Capítulo 11

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—¿Estás seguro acerca de esto?

Julián se puso de pie en el entrada de su casa, apretando contra su pecho a Samanta. La niña estaba intentando en esos momentos quitarle las gafas, así que estaba esquivándola como un boxeador profesional.

Encontró este juego hilarante.

—Son un par de días. Ella estará bien —dijo Julián con dulzura—. Ustedes necesitan esto, los dos lo necesitan.

Angela parecía estar en el infierno, una condición por la cual Julián no podía quedarse de brazos cruzados. Sean cuales sean sus desavenencias del pasado, Angela era su amiga, su hermana, su familia, y si tenía que ser un entrometido para ayudarla, obiviamente lo haría.

Qué era exactamente lo que iba a decir cuando todo el mundo le aconsejó al respecto.

—No sé lo que está mal. Está actuando de manera extraña —dijo Angela, frotándose los ojos.

Nada sobre ella le dio comodidad. Angela parecía estar muy mal en sus pantalones vaqueros y una camiseta que sospechaba que era de Agustín. Había conducido ella misma con Samanta en el asiento trasero, algo casi inaudito dada la sobreprotección de Agustín. Julián estaba luchando para mantener una cara tranquila.

—Y vas a tratar con eso, sea lo que sea —dijo Julián suavemente. Dejó que Samanta ganara el juego y se llevara sus gafas. Le dio la oportunidad de acercarse a Angela y tirar de ella contra su lado libre.

—Mamá —dijo Samanta, acariciando su cabeza.

—Sí, mamá tiene que ir a hablar con papá y nosotros nos vamos a divertir mucho —dijo Julián brillantemente, incluso cuando sintió las lágrimas de Angela contra su camisa.

—¿Podés decir adiós mamá? ¡Te quiero!

Samanta no siguió el juego, pero ella asfixió el rostro de Angela con besos y la saludó unos minutos después, mientras esta se acercaba a la puerta abierta.

—Te quiero —dijo Julián, y ella le dio su mejor sonrisa valiente—. Agustín te quiere, recuerda eso.

—Lo sé. —Angela lanzó besos a Samanta, que ahora llevaba las gafas de Julián, y luego se marchó.

Miró a la puerta cerrada, y luego a la niña, que estaba parpadeando detrás de sus gafas redondas.

—¡Ah, Samanta!, amor, ¿qué vamos a hacer con esta gente?

****

Juan estaba de pie en el elegante vestíbulo del Hotel América, con las manos en el bolsillo de los pantalones. Con una pequeño bolso de viaje se sentó en una silla de cuero, que había reclamado. Había pasado dos horas tomando café y enviándose whatsapps con Gabriel, repasando las fechas y horas específicas que necesitaban para que Tamara confirmara.

Tenía que conseguir algo de ella, algo que obligara a los detectives de San Rafael a actuar.

Y ahora iba a suceder.

Tamara le había enviado un mensaje desde otro número desconocido, y en pocos minutos, se reunirían.

No tardó mucho en descubrirla. Salió de los ascensores a pocos metros de donde estaba esperando, vestida con un elegante traje negro, con el pelo recogido en un simple giro.

Juan parpadeó. Stef le había preparado para que una mujer rota, una mujer abrumada por el miedo mientras se ocultaba de su marido.

Tamara parecía una modelo.

Extendió su mano como si esto fuera un encuentro casual con un conocido.

—Detective —murmuró ella, su mano fría y pequeña en la suya.

#4 V&T Quallicchio [Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora