el codo de Gabriel—. Estas, como, todo... amoroso.

—Bueno, Emilia, cuando dos personas están
enamoradas, tienen estos impulsos y… —dijo Gabriel lentamente, deleitándose en la cara que ponía.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora