Capítulo 3

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¿Quién era? Esa era la pregunta que me hacía constantemente, pero hoy era clave. Mientras me miraba al espejo y observaba mi cuerpo desnudo y mis ojos sin brillo, me preguntaba quién era yo realmente. No tenía una identidad, claro que me consideraba mujer, pero nunca tuve alguna cualidad o algo de destacar de mí. Era sólo una mujer con un corazón vacío y un cuerpo sin alma. Mis manos viajaron a mi abdomen, en donde aquella marca de rosas marchitas seguía intacta. Siempre dudaba de esta marca, y de porqué cada día, con suma lentitud, se marchitaba cada vez más.

Me dirigí hacia la ducha, confusa y temerosa. Mis delgados dedos se posaron en la fría llave en donde habían dos colores; azul y rojo. Confiando en mi instinto, giré la llave hacia el lado rojo, en donde un gran chorro de agua cayó de un elemento con forma extraña. Estire mi mano hacia el agua, y me quejé al sentir lo caliente que estaba, así qu hice lo posible para regular aquel líquido transparente a una temperatura que fuese apta para que mi cuerpo fuera a soportarlo. Quería sonreír, emocionada al poder bañarme con agua limpia y pura, pero no sentí ninguna tensión en mi rostro.

Me metí a la ducha, sintiendo como el agua mojaba mi cuerpo y la suciedad caía enseguida de mi cabello. Salté, dejando que el agua mojara mi rostro y se llevara las lágrimas que habían salido involuntariamente de mis ojos. Me sentía feliz, claro que lo estaba, ya que mis baños allá en mi antiguo hogar eran con agua sucia y fría, las cantidades no eran grandes y disponía sólo de un pañito para limpiar las zonas de mi cuerpo que necesitaban más atención. Agregando que sólo tenía disposición de bañarme dos veces a la semana.

Mi madre, ella nunca se dio cuenta de eso, y en verdad yo siempre me preguntaba si era ciega, no sabía o se hacía la loca. Pero claro, nunca me importó, yo lo veía completamente normal, era un trato bastante común en mi diario vivir. Ignorando esos pensamientos, terminé mi baño y tape mi cuerpo con la toalla que hace unos minutos Suguru me facilitó.

—¿Natsuki, terminaste ya?

¿Estuvo esperando por mí todo este tiempo?

—Sí... —aún era raro para mí escuchar mi voz. Supongo que era cosa de acostumbrarse.

—Bien, Shoko y yo te dejamos ropa nueva en la que será tu habitación, ¿entendido? —hablaba firme, pero su voz era demasiado dulce y eso me agradaba—. Cualquier cosa no dudes en llamarme, estaré cerca de ti.

—Gracias, Suguru. —hablé y él pareció emocionarse un poco, pero yo lo dejé pasar.

La ropa que ellos habían dejado sobre la cama era la misma que yo había visto en ellos, básicamente debería ser el uniforme de esta escuela de hechicería, sin embargo, algo me decía que no debía utilizarlo. El sello de mi abdomen comenzó a doler, ¿por qué este sello reaccionaba de esa forma a esta ropa? Solté la ropa con un pequeño quejido y parpadeé, ¿qué iba a hacer ahora? Esta ropa debía utilizarla, no había nada más y el vestido blanco que tenía desde los catorce años acababa de ser desechado en la basura.

Ignorando aquel dolor que no era nada comparado con todo lo que había sufrido en mi vida, me puse aquel uniforme sin antes ponerme una ropa interior que también me habían obsequiado. Tenía etiqueta, por lo que deduzco eran cosas nuevas. Nunca recibí un regalo, todas las cosas que tenía eran cosas que a mi gemela le habían quedado chicas o que simplemente en la casa nadie usaba, y para cuando yo cumplía años, el regalo que papá me daba era que varios hombres fueran a mi habitación para según él, ser una mujer.

Pero podía ver su desesperación en sus ojos cuando revisaba el sello de mi abdomen, aunque yo nunca supe qué significaba este sello de rosas marchitas que pareciera tener vida propia, sabía que nada buena era. Tomé aire y me planteé salir de esta habitación, así que me dejé guiar hacia este lugar y extrañamente me parecía conocido, sentía que ya había estado aquí y eso provocaba otro malestar en mi abdomen.

—¿Natsuki? Ay, menos mal te quedó la ropa, pensamos que quizás no te quedaría. —me habló Suguru, él estaba esperándome de pie en uno de los pilares de esta construcción antigua. Tomó mi mano, como si tuviera un imán con la mía. Su tacto nunca iba a ser una molestia para mi cuerpo, ni siquiera el sello tenía una reacción contraria—. Vamos a ir a comer algo ahora, ¿si?

Asentí.

—¿Quieres hacerme alguna pregunta?

—¿Qué es ese sello que tengo en mi abdomen?

Suguru detuvo sus pasos, volteó a verme y estaba teniendo un debate interno entre si contarme o no. Mientras él tenía ese debate mental, yo concentré en mirarlo fijamente, podía ver su aura blanca, igual que la de Satoru y que la de Ieiri. Conocía a muy pocas personas con el aura blanca, pues las personas que vivían en casa solían tener el aura de color rojo y negro, y es por eso que nunca me dieron buenas vibras. No recuerdo desde qué año comencé a ver el aura de las personas, pero comencé a tomarle el peso cuando el sello de mi abdomen iba haciéndose más notorio en mi piel.

—No creo ser la persona indicada para contarte.

—¿Por qué? Sabes algo que yo no sé. —me sorprendí por hablar sin trabarme—. M-mi padre... él se encargó de que nadie externo a la casona supiera sobre mí, ¿por qué tú? ¿Por qué ustedes sabían mi nombre? —mordí mi labio con impotencia—. Mi padre es un hombre peligroso, Suguru, no quiero que termine haciéndoles daño.

—Tranquila, él no es nada comparado con nosotros, de eso estoy seguro. —sonrió con arrogancia y de cierto modo me recordó a Satoru—. Aquí estarás a salvo, aunque no lo creas.

—Voy a confiar en ti.

Él me sonrió.

—Me alegra escuchar eso.

Fuimos a un lugar de comida rápida y me dio un poco de vergüenza ver tantas cosas para comer sobre la mesa, pero debía alimentarme, nunca había comido algo tan delicioso como este pollo, o papas fritas que según Suguru así se llamaban. Él pidió todo por mí, ya que como yo no sabía leer se encargó de eso.

—Natsuki, vamos a hablar de algunas cosas, ¿bueno? Son algunas condiciones que tendremos tú y yo.

Me puse un poco ansiosa y tuve que tomar de mi bebida para relajarme.

—Primero, dejarás de sentir vergüenza a la hora de comer y si tienes antojo de comer algo nuevo, no te preocupes, yo estaré aquí para cumplir con tus deseos, ¿prometido? —me miró y sonrió, quise hacerlo, pero estaba atenta a sus condiciones.

—Prometido.

—Dos, te voy a enseñar a leer y a escribir, es importante que sepas hacerlo. —afirmó—. Tres, te enseñaré a controlar el poder que tienes.

—¿Poder?

—Así es, tienes un poder enorme, Natsuki, sólo tienes que manifestarlo y ya. Satoru y yo seremos tus mentores, aunque a veces ese tonto es algo impaciente para sus cosas se comprometió a ayudarte. —se cruzó de brazos y me miró fijamente—. Y la cuarta.

—¿Cuál es? —estaba ansiosa, nunca me había sentido tan emocionada con saber algo. Este chico era misterioso, pero me causaba buenas energías, me sentía protegida, como nunca antes me había sentido y por eso me gustaba mantenerlo cerca de mí.

—Tu familia, los Fukushima van a caer, cueste lo que cueste.

¡He vuelto!

Como ya saben en los dos avisos anteriores, me estuve sintiendo mal por algunos meses, pero ahora estoy mucho mejor y me siento en condiciones para volver primero con una de mis novelas que sea.

Espero que este capítulo tenga algo de coherencia con los otros dos, pues los leí a la rápida y este capítulo lo escribí de madrugada.

Faltas ortográficas se corregirán después.

Espero que me hayan estado esperando y estén preparados/as para todo lo que se viene.

Quiero leer sus teorías ----->

Y por último, sean pacientes con mis actualizaciones, soy una abuelita cuando se trata de esto, además, tengo que volver a releer el manga en este contexto porque mi memoria de pájaro me lo prohíbe.

Sin más que decir, gracias totales por la espera y ¡voten, comenten y nos leemos en el siguiente capítulo! ♡

Efímero || Geto Suguru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora