—¿Detective Guilera? Soy yo, Tamara.
Juan dejó a Julián, susurrando acerca de una llamada de trabajo. Se apresuró lejos de su prometido, que parecía molesto por la intromisión en su tarde de domingo.
Salió corriendo hasta el estacionamiento para poder caminar sobre la hierba.
—Sí, Tamara. Lo siento, estoy acá—susurró, sin aliento.
—¿Podés venir a Puerto Valdés? El miércoles. Este próximo miércoles. Estaré allí y hablaré con vos.
El corazón de Juan se le salió del pecho.
—Sí, por supuesto. ¿Dónde puedo reunirme con vos?
Se pusieron de acuerdo sobre las nueve de la noche, en el bar de un conocido Hotel. Le enviaría el número de su habitación ese día. Nadie podía ir con él, nadie podía saber sobre su reunión.
—Lo entiendo —dijo Juan, mirando hacía la entrada de la tienda de la casa, a la espera de que Julián saliera y le exigiera saber que estaba pasando. Se sentía como un delincuente que mantenía oculta su vida secreta—. Estaré allí.
Tamara desconecto la llamada y se sentó, temblando en la cálida tarde de primavera.
***
El viaje a Puerto Valdés le hizo preocuparse. Un poco.
***
Juan se juró que sólo escucharía a Tamara, vería lo que tenía que decir, pero no pudo dormir en los días previos a su viaje. Se encontró gastando más y más tiempo con los archivos, con su investigación, en busca de un patrón o de una pista. Algo que se le hubiera pasado. Porque si tenía una única vez con ella, necesita hacer las preguntas correctas o todo sería en vano.
El día antes de irse para su encuentro con Tamara, Juan se encontró en un foro para detectives retirados. Había un montón de mierda quejándose de las jubilaciones y recordando buenos tiempo, así que estaba leyéndolo por encima.
Hasta que encontró la sección sobre los casos sin resolver.
Esto era lo que necesitaba para saber que estaba haciendo lo correcto: más ex policías como él que seguían enredados en casos que no habían podido resolver y de los cuales no podían desprenderse. Tal vez deseaba asegurarse de que no estaba loco
Fue un detective de San Rafael, Mendoza que le llamó la atención. Unas de las sedes de la Universidad Nacional de Cuyo. Juan parpadeó. ¿Por qué ese nombre le era tan familiar?
Debido a que Tamara Castillo estudió allí, se dio cuenta un segundo más tarde, y entonces un pensamiento se abrió paso en su mente.
El primer asesinato fue el de una estudiante que se encontraba en una zona de estacionamiento de un bar a unos pocos kilómetros de distancia del campus universitario. El detective del caso señaló a otra chica bajo circunstancias similares en una ciudad universitaria a unos cincuenta kilómetros de distancia.
Lo sabía en sus huesos, en su médula que lo convertía en un buen detective. Sabía que había encontrado lo que estaba buscando y se desató el infierno.
Juan comenzó a sacar nombres y fotos y relatos de los periódicos. Seis horas más tarde, cuando el alba se asomaba por las persianas, tenía tres asesinatos en tres ciudades.
Una línea casi recta desde el San Rafael a la Ciudad de Córdoba.
Una broma que comenzó en la ciudad universitaria de Tamara Castillo y terminó en el patio trasero de Juan. Las manos le temblaban ligeramente cuando se sumergió en los años de universidad de Daniel Izarraga. Tenía todo lo que había a disposición del público, desde recortes de periódicos a cuatro anuarios, escondido en la parte trasera de un archivador.
Nada emparejado.
Apartó la frustración y se quedó mirando a las tres chicas muertas en su escritorio. Pensó en Tamara. Entonces encontró sus fotos de graduación.
***
Tamara Castillo, voley femenino, el horario de su equipo durante los cuatro años. Se echó hacia atrás en su silla y respiró a través del ataque al corazón que estaba seguro de que estaba teniendo.
¿Cómo no se dio cuenta de esto la primera vez?
Cierto. Juan estaba empeñado en conseguir que Daniel pagara por el asesinato de Carmen Menotti. Tenían una visión incompleta.
¿Ahora?
Ahora Juan tenía un patrón de asesinatos, estrangulaciones como la de Carmen, coincidiendo con el recorrido de la carrera de voley de Tamara Castillo durante la universidad. Si pudiera probar que Daniel estaba con ella...
Si podía volver a abrir estos casos fríos...
Sí.
****
Gabriel lo llevó al aeropuerto. El ambiente era tan tenso, el aire era tan espeso, que Juan mantuvo la ventanilla bajada solo para poder respirar.
—Voy a tomar todo lo que tenemos y ponerlo en orden —dijo Gabriel mientras se ponía en el carril de salidas para el Aeropuerto—. Línea de tiempo, archivos de casos.
—Necesitamos su agenda —murmuró Juan, frotándose las manos húmedas en los pantalones—. Su horario de clases, su asistencia, si podemos conseguirlo.
—Voy a hacerlo. —Gabriel se acercó a la vereda y paro el auto. Miró a Juan, que asintió.
—Gracias.
—Recuerda lo que dijo Stef acerca de hablar con Tamara
La consulta telefónica con la querida amiga de Gabriel, Stef la psiquiatra, les había dado unas pautas para hablar con una mujer maltratada. Si Daniel había usado sus puños alguna vez o no, sí que había definitivamente utilizado el miedo para mantener a Tamara con él no se sabía por cuánto tiempo. El manejo del trauma de ella que hiciera Juan, podría ser la diferencia entre conseguir lo que necesitaba o volver con las manos vacías.
Comienzo lento y fácil.
Haciendo preguntas abiertas.
Que ella cuente la historia a su manera.
Explora sus opciones para recuperar su vida. ¿Y por encima de todo?, tenía que mantener la calma.
—Vas, hablás con ella y le damos todo a la policía en la primera ciudad donde murió esa chica. —La mandíbula de Gabriel estaba tensa cuando Juan hizo un gesto de asentimiento—. Entonces ellos lo hacen.
Puso la mano en el tirador de la puerta.
—Tenemos que darles tantas pruebas como sea posible —argumentó tranquilamente—. Esto tiene que hacerse.
—No tenés ninguna jurisdicción y ese hombre te está jodiendo con la demanda. Si esto sale a luz, la demanda podría no desaparecer a corto plazo.
Juan abrió la puerta, agarró su bolso con la otra mano.
—No lo hará. —Salió y cerró la puerta detrás de él. Se apoyó en la ventana, dominando completamente la ira en la cara de Gabriel—. No te preocupes.
Gabriel no parecía muy convencido, y cuando Juan entró en la terminal, sintió los ojos de su amigo clavados en la parte posterior de su cabeza.
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#4 V&T Quallicchio [Adaptación]
Roman d'amourEl Subcomisario Renato Quattordio, al que ascendieron recientemente, toma el mando de su propia comisaría de policía, dependiente de la Superintendencia de Derechos Humanos al mismo tiempo que la empresa de seguridad de Gabriel Gallicchio se expande...